El Ruanda cuenta con un programa nocturno de recreación de bastante aceptación, tal como establece el objeto social de esta cooperativa. Autor: Humberto Líster Publicado: 21/09/2017 | 06:17 pm
ARTEMISA.— Son en su mayoría los mismos trabajadores, incluso menos, y en el mismo lugar; pero los cambios son notables: mejor servicio, mayor cantidad de ofertas, clima agradable, más confort. Ahora es más placentero comer o beber algo en el restaurante El Ruanda, ubicado en la cabecera provincial de Artemisa, y hasta disfrutar de una buena actividad recreativa en las noches.
Todo comenzó en enero de 2014, cuando este centro pasó a ser una cooperativa no agropecuaria, integrada entonces por 15 socios que, en igualdad de condiciones, aportaron un capital inicial de mil CUP cada uno y, ayudados por un crédito bancario que liquidaron en pocos meses, emprendieron el camino bajo este modelo de gestión desconocido para ellos, que ha deparado más beneficios que sinsabores.
Anteriormente Olga Lidia Martínez percibía al mes solo un salario básico, bastante bajo, y era una empleada más. Ahora sus ingresos mensuales se triplicaron, a lo que se suman las utilidades, y le satisface sentirse parte de todas las decisiones que se toman.
«En las asambleas mensuales, explica Olga Lidia, prevalece el criterio de la mayoría. Contamos con mejores condiciones para trabajar y está en nuestras manos gestionar cada vez más productos y seducir a los clientes con platos atractivos y bien elaborados, y con actividades nocturnas de calidad, pues los ingresos se reparten finalmente entre los socios».
Similar criterio expone Ana Caridad Sánchez Alí, socia que labora en el área de cocina. El salario ha mejorado y se comporta según las ventas, dice. «Y ni hablar de las condiciones de trabajo; ahora buscamos para la elaboración de los platos todo cuanto necesitamos, de ahí que la labor sea más fácil. En varias ocasiones los clientes han felicitado al chef».
Puertas abiertas a la gestión
Al ser una unidad de la Empresa de Comercio, Gastronomía y Servicios, El Ruanda dependía anteriormente solo de los productos que esta le suministrara. También las reparaciones del local, el horario de trabajo y todo cuanto hicieran obedecía a las posibilidades y disposiciones de esa entidad.
Ahora están abiertos para contratar con cualquier proveedor. Reciben productos de la Pesca, de Cítricos Ceiba y del almacén mayorista ubicado en San Antonio de los Baños, entre otros.
No obstante, persisten limitaciones, pues si en un mes ellos no liquidan la deuda de todos los productos con el almacén de San Antonio, no les abastecen nuevamente. A veces, según Reinerio Díaz González, presidente de la cooperativa y antiguo administrador, no es posible vender en un mes toda la cerveza y el ron, por ejemplo, lo cual les limita de adquirir allí otros productos de alta demanda como el pollo, que sí se agota enseguida.
También el socio Gustavo Nodarse Cruz señala como limitación que no todas las formas estatales manifiestan disposición de mantener relaciones contractuales con ellos, ya sea por desconocimiento o por carecer de resoluciones y mecanismos. «Quisimos comprarle a la Empresa Pecuaria Genética Los Naranjos carne salada (tasajo), y nos ha sido imposible. Tampoco la UEB de transporte del municipio puede hacer un contrato con nosotros, y eso nos afecta, pues recientemente hicimos contrato con Balkán para adquirir queso y carecemos de un vehículo adecuado para trasladarlo hasta aquí.
No obstante, gracias a las gestiones realizadas, se han ampliado y no solo proponen comida criolla, sino que pueden dar al cliente cuanto plato sea capaz de elaborar el chef. Así ofertan algunos a base de pescado, carnero, cerdo y hasta han incursionado con la comida italiana, en particular con pizzas y espaguetis.
Mejor local + más ofertas = Más clientes + ingresos
Enclavado en una edificación antigua y maltrecha por un largo período sin recibir reparaciones, el restaurante padecía los embates de la lluvia con continuas filtraciones, carecía de falso techo y de climatización, de ahí que hacia esos problemas se enfilaran las principales acciones constructivas que desarrollaron.
Reinerio Díaz González insiste que, como los exoneraron del pago de arrendamiento del local por un año, dedicaron ese dinero a reparar el techo, colocar aire acondicionado en el salón y otras inversiones menores, con tal de mejorar el ambiente para trabajadores y clientes.
Señala que el tener garantía de arrendamiento solo por cinco años los limita de emprender acciones constructivas de mayor magnitud. Igualmente, arreglos pequeños como pintar el local, demandan de cuantiosas sumas de dinero, aun cuando los propios trabajadores colaboran en cada tarea a fin de minimizar los gastos.
Hoy El Ruanda ofrece servicio de cafetería desde las 9:00 a.m. hasta las 9:00 p.m. y funciona como restaurante a partir del mediodía hasta las 9:00 p.m. Asimismo, ofrecen la posibilidad de alquiler para bodas, quince, cumpleaños o actividades de centros laborales y cuentan con un programa nocturno de recreación con bastante aceptación, tal como establece el objeto social de esta cooperativa.
Jóvenes como Yusimí Alfonso y Jorge Luis Valle agradecen la programación cultural de El Ruanda, pues «se trata de un sitio tranquilo, donde puedes comer algo, bailar o disfrutar de un espectáculo humorístico».
Aunque se han elevado los precios de algunos productos, en dependencia de la ficha de costo, muchos prefieren este modelo de gestión por la variedad y calidad de las ofertas y el mejor servicio. El administrador explica que la falta de un transporte propio encarece el traslado de la mercancía y, por consiguiente, impacta en el saldo final, luego del puntual pago de los tributos.
Más allá de los retos que entraña el modelo y de los escollos que pudieran presentarse en el camino, los socios de El Ruanda, al igual que los de otras cooperativas de este tipo existentes en la provincia, emprendieron un camino sin regreso. Saben que en sus manos tienen el poder para gestionar el éxito y no piensan desaprovecharlo.