Frente al espejo
Lejana parece ya la fecha del 25 de febrero del 2006, cuando cristalizó en esta columna la voluntad de Juventud Rebelde de abrir otra ventana a la participación de los lectores en el quehacer editorial. La interactividad con ellos ya tenía una tradición amplísima en nuestro periódico, y regocija comprobar que hemos sido fieles a la misma al permitir que numerosas visiones construyan aquí un espacio reflexivo sobre nuestra sociedad y el tino con que miramos los asuntos cotidianos.
Hoy quiero comenzar con una opinión muy interesante, suerte de invitación a defender la institucionalidad sin perder de vista la flexibilidad con que debemos enfocar los más complejos asuntos. Me disculpo con la lectora por haber suprimido ciertos datos: resultan necesarios para estimular a los sujetos de su historia, pero podrían ser un obstáculo para conducir a una reflexión más general:
«Soy una asidua lectora del periódico y de su sección en particular. Lo sigo desde hace mucho tiempo. Lo busco en las páginas viejas de Bohemia y lo sigo en su blog... Pero me decidí a escribirle porque acabo de leer el artículo El periódico del día (Coloquiando, Luis Sexto, página de Opinión del viernes 13 de febrero)... y hay cosas que a una le revuelven el alma.
«Es cierto que debemos y tenemos que combatir las ilegalidades. Es cierto que hemos acogido con beneplácito a esos inspectores que nunca están cuando hacen más falta o donde hacen más falta, pero coincido con su colega Pepe Alejandro en que hay cosas y “cosas”.
«Hace unos días fui con mi esposo y mi hija pequeña a comer a un restaurante (del Vedado). En la carta anunciaban cerdo grillé y pollo grillé como únicas opciones de plato fuerte. Mi hija es pequeña, tiene siete años y está en esa edad donde los niños se ponen “payasos” para comer...
«¡Qué dilema el mío cuando se negó rotundamente a comer cualquiera de los dos platos! “¿Y ahora qué nos hacemos? ¿Salir a buscar otro restaurante donde van a ofertar más o menos lo mismo?”, nos preguntamos. Pero, oh milagro, el capitán del salón se le acercó a la niña y nos propuso que, si comprábamos además un entremés de jamón y queso, él podía pedirle al chef que lo pusiera en el filete de pollo y lo gratinara un poco. ¡Se me abrieron las puertas del cielo! La niña, con la opción del queso derretido, daba saltos de alegría. El capitán jugó con ella, le hizo cuentos, la entretuvo muchísimo, le hizo bromas... Vaya, que pasamos una noche relajada, superalegre, feliz... y en moneda nacional.
«Hasta aquí usted dirá: “¿y eso qué tiene que ver? ¿se trata de una madre agradecida que desea que le agradezca públicamente al restaurante?”. Sí, quiero que le agradezca al personal del restaurante. Quiero que todo el país lo sepa porque con los mismos recursos con que contaba el restaurante, un poco de imaginación y muchísima profesionalidad y ganas de hacer las cosas, ese colectivo me deparó una noche agradabilísima e hizo feliz a una niña de siete años.
«Pero lo fundamental es que me enteré de que, si un inspector “coge” al capitán haciendo lo que hizo, lo puede pagar carísimo. Él y todo el personal que aceptó el hecho. ¿Por qué? Porque el plato no estaba en la carta. ¿Pero si es a partir de los mismos platos de la carta? ¿Si los estoy pagando igual? ¿Si él no ha puesto un ingrediente más? Sí, puso mucho amor, pero eso no se paga. Y es así como le cuento. Les aplican una multa o pueden incluso separarlos del trabajo.
«Y yo pregunto: ¿Hasta dónde puede llegar cierta rigidez de pensamiento? ¿Por qué castigar una acción que pone felices a todos, amén de hacerle ganar (decentemente) dinero a la empresa? ¿Un inspector no debe valorar la situación y tratar de comprenderla antes de aplicar sus medidas? Me indigna. De veras que me indigna. En ocasiones trabajar no motiva mucho por las causas que todos conocemos, pero de ahí a pasar trabajo para trabajar... Eso no tiene nada que ver con que el país no tenga recursos materiales...». (Yemly Figueredo Ayala)
«He tenido el privilegio de leer su crónica Sintonice su corazón a esta hora (José Aurelio Paz, 15 de febrero), y le doy las gracias por tan bello trabajo, humilde, talentoso, hermoso. Me alegro que el amor no sea una consigna para muchos, y que al escribir le brotara la espuma de Vallejo; y ese Himno al amor de una víctima como lo fue Edith Piaf. Anteriormente había leído una crónica preciosa de usted, ahora me devuelve esta. Quien siente la suerte de los otros, la buena, la mala; quien sabe que el mundo no es color de rosa, y que la quiebra existe, pero se sobrepone, claro que no está solo. Le deseo entonces valor, ese que tiene al escribir hermoso, y muy buena suerte». (Margarita Aldanas)
«Yelanys Hernández y Carla Gloria Colomé, estudiante de Periodismo: Pude leer con detenimiento el artículo Jóvenes jazzistas presentan sus propuestas en Jazz Plaza (en la edición impresa se tituló Tras la pista de los nuevos que llegan, y fue publicado el 14 de febrero). De corazón las felicito por su estilo de redacción, el desarrollo del tema, la riqueza en contenido del trabajo y su dramaturgia coherente artísticamente aplicada.
«Les confieso que nunca había tenido la dicha de leer un trabajo periodístico sobre el Jazz Cubano que relacione lo tradicional y lo contemporáneo con tanta brillantez y esté nutrido de datos interesantes. Pude notar que una de ustedes cursa estudios en la Facultad. Quiera la dicha que de ella emerjan periodistas con tanto calibre cultural y pluma siempre en ristre como la del Maestro. Mis felicitaciones». (Tony Reytor, Radio Mundo Latino, Estocolmo, Suecia)