Nayvis (al centro con camisa a cuadros) conversa con sus muchachas sobre lo que no puede faltar en Vélo Cuba. Autor: Roberto Garaicoa Martinez Publicado: 21/09/2017 | 06:59 pm
¿Hay un taller para reparar bicicletas, donde las mecánicas son mujeres? ¿Prestan servicio a domicilio? ¿Tienen precios diferenciados para ancianos, niños y estudiantes? ¿Es completamente gratis para personas con discapacidad física? Todo eso se han propuesto los gestores de Vélo Cuba, un negocio por cuenta propia singular.
De escuchar la historia podrían imaginarse mil escenarios posibles. Pero llegar allí y chocar con el verbo ágil de Nayvis Díaz es como vencer un kilométrico recorrido de ciclismo de montaña, sin tiempo para respirar o beber un poco de agua. Así de incansable es esta muchacha, que no pierde tiempo en dejar de edificar. Y no con la inverosímil candidez de una niña, sino con el plan valiente de quien no acepta ni un solo no de la vida.
Después de graduarse de Ingeniería Industrial y laborar durante más de una década como tal, tuvo la oportunidad de comprarse un auto que les ofrecen a todos los marineros. Pero su Peugeot no le duró mucho tiempo «entre las manos». Pronto supo que le daría otro camino.
«Cuando vendí mi carro para comprar herramientas de bicicleta, me dijeron que estaba loca», recuerda sin detenerse mucho. Pero ella quería «comenzar algo, emprender un negocio», y se decidió a invertir el dinero en eso, después de estudiar las posibilidades del mercado.
Muchos intentaron persuadirla de que su taller no sería necesario, porque las personas ya no montaban en bicicleta. Sin embargo, Nayvis se percató de que los tres lugares en La Habana dedicados a este propósito no eran suficientes. Y si el suyo venía con todas las ideas que ella había dibujado en su mente, no habría posibilidades de fracaso para Vélo Cuba. Fue entonces cuando llegó Daylín Carbó a la historia, aunque esta joven ciclista profesional y licenciada en Cultura Física es casi la historia misma.
Esta muchacha —cara opuesta de la locuacidad de su amiga— sabe hacerles de todo a las bicicletas. Es un as, dice Nayvis. «En un negocio lo fundamental es el conocimiento técnico. Yo era la encargada de hacer que todo funcionara, pero ella conocía las bicicletas. Lo único que yo sabía era montarla, porque hice mi universidad en bicicleta: desde la Cujae hasta El Vedado todos los días. Tenía nostalgia de las bicicletas, pero, ¿podía ser objeto de un negocio?», pensaba.
Así comenzaron en el año 2014. Nayvis repartía volantes de publicidad, llevaba la contabilidad, limpiaba las piezas y se encargaba de cada gestión. Daylín armaba y desarmaba bicicletas y se comunicaba con los clientes. A la tercera semana, tuvieron que contratar a alguien. «Fíjate si había bicicletas que arreglar y personas que anduvieran en estas», razona la administradora, al desmontar el primer capítulo de su experiencia.
Filosofía de trabajo
Más allá de lo que se observa a simple vista, lo importante es lo que son capaces de hacer esas jóvenes mecánicas. Así, cada bicicleta recibe un vale donde se registran los ajustes, observaciones sobre las inversiones que requiere o los cuidados que es preciso darle.
«Los clientes lo agradecen mucho, porque no existía alguien que te dijera qué hacer con tu bicicleta», comparte Nayvis y habla a JR de otras de sus muchachas: la restauradora Rosalys Lemes y la productora de cine y teatro Susana de Armas. También del mecánico Yohan Romero, porque no hay discriminación con los hombres, aunque el propósito de Vélo Cuba es preparar a las mujeres para que se incorporen al trabajo por cuenta propia. Ellas saben que la mecánica no es ese trabajo rudo, que se ha estereotipado solo para hombres, sino que depende de detalles y delicadeza.
En Vélo Cuba, los precios no tienen comparación, asegura su gestora, quien ejemplifica que un mantenimiento completo no sobrepasa los 300 CUP, un encentrado de llantas sale en 50 CUP y una reparación de los ejes cuesta alrededor de 30 CUP.
«No son precios caros, porque lo que queremos es masividad, más que grandes ganancias. Como pretendemos extendernos a varios sitios, sabemos que sobreviviremos.
«Si usted tiene una bicicleta de ciclismo que adquirió a 2 000 CUC y cuando llega a un lugar por ajustar algo le piden 20 CUC, tiene que darlo, porque esas herramientas no las hay. Pero cuando llegan aquí y ven las mismas herramientas, el mismo trabajo y solo les cobramos diez pesos en moneda nacional, se quedan abismados», describe, y detalla que entre su clientela actual están varios integrantes de los equipos nacionales de ciclismo y triatlón, y extranjeros radicados en Cuba.
Para los niños y ancianos, el costo se rebaja al 50 por ciento; para los estudiantes, al 30 por ciento, y si se trata de personas en sillas de ruedas, el arreglo es gratuito.
