El magnate fue a dictar normas. Autor: Reuters Publicado: 21/09/2017 | 07:06 pm
El debut del presidente Donald Trump en la Organización de las Naciones Unidas ha sido muestra especial de su visión unipolar del mundo, algo que responde a la arrogancia imperial habitual, pero en este caso exacerbada al extremo.
El lunes 18 auspició un evento sobre la Reforma de las Naciones Unidas —para lo que contó con la participación del secretario general del organismo, Antonio Guterres—, donde presentó una declaración política de diez puntos ante los representantes de los 120 países que accedieron a firmarla. No fue invitado el resto de la comunidad internacional, presente en Nueva York para participar en el segmento de alto nivel del 72 período de sesiones de la Asamblea General de la ONU.
Para completar la falta de transparencia en el método empleado, el texto no fue negociado, no se transmitió por los canales intergubernamentales de consulta que están establecidos en la ONU, no se propició el diálogo democrático y participativo, ni