Acuse de recibo
La convivencia entre vecinos sigue siendo en nuestra sociedad una zona sumamente controvertida, en la cual no siempre impera aquel apotegma lapidario del Benemérito Benito Juárez: «El respeto al derecho ajeno es la paz».
Y no es la primera vez que esta columna refleja el desconcierto y la impotencia de personas que viven prácticamente hostigadas por acciones unilaterales de sus «colindantes», que les afectan la tranquilidad y el diario vivir.
Hoy me escribe Celestino Pérez Rodríguez, quien junto a su familia vive permanentemente estresado en su casa, en Federico Rey 787, Cuabita, en Puerto Boniato, en Santiago de Cuba.
Y el origen del trauma es que el vecino de este hombre tiene un taller bien pegado allí, donde arma y reconstruye motocicletas, afila cuchillos, acciona una sierra de madera y martillea constantemente sobre hierro «sin un horario: no importa el día. Da lo mismo lunes que domingo; y la hora tampoco importa: igual a las seis de la mañana que las 12 de la noche».
Ya Celestino tuvo que trasladar de su casa a la suegra, que tiene 86 años y demencia senil. Y a su esposa, que padece el Mal de Parkinson, le recomendó el médico tranquilidad y reposo, algo imposible en medio de aquel cerco sonoro. Y angustiado, él solicita ayuda: «Quiero ya en mis días finales descansar en paz».
Por su parte, Miguel Moret Hernández, me escribe desde calle B, sin número, reparto El Jardín, en la ciudad de Camagüey: él denuncia que allá muchas personas se quejan de que hay vecinos que operan equipos de soldadura en sus casas.
Ello desencadena gran inestabilidad en el suministro de energía eléctrica, lo cual afecta los nuevos equipos electrodomésticos a los cuales han tenido acceso mediante la Revolución Energética.
«Los que tenemos la mala suerte de vivir cerca de uno de ellos, señala, estamos corriendo el riesgo de que el nuevo refrigerador o televisor nos dure muy poco. Usted puede imaginarse la angustia».
A ello se suma, refiere, el hecho de que esas personas están «robando» corriente a la Empresa Eléctrica en grandes cantidades, ya que la electricidad que consumen no pasa por el metro contador.
Precisa Moret que él ha denunciado esto en la Empresa Eléctrica y nadie allí ha actuado en tal sentido, cuestión que no entiende: «Además de nuestra economía, está en juego la de la empresa».
Lo más triste de todo es que ese tipo de molestias vecinales, de hecho quedan en terreno de nadie, y muchas veces depende del convencimiento y la voluntad de los infractores el rectificar su daño. Por lo general, las autoridades no se implican ni imponen orden en esos litigios entre vecinos; como si el espíritu de la Ley llegara hasta la acera, sin traspasar el umbral del vecindario.
La tercera misiva la envía Bárbara Jiménez Cantero, vecina de Vicente Sumaya 5, entre Piro Guinart y Pablo Pichs, en la ciudad de Trinidad, provincia de Sancti Spíritus.
La remitente relata que su mamá se encuentra convaleciente de una intervención quirúrgica muy compleja que le hicieron en el Hospital Hermanos Ameijeiras, de la capital.
«Es meritorio, consigna, destacar la amabilidad de sus trabajadores, de todo el personal, ya sea médico o paramédico, del piso 17. Y en especial destaca el equipo médico que realizó la operación, encabezado por el profesor Montejo; el director del hospital, doctor Enamorado; el vicedirector quirúrgico, doctor Quevedo, los de Anatomía Patológica que dirige el doctor Borrajero, el doctor Soriano, de Oncología; y así una interminable lista».
Manifiesta Bárbara que su mamá, por muy mal que se sintiera, sentía alivio cuando le hablaban y la acariciaban. El nivel de limpieza es elevado, la alimentación con calidad. «No tuvimos que llevar nada, no hemos hecho ningún regalo. Y yo pregunto cuánto nos habría costado esta operación fuera de nuestro país, pues no somos una familia rica, somos sencillamente trabajadores».