«Queremos que no solo tenga impacto comercial, sino también social, comenta la joven. Desde el 2014 hasta hoy hemos aportado más de 837 000 pesos a la comunidad por esa vía. Ese porciento que no se le cobra al público, se les paga a las mecánicas; es un dinero que no recauda Vélo Cuba, pero lo aporta, aunque no sea en efectivo.
«El público nos ha reconocido, y esa ha sido la principal fuente de mercadotecnia que ha permitido que lleguen más clientes a nosotras, hasta sumar los más de 600 que tenemos hoy. Contamos con dos talleres, en La Habana Vieja y el Vedado, pero estudiamos las periferias de la ciudad, porque muchas personas lo piden y queremos llegar, incluso, a otros lugares del país.
«Hoy las mecánicas están ganando, como promedio, entre 35 y 40 CUC a la semana (el 50 por ciento de lo que hacen), además de que cobran por los contratos de renta que completan y por preparar las bicicletas para el cicloturismo, otra de las modalidades de Vélo Cuba.
«Cuando empezamos, obtenían el diez por ciento de lo que hacían, hoy van por el 50 por ciento, y mi objetivo es que se ganen el ciento por ciento de la reparación y que los ingresos del resto de las actividades sean suficientes para los costos y la ganancia», asegura Nayvis.
Vía libre a las bicicletas
¿Qué podría limitar a las muchachas de Vélo Cuba? Lo mismo que aleja a las personas de las bicicletas: la ausencia de condiciones viales para ser ciclistas, apunta Nayvis como una de las causas de que no se inculque a las nuevas generaciones la importancia de este transporte.
En Vélo Cuba dan el ejemplo y siempre andan sobre ruedas. Por los beneficios físicos y económicos y porque es un modo de proteger la ciudad de la contaminación. Nayvis sueña con que un día en la urbe se vaya solo en bicicleta. Para eso tienen también un club de ciclistas que se unen los domingos alternos a recorrer puntos apartados de la geografía capitalina. Comenzaron siendo diez personas y hoy ya suman 45, de todas las edades y sectores, explica.
Es un gran esfuerzo, dice la precursora, pero es el modo de sacar Vélo Cuba a la calle. Cuenta que a sus recorridos se han sumado trabajadores del resto de los talleres de reparación de bicicletas, con los que antes no tenían relaciones.
Recientemente, firmaron un convenio con la Universidad de las Ciencias de la Cultura Física y el Deporte Manuel Fajardo para que una de sus estudiantes haga su tesis, en Vélo Cuba, sobre cicloturismo. Ya en las vacaciones comenzarán las actividades por el Día de los niños, el natalicio de Fidel y el cierre del verano, refiere Nayvis, lo que la enorgullece a ella y a sus compañeras. «Eso es lo que queremos: no solo seguir reparando bicicletas, sino extender su uso». Además, pretenden presentar a la Oficina del Historiador de la Ciudad su proyecto de renta de bicicletas, para convertirlo en algo similar a Rutas y Andares, destinado fundamentalmente a cubanos.
«Tenemos una necesidad comercial lógica, porque hay personas a las que pagarles, locales que rentar y una estructura económica que mantener; pero defendemos un enfoque social y comunitario que no vamos a perder. Lo establecimos así desde el principio, podíamos haber estado ganando el doble, pero no nos interesa. Lo que queremos es quedarnos en la mente de la gente y que puedan ver que la bicicleta puede ser usada perfectamente», defiende Nayvis.
«Queremos salir con el Ministerio de Transporte en agosto, para pedir que se respete a los ciclistas en la vía. Es complicado montar bicicleta en la ciudad, cuando no hay una ciclovía para nosotros. Antes me decían que nadie montaba bicicleta, pero lo que ocurre es que no están las condiciones y las personas no se atreven», razona.
Otra limitación, manifiesta la joven, es que no hay un mercado mayorista para abastecer a los trabajadores por cuenta propia, donde se pueda comprar lo que necesite el cliente y tener las piezas para dar un servicio constante.
No obstante, las chicas de Vélo Cuba siempre intentan sortear obstáculos. Son expertas en eso. Dice Nayvis que a Daylín no hay una bicicleta que se le ponga delante que ella no arregle. Y hay personas que solo confían en ella, aunque ya han creído en otras que allí demuestran su calidad.
«Ese es el logro más importante, que confíen en nosotras. La gente trae su bicicleta, la deja aquí y pregunta cuándo viene a recogerla. Le damos 15 días de garantía para cualquier detalle que le incomode.
«El secreto está en el equipo y en sus talentos. Eso es lo que siempre tendremos: jóvenes dispuestas a hacerlo bien. Si en cinco años repetimos la entrevista, te diré lo mismo», concluye Nayvis con un espíritu en biela.
Consejos para cuidar tu bicicleta*
•No fregarla con agua a presión
•Mantener la cadena o la transmisión engrasada
•Velar por que los frenos estén ajustados
•Lograr la postura correcta para no sentir dolores y ajustar la bicicleta a las medidas de tu cuerpo
•Darle mantenimiento periódicamente, en dependencia del uso
•No dejarla a la intemperie ni cerca del salitre
*Recomendaciones ofrecidas por Daylín Carbó