La tecla del duende
Ana Josefa, una teclera fiel, nos pide más historias en la columna. Y como en este espacio los abrazos son a la carta, aquí les va una, remitida desde la Isla de la Juventud...
Cruzando el desierto, un viajero inglés vio a un árabe muy pensativo, sentado al pie de una palmera. A poca distancia reposaban sus camellos, pesadamente cargados, por lo que el viajero comprendió que se trataba de un mercader de objetos de valor, que iba a vender sus joyas, perfumes y tapices a alguna ciudad vecina.
—Buen amigo, ¡salud! Parece muy preocupado. ¿Puedo ayudarlo en algo? —preguntó el viajero.
—¡Ay! —respondió el árabe con tristeza. Acabo de perder la más preciosa de las joyas.
—¡Bah! —comentó el inglés. La pérdida de una joya no debe ser gran cosa para usted que lleva tesoros sobre sus camellos. Le será fácil reponerla. ¿Qué joya es, pues?...
—Una como no volverá a hacerse —respondió el mercader. Estaba tallada en un pedazo de piedra de la Vida y había sido hecha en el taller del Tiempo. La adornaban 24 brillantes, alrededor de los cuales se agrupaban 60 más pequeños...
—A fe mía —dijo el inglés—, su prenda debió ser preciosa. Pero ¿no cree que con mucho dinero pueda hacerse otra igual?
—La joya perdida —remató el árabe, volviendo a quedar pensativo— era un día. Y un día que se pierde no vuelve a encontrarse.
Mañana, justo al mediodía, en la Casa del Jurista (Miró e/ Frexes y Aguilera), los tecleros de Holguín tendrán su última cita del año.
Y este sábado, a las 2:00 p.m., en la Facultad de Comunicación (G e/21 y 23, Vedado) será el encuentro capitalino. Tema: Pasos del tiempo. Como invitado especial estará el Maestro de Periodismo Luis Sexto, que esta vez presentará su más reciente libro de poemas: Estaciones del ocaso. Entre nos, sin que Luis se entere, les adelanto algunos poemas...
Desnudo. Ah, la palabra./ He de moldearla/ con los dedos/ de un artesano/ sin premios,/ sin mercado,/ sin impuestos.
Contraseña. Llevo conmigo las llaves./ Guardan mis secretos/ más allá de las nubes:/ parajes donde faltan las palmas;/ esquinas donde abunda el frío/ o canta mi añoranza./ Van conmigo, apretadas en el bolsillo,/ metal contra metal./ Cuando las palpo,/ se aviva la única certeza/ que no me lastima:/ En cierto lugar del mundo/ hay una casa a la que puedo pasar/ sin esperar a que me abran.
Ser. Fiel como la/ campana, aún doblando/ sobre el domingo.
Olores. Melancolía/ rosa turbia, garganta/ que sucumbe/ ante la adusta abuela/ y la sazón quemada.
Salvar al mundo es la cosa más simple. Todo lo que uno tiene que hacer es pensar. Leonar Peikoff