Acuse de recibo
Marisela Rodríguez (Avenida 57 No. 7405, Apto. B, Alturas de Belén, Marianao, La Habana) escribe para alertar sobre la falta hace más de cuatro meses en farmacias de la tioridazina, un medicamento esencial que consume la mayoría de los ancianos con demencia senil, como su mamá de 90 años de edad.
Precisa que ese medicamento es el que mantiene sedados a los ancianos, sin convertirlos en «zombies», pues permite que duerman la noche en calma, y al día siguiente se mantengan vitales y tranquilos. Y manifiesta su inquietud porque no se ha dado una explicación pública, ni se sabe si habrá solución en algún momento.
Pero cuando no está en falta, enfatiza, es un vía crucis el obtenerlo: solo lo pueden recetar siquiatras o geriatras, y en muchos policlínicos no hay esas especialidades. A pesar de que los ancianos prescriptos consumen la tioridazina diariamente y se lo recetan de por vida, no está asegurada por la venta mediante el «tarjetón». Todos los meses hay que acceder a un siquiatra o un geriatra que la recete.
Se expende solo en las farmacias especiales. En Marianao, por ejemplo, donde Marisela vive, solo se vende en la farmacia de 51 y 126. «Desde donde vivo —ejemplifica—, tengo que coger una guagua y son más de seis o siete paradas. Para cuando llegue hacer allí una interminable cola cuando la hay. Por supuesto que todo eso atenta contra mi posibilidad de asistir asiduamente a mi trabajo».
Añade que en el policlínico hay una sola siquiatra (no hay geriatra) que da una consulta a la semana. También hay que dedicar una mañana a ir a la farmacia y conseguir el medicamento. Ya son dos mañanas perdidas de trabajo. Y en su caso, puede laborar, pues aún su madre está fuerte, y asiste a un hogar de ancianos de día. La lleva por la mañana y la recoge por la tarde.
Ahora, con la falta de tioridazina, tuvo que cambiar por prescripción facultativa ese medicamento por el alprazolam. Comenzó a dárselo hace diez días, y su madre ha sufrido algunos trastornos de salud desde entonces.
Afirma que ello no solo le sucede a su madre. En el asilo al que asiste la señora le dijeron a Marisela que todos los ancianos que tomaban tioridazina y le cambiaron para el alprazolam, se están comportando de similar manera.
Marisela considera que otras personas deben estar pasando por la misma situación. «Somos muchos los adultos mayores (yo tengo 61 años) que tenemos que trabajar y también atender ancianos. La verdad es que no sé si mi caso tenga solución. No sé si recuperaré la posibilidad de contar con la tioridazina otra vez».
Por la connotación que esto puede traer en la creciente población de adultos mayores que tenemos en Cuba, Marisela insiste en que es importante que alguien encuentre una solución definitiva al tema y dar más facilidades a las personas que tienen esta situación, para poder adquirir dichos medicamentos. «El método del tarjetón funciona perfectamente, ya que tienes casi una garantía de conseguirlos en la farmacia de tu barrio.
«Que alguien explique qué pasa con la tioridazina, si tiene solución y cuándo», concluye.
En nombre de muchos de esos ancianos y de sus familias, ruego al Ministerio de Salud Pública que, tal como responde a múltiples inquietudes de la ciudadanía en esta columna, lo haga una vez más, pero de forma ágil, por las secuelas que puede estar teniendo la ausencia del medicamento en muchos hogares de esta Cuba que envejece vertiginosamente.