El pueblo cubano lo acompaña en su viaje en el Papamóvil abierto. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 21/09/2017 | 06:18 pm
Llegó a La Habana abrazando niños, trocando afectos, dando gracias. A muchos, a todo un pueblo. Y entre los múltiples mensajes de afecto que pronunció en pleno aeropuerto, al pie del avión que, cual paloma gigantesca, lo trajera en aleteo de paz por más de 8 600 kilómetros, un Francisco rozagante pidió a Raúl transmitir su especial consideración y respeto a Fidel.
El Papa está entre nosotros y, como desea que su visita apostólica toque la puerta de todos los cubanos, comenzó por saludar, especialmente, a las personas que no podrá encontrar y a cuanto hijo de esta Isla esté disperso en otros sitios del planeta. Es que, más que a un país, el Sumo Pontífice viene a tocar un pueblo.
Para su viaje pastoral, Francisco retomó las nítidas huellas dejadas en los corazones por San Juan Pablo II y Benedicto XVI. Audaz siempre en dicho y hecho, reconoció la fe y el patriotismo de los veteranos de la Guerra de Independencia que, «movidos por sentimientos de fe y patriotismo» pidieron al Vaticano «que la Virgen mambisa fuera la patrona de Cuba como nación libre y soberana». Nuestra Historia —lo sabe él y lo vivimos nosotros— nunca se ha separado de la fe.
Ante nuestro Presidente, el primer Papa latinoamericano comentó a su llegada, con palabras martianas, el aura de unidad que circunda esta Isla y el poder del diálogo para alentar la esperanza, en particular en el proceso de acercamiento entre Cuba y Estados Unidos.
¿Qué intercesión pidió para estos días? La de la Virgen de la Caridad del Cobre, la de los beatos José Olallo Valdés y José López Piteira y la del venerable Félix Varela, «gran propagador del amor entre los cubanos y entre todos los hombres»; Varela, ese gran creyente católico en el cual cree Cuba en pleno.
Al recibirlo, Raúl le comunicó la atención que le han despertado la exhortación apostólica La alegría del Evangelio, sobre temas sociales, y la carta encíclica Alabado seas, referida al cuidado del planeta y de la humanidad. El Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros elogió el interés que despiertan los análisis de Francisco sobre esos problemas, resumidos en la injusticia e inmoralidad de un sistema internacional que ha «globalizado el capital y convertido en su ídolo al dinero».
Raúl demostró en sus palabras que no es un mero anfitrión amable sino un estadista que sigue la proyección de su invitado, hombre de relieve mundial que ha reiterado «la necesidad de practicar la solidaridad y luchar unidos contra las causas estructurales de la pobreza y la desigualdad, por la dignidad del hombre…».
Por ello, el Presidente cubano confía en que el encuentro del pueblo con esta personalidad que ha apoyado nuestro diálogo con Estados Unidos «será trascendente y enriquecedor».
Ya el Papa lo había anunciado en su mensaje previo a los cubanos: está aquí para compartir fe y esperanza, para intercambiar fuerza por fuerza en un aliento que corre en dos direcciones, para alentar este ánimo de cada día con que afrontamos dificultades —que no cesarán con su visita— y el amor con que nos ayudamos unos a otros «en el camino de la vida».
El Vicario de Dios no es solo un hombre, sino que es uno sencillo y cercano que nos dijo antes de pisar La Habana, casi en un susurro, una frase tan natural como esta: «Jesús los quiere en serio». No dijo, «realmente», o «profundamente», no buscó una frase latina o un adverbio sofisticado sino «en serio», que es una expresión llana y poderosa en cualquier pueblo hispanohablante.
«Él nunca se va, Él está siempre ahí…», dijo Jorge Mario Bergoglio hablando de Jesús, pero todo el que se ha enterado de su andar por los pobres, de su hacer sin molduras en un mundo prefabricado, sabe que esa certeza también habla del argentino universal que es. Por eso los cubanos, más allá de una fe particular, lo admiran a él, y lo respetan. En serio.