Acuse de recibo
Ahora sí que llegó al tope mi capacidad de asombro, ante uno de los mayores sinsentidos —de acuerdo con mi modesta opinión— que se hayan denunciado en el tiempo de vida de esta columna.
Si lo duda, pregúntele a los vecinos de la calle A entre Ángeles y Calvario, en el reparto El Calvario del municipio habanero de Arroyo Naranjo.
Uno de ellos, Frank Gómez Calderón, cuenta en nombre de los demás que en esa cuadra se concluyó en menos de seis meses un edificio de viviendas cuya construcción llevaba paralizada prácticamente 20 años.
El inmueble recibió la condición de «habitable» cuando no contaba —ni aún cuenta— con una conexión a la red de aguas albañales. Entonces, la entidad constructora —no se menciona cuál— decidió que para almacenar los residuos y detritus de los nuevos vecinos se utilizara la cisterna del edificio. Y en menos de un mes, se desbordó la «cisterna-fosa».
Ahora todas esas aguas sucias se pasean por la calle. Los afectados llevan dos años sufriendo aquel desorden fecal. Y ante sus reclamos, envían un camión cisterna que desocupa el almacén de heces. Pero en poco tiempo este se vuelve a desbordar.
No lo explica el remitente; pero si esos vecinos utilizan la cisterna como evacuación de fecales, ¿cómo se abastecerán de agua?
No tiene precedente este escatológico episodio, en los 15 años que llevo al frente de la columna Acuse de Recibo…
El tránsito del consumo normado al de oferta y demanda, una necesidad impostergable de la economía cubana, requiere crear las condiciones de producción y distribución suficientes, para que tal medida no constituya un paso atrás y se convierta en factor de especulación e inseguridad.
Lo sostengo ahora que el lector Ramón Orozco me escribe desde Luz Caballero No. 26-A, entre Maceo y Juan Bruno Zayas, en la localidad villaclareña de Vueltas (Camajuaní).
Refiere Orozco que en Vueltas no hay jabón de baño en CUP. Cuando este producto llega, lo acaparan los revendedores para ofertarlos después, a precios superiores, hasta que vuelva el suministro de ese producto.
Orozco no es economista ni mucho menos, pero sustenta una lógica insoslayable: para evitar los revendedores especuladores, tiene que haber jabón en abundancia.
Maritza Romero Rodríguez (Los Mangos No. 14, entre Calzada de Managua y Pinos, reparto El Retiro-Calvario, Arroyo Naranjo, La Habana) quiere agradecer que en este país exista un colectivo tan especial como la Clínica del Diabético, de 17, en el Vedado capitalino.
«Allí —afirma—, desde que uno entra todo es amor, delicadeza, buen trato, profesionalidad. Y, además, hay una excelente limpieza.
«Todo el personal —médicos, enfermeras, las muchachitas de Información y Recepción, los del Laboratorio Clínico, todos… — es digno de destacar.
«Pero fundamentalmente quiero felicitar a las compañeras de la Recepción e Información, a las enfermeras y a la doctora oftalmóloga.
«Ojalá que en todas las instituciones de la salud el personal tuviera ese comportamiento y ese carácter para con sus pacientes. De esta forma estaríamos ganando significativamente en la recuperación de los enfermos.
«Lleguen a estos compañeros mis más modestos reconocimientos y agradecimientos, por su meritoria labor.
«No quisiera terminar mi misiva sin mencionar al doctor Arturo Hernández Yero, endocrino, que recientemente se jubiló; y que, además de ser un excelentísimo médico, es profesor, padre y amigo: un gran ser humano. Lleguen a él de parte de esta paciente, una vez más, sinceros cariños y admiración».