Lecturas
Pocas imágenes de La Habana son tan conocidas en el mundo como la del Castillo del Morro. Demoró casi 50 años en ser construido y formó parte de un sistema de fortificaciones que convirtió a la villa en uno de los destinos mejor protegidos del continente. Los destellos de su faro, cada 15 segundos, orientan la navegación en el estrecho de la Florida y señalan la entrada del puerto habanero. Regala una de las mejores perspectivas de la ciudad.
Desde que hace más de cien años comenzó a construirse, los habaneros lo hicieron lugar de preferencia para el paseo. Y parejas de enamorados acudieron en busca de intimidad; una intimidad que consiguen aunque casi a su lado se hallen otras parejas con el mismo propósito. Es el Malecón y es tanta su importancia que ese nombre genérico adquiere aquí categoría de propio y se escribe con letra inicial mayúscula.
De «música convertida en piedra» calificó Alejo Carpentier la monumental fachada barroca de la Catedral de La Habana, considerada la más hermosa y acabada de la arquitectura colonial y que contrasta con los sobrios interiores del edificio que empezó siendo una pequeña ermita dedicada a San Ignacio de Loyola, pasó a ser oratorio mayor de los jesuitas y se consagró como Catedral en 1789. Aquí se guardaron, hasta 1898, los restos de Cristóbal Colón.
Martí le llamó «el silencioso fundador». Fue un formador de conciencias. En medio de la Colonia fijó actitudes morales. Engrandeció el sentido de la nacionalidad cubana. Sin hablar nunca de política, educó en las aulas de su colegio El Salvador a una generación entera contra España y más de 200 de sus discípulos se sumaron a las huestes mambisas. Merecido monumento, en la Avenida del Puerto, a José de la Luz y Caballero, maestro de la juventud cubana.
Por sus valores, el Palacio de Pedroso figura entre nuestras más bellas reliquias. Su constructor ordenó dotarlo de cuatro pisos y quiso que dispusiera de un patio que es el más espacioso de toda La Habana antigua, mientras que su fachada, monumental y sobria a la vez, luce un balcón corrido de madera y tipo morisco. La Condesa de Merlin lo visitó en su viaje a La Habana (1844) y plasmó en sus memorias los buenos ratos pasados en la casa de su tío Montalvo.
Quizá pocos sitios de La Habana hayan sido sometidos a un proceso de restauración tan arduo y completo como la Plaza Vieja. Hubo que emplear mucho tiempo y esfuerzo para devolverle su esplendor. Aún se trabaja en el remozamiento del hotel Palacio Cueto, que se ubica fuera de la Plaza propiamente dicha, pero tan cerca que parece que forma parte de ella. Vivo ejemplo del quehacer que se acomete en esta parte de la ciudad.
A las 12:30 de la noche del 22 de febrero de 1889, los habaneros fueron testigos de un hecho extraordinario cuando se encendieron las lámparas eléctricas del Parque Central. El apagón llegó tres días después, al dañarse el generador de corriente alterna que las alimentaba y que se hallaba instalado en la antigua fábrica de gas de Tallapiedra, a orillas de la bahía, la cual se convertiría así en la primera central termoeléctrica cubana.
En 1704, los padres belemitas albergaron allí a enfermos y desamparados, alimentaron a los hambrientos y dieron educación gratuita a niños desvalidos. En 1854 los jesuitas establecieron en el Convento de Belén un colegio que se convertiría en el preferido de las familias más pudientes. En Luz y Compostela radicaron hasta 1925, cuando inauguraron en la barriada de Marianao la mayor y más lujosa escuela privada del continente.
El Sevilla se inauguró en 1908 y es la primera instalación hotelera de lujo cubana. Por sus predios pasó Al Capone. También Josephine Baker, Ernest Hemingway y George Simenon… Allí transcurre parte de la acción de Nuestro hombre en La Habana, de Graham Greene. Se alojó Enrico Caruso y, en 1910, Rubén Darío intentó suicidarse arrojándose desde uno de sus balcones. Intensa la historia de este hotel entre dos siglos.
El Museo Nacional se fundó en 1910, pero conoció de una existencia anodina e incierta hasta que sus colecciones fueron acogidas en el Palacio de Bellas Artes, cuya construcción se vio signada por la polémica. Hoy, restaurado con esmero, el edificio exhibe el repertorio del arte cubano, desde la Colonia hasta la contemporaneidad, con salas transitorias que muestran el quehacer de las últimas generaciones. Una visita que gratifica y enriquece.
Mariana Seba se enamoró de este edificio y convenció a su esposo, el general Menocal, para que lo adquiriera a nombre del Estado cubano y lo destinara a Palacio Presidencial. Como tal funcionó entre 1920 y 1965. La Casa Tiffany, de Nueva York, tuvo a su cargo la decoración y en su mobiliario y adorno se invirtieron millón y medio de dólares. Oro, marfiles y mármoles resaltaban el estilo del palacio donde hoy radica el Museo de la Revolución.
Decenas de miles de personas pasan a diario por la Plaza de la Fraternidad Americana, área arbolada y de paseos interiores, importante nudo de comunicaciones viales y del transporte habanero. Se construyó en 1928 y con ella se quiso rendir homenaje a los principales próceres de la independencia en el continente. En su centro se alza el Árbol de la Fraternidad Americana, una ceiba que se abonó con tierra de todas las repúblicas de América.
Su nombre es, desde 1918, Simón Bolívar, pero solo en documentos oficiales se le identifica así. Sigue siendo la Calzada de Reina, denominación que data de 1844, luego de haberse llamado de San Antonio Chiquito y de San Luis Gonzaga. Hasta 1835 fue la principal salida hacia el campo con que contó la ciudad, y con el tiempo, una de sus grandes arterias comerciales, muy maltratada ya por los años y la apatía. La reina de las calles.
La esquina de Belascoaín y Carlos III regala a los mayores el grato recuerdo de La Casa de los Tres Quilos. Cruzando Belascoaín se encuentra la Gran Logia Masónica y a solo unos pasos el imponente templo gótico que alberga la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, la más alta de las construcciones religiosas cubanas. ¿Cuál de estos tendrá una altura mayor? ¿El templo o la logia? Ambos son imprescindibles en la silueta de La Habana.
En el parque Trillo, en el barrio de Cayo Hueso, se edificó, y demolió después, una biblioteca que existió solo en papeles y que propició un jugoso negocio sucio. Más acá en el tiempo, cuando se construía el acueducto de la Cuenca Sur, el alcalde de turno enterró en áreas del parque un balde de latón para simbolizar que ya no habría necesidad de cargar ni almacenar el preciado líquido porque el nuevo acueducto pondría fin a la escasez. Pero la carencia siguió siendo angustiosa.
Se llamó Alfonso XIII y, con sus barracas de madera, sustituyó las instalaciones del Hospital Militar, clausurado por insalubre. En 1914 comenzaron a construirse pabellones de mampostería de lo que sería el hospital universitario. Por el hospital Calixto García, que presta servicio en todas las especialidades médico-quirúrgicas, han pasado, como alumnos, internos o especialistas, los grandes nombres de la medicina cubana.
Sus socios, salvo excepciones, no se contaban entre las grandes fortunas cubanas, pero el Vedado Tenis Club figuraba entre los cinco grandes clubes de la burguesía nacional. Su lujoso caserón de madera fue modernizado, pero la instalación perdió su salida al mar con la ampliación del Malecón. Hoy es el centro recreativo José Antonio Echeverría.
En 1918, María Teresa García Montes de Giberga quiso reavivar el ambiente musical habanero y creó la Sociedad Pro Arte Musical. Diez años después, la dedicación y el esfuerzo de esa mujer hicieron posible la construcción de un teatro con 2 600 lunetas y 24 palcos, que sobresale por su estilo ecléctico, tan común en la barriada del Vedado. Hoy, el Auditórium Amadeo Roldán sigue siendo la meca de la música de concierto en la ciudad.
No se sabe bien qué fue La Verbena, si un salón de baile, un cabaret, una sala de cine, un bar, una cafetería… Tampoco importa demasiado precisarlo a estas alturas porque ese nombre quedó grabado en la memoria colectiva y sigue siendo punto de referencia en el panorama urbano habanero. Aunque hace mucho que no existe, seguimos oyendo hablar de gente que vive cerca de ese lugar o que cambiará de ómnibus en La Verbena.
Jesús del Monte existía ya a mediados del siglo XVIII y su parroquia data de 1695. Era un punto en el camino que salía de la ciudad y se adentraba en el campo. Un caserío que progresó gracias a la pureza de su atmósfera y la amenidad de su paisaje. Es el actual municipio de Diez de Octubre, nombre que lleva asimismo su populosa calzada. La vía que inspiró a Eliseo Diego uno de los poemarios cubanos más notables.
No figura en el santoral, pero para los cubanos es la patrona del viajero; no en balde la Virgen del Camino, esculpida por Rita Longa en 1948, en la salida hacia el este de la Carretera Central, sostiene entre las manos la rosa de los vientos de los navegantes. De manera espontánea, ha sido objeto de culto y devociones, y ha dado su nombre a la concurrida plaza donde se erige y en la que confluyen varias avenidas y carreteras.