En las instalaciones del Instituto Geográfico Militar se imprimieron las boletas que se usarán en los comicios generales de este domingo. Autor: El Universo Publicado: 06/02/2021 | 08:44 pm
Si los sondeos no han dado gato por liebre, lo que las urnas ecuatorianas mostrarán hoy con mayor fuerza será la incredulidad política sembrada por la gestión de Lenín Moreno. Y, tal vez, el cansancio de la ciudadanía.
No hablemos solo —y, claro, Covid-19 por medio— de la crisis económica y social que el Presidente saliente profundizó con los 4 500 millones de dólares que pidió al FMI, y que se pagan del modo clásico: a cambio de recetados ajustes que, como en Argentina, tocará aplicar (o revertir) al mandatario que asuma, además de enfrentar la contracción de nueve por ciento que ha sufrido el PIB, y los otros 3 500 millones dólares que Moreno acaba de pedir a la Corporación de Desarrollo Financiero de EE. UU., para «remplazar deuda externa».
Tampoco hay que circunscribirse al deficiente manejo de la pandemia y sus más de 251 000 contagios y unos 15 000 muertos.
Quizá lo que más pese en el augurado poco entusiasmo para votar, sean las secuelas de la labor satanizadora del mandato de Moreno con el fin de demonizar todo lo que antes fue; el desgajamiento de cuatro años en que se ha bregado por revertir la percepción de hechos que dieron estabilidad y pundonor a Ecuador, y trastocar los criterios…
Desde la usurpación del liderazgo de Alianza País a estas fechas, el mal uso de los tribunales para perseguir al correísmo no solo ha llevado a muchos de sus jóvenes líderes a la cárcel o al exilio. Una se pregunta hasta dónde el descrédito sembrado por las falsas acusaciones de corrupción, o acerca de un quehacer económico tildado ahora de ineficiente, está pesando en el escepticismo de las personas.
No se trata de desacreditar a la Revolución Ciudadana per se. Las campañas para desdecir y cuestionar todo lo que se hizo en diez escasos años deben haber mellado, en general, la confianza de una sociedad que cuando el cambio llegó, estaba harta de eso que el exmandatario Rafael Correa llamó la partidocracia. Aquellos desgobiernos provocaron la sucesión de cuatro mandatarios, uno de ellos depuesto por sublevación popular, apenas entre 1997 y 2003, cuando Lucio Gutiérrez fue elegido; pero otro levantamiento de pueblo —el de «los forajidos»— lo obligó a abandonar el mandato dos años después.
Cualquiera podría refutar con el argumento cierto de que para escoger, este domingo «sobran» candidatos: 16 fórmulas presidenciales se postulan. Pero, lejos de ofrecer alternativas, tal atomización de presuntos liderazgos, muchos de ellos con las mismas promesas y carentes de programas creíbles, pudiera alimentar el sentimiento de frustración en vez de neutralizarlo.
El progresismo, también dividido, igualmente resta fuerzas.
Según las principales encuestas, los electores indecisos se ubican en porcentajes que van de 23 a 37 puntos. Y eso podría ser tanto o más que los votos avizorados, incluso, para los candidatos mejor ranqueados.
Como en Ecuador el ejercicio del sufragio es obligatorio, tal escepticismo no se traducirá en abstención. Pero se espera que cuando cierren las mesas, afloren los votos nulos o en blanco.
Dos cartas
En tan sombrío panorama toca competir a varios candidatos distintos al estatus quo entre los que sobresale, pese a tantas adversidades, el economista Andrés Arauz, aspirante que recoge los postulados de la Revolución Ciudadana donde fungió como director del Banco Central y ministro de Conocimiento y Talento Humano.
Carente de movimiento político propio, pues los correístas nunca pudieron inscribir un nuevo partido después que Alianza País les fue usurpada, la candidatura del joven Arauz acompañado del periodista Carlos Rabascall —sustituto de Correa, a quien se impidió postularse a la vicepresidencia en virtud de un juicio amañado y condena de ocho años— ha sido acogida por la progresista Unión Nacional de la Esperanza (UNE).
Ese no ha sido el único hándicap vencido. Para presentarse a elecciones, el binomio ha debido sortear toda clase de jugarretas judiciales que pretendieron escamotearle la inscripción en las boletas.
Incluso, hay quienes piensan que algunos de esos recursos legales permanecen agazapados, y saltarán otra vez si Arauz ganara.
Los porcentajes indican que una victoria suya ocurriría en segunda vuelta… Los sondeos no se han movido mucho de un mes a esta parte, y siguen indicando para Arauz-Rabascall una votación que ronda entre el 30 y el 39 por ciento, muy cerca de los cuales se ubica, aunque por debajo, la fórmula rancia que encabeza el empresario y banquero Guillermo Lasso: la derecha neoliberal tan cercana a Moreno al inicio de su mandato. Su eventual triunfo significaría acabar de dar la vuelta de tuerca.
Para muestra, un botón. En sus primeros días de campaña, Lasso aseguró que las 400 empresas que posee el Estado deben liquidarse, venderse o «hacerlas más eficientes» mediante contratos con empresas privadas.
Pero muchos confían en que no todo está predicho pues, quienes han sabido sobreponerse a la manipulación mediática, todavía serían capaces de darle la presidencia a Arauz este domingo.
Si ninguno de los candidatos obtiene 40 por ciento de votos con diez por ciento de diferencia sobre el otro, habrá que ir al balotaje.
El tercer mejor ubicado es un hombre del pueblo, el indígena Yaku Pérez, quien se postula por Pachakutik, el partido que en un momento fue brazo político de la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas; pero no se le confieren posibilidades.
También están en las papeletas caras conocidas como la del expresidente Gutiérrez, traidor al movimiento indígena cuando llegaron juntos al poder, o la de Gustavo Larrea, político de experiencia a quien se identifica con la centroizquierda.
Hay personalidades nuevas como Xavier Hervas, de Izquierda Democrática, o la primera mujer que se postula, Ximena Peña, quien se presenta por la actual Alianza País, a pesar de lo cual se describe a sí misma como «ni correísta ni morenista».
Sin embargo, ninguno de estos parece tener chance de ganar. Veremos qué dicen las urnas: Ecuador sale a flote, o vuelve a hundirse en el marasmo neoliberal.