CAMAGÜEY, Santa Cruz del Sur.— Desde el poblado La Virginia, a 43 kilómetros de Santa Cruz del Sur, municipio por donde impactó el huracán Paloma, un numeroso grupo de jóvenes, vestidos con uniforme verde olivo, trabajan en uno de los laterales de la carretera que lleva al visitante hacia tierra sureña.
Lo mismo de día que de noche, mientras la luz solar lo permite, más de 20 combatientes laboran en el soterrado de un bitubo plástico, que conducirá en su interior la fibra óptica que no solo reducirá las vulnerabilidades de todo el sistema de telecomunicaciones ante situaciones climatológicas complejas, sino que permitirá el desarrollo de transmisión de datos y la ampliación de nuevas líneas telefónicas.
Después que este territorio cuente con la solución más efectiva, enlace por fibra óptica desde Santa Cruz del Sur hasta La Virginia, y de esta localidad mediante conexión por radio con Camagüey, otra será la historia de las comunicaciones en esta tierra de pescadores.
Se entierra la soluciónUn breve recuento de lo ocurrido con el vuelo de Paloma por la sureña ciudad revela que la nueva tecnología, una de las más avanzadas, evitará, por ejemplo, que se repita la casi total incomunicación en la que quedó este municipio costero con el resto del país.
Pero no es tan fácil abrir un conducto de 43 kilómetros: destreza, perfección y exactitud son condiciones necesarias para que fluya correctamente el primer tramo de trabajo.
«Los muchachos van tapando el área donde ya está colocado el bitubo, por la máquina zanjeadora, pero la precisión en este momento es lo que determina el éxito», afirmó Zoilo Alexis Pantoja, jefe de la Agrupación de Fibra Óptica.
En el soterrado de este componente tecnológico no puede quedar ni «una piedrecita» que lo dañe con el paso del tiempo. Incluso en aquellos lugares donde el suelo sea árido y pedregoso hay que trasladar tierra desde otros lugares, previamente localizados, para que no existan dificultades que anulen la costosa inversión y el esfuerzo de tantos días, explicó el experimentado Edilberto Enrique García, operador de la máquina zanjeadora.
Con este equipo se traza el canalillo de unos 80 centímetros de profundidad, para luego colocar la tubería.
«Quien deje pasar por alto un obstáculo, incluso piedras tan comunes del propio suelo, sabe que puede provocar un serio problema, porque si el plástico es perforado o tiene una pequeña avería no puede conducir la fibra óptica», apuntó el soldado Ángel Borrero, de solo 18 años de edad, quien azadón en mano cubre la delicada instalación, junto a sus compañeros del Servicio Militar.
El trabajo requiere no solo de limpieza en el terreno, sino que este debe cumplir con normas que dejan muy preocupados durante la faena a obreros y soldados.
«En el terreno hay que colocar, aproximadamente cada dos kilómetros, los registros de fibra de vidrio, los cuales, junto a la cinta de señalización, que también es ubicada por los muchachos junto al bitubo, alertan que debajo de la tierra hay un importante conducto», agregó el especialista Edilberto Enrique.
Si algunos de estos detalles se violaran, incluso el que tiene que ver con que quede bien compactada la tierra que recubre el bitubo, no habría efectividad cuando se introduzca la fibra.
«Parece fácil, pero este trabajo le quita el sueño a cualquiera, porque hay que lograr exactitud y eso requiere de mucha responsabilidad. Para realizar esta tarea hubo que aprobar cursos intensivos que te preparan para el soterrado, pero no hay nada como el terreno, que es la mayor escuela y en él se define todo», comentó Daniel Cruz González, uno de los combatientes.
En las alturasMientras 15 experimentados obreros de diferentes provincias, pertenecientes a la Brigada de Fibra Óptica, permanecen en tierra santacruceña, aún por tiempo indefinido, un grupo de torreros, también del sector de las Comunicaciones, repone la estructura de la torre que colapsó por la embestida de los vientos de Paloma.
«La torre tenía 57 metros de altura y quedó solamente en 24. Nosotros la restableceremos hasta llegar a 44 metros, altura donde se realizará el montaje de la parábola que permitirá la comunicación», informó Nelson Pérez Martínez, jefe de la Brigada de Torreros.
Trabajar en las alturas es difícil, pero si a esta peligrosa labor se suma la de tener que adaptar a la torre que se repone, pesados elementos de hierro obtenidos de otra similar, entonces el propósito se complica más.
«El trabajo aquí se triplica, pues las estructuras metálicas traídas hay que adaptarlas a esta torre con gran precisión», expresó el torrero Ernesto Blanco.
No es extraño que mientras Alexis Sosa, Vladimir Bejerano, Juan Carlos Pérez y Remberto Arcia estén ensamblando los toscos dispositivos en las alturas, otros compañeros de esta brigada, en tierra firme, trabajen en el ajuste exacto de las estructuras que con urgencia serán alzadas hasta la torre.
«Hay que preparar un sistema de piezas; esto incluye el cálculo exacto de ángulos, de los diámetros de los orificios donde se introducen los elementos de unión, y la perforación exacta de todos los huecos donde van miles de tornillos», agregó Iván Fonseca, otro de estos arriesgados hombres.
Al cierre de este reportaje solo faltaban por restaurar en la torre santacruceña cuatro metros, de los cerca de 20 que se restablecerán, informó Nelson Pérez Martínez.
«En tiempo récord, en menos de una semana, hemos levantado, ajustado y precisado cerca de 20 metros de torre», destacó el especialista.
Esta es una prueba de que aquí no se detienen los trabajos de la recuperación en las comunicaciones, pues mientras grupos de hombres especializados de todo el país entierran una solución futura y duradera, otros expertos en las alturas, también de provincias vecinas, empinan hacia el cielo las soluciones más inmediatas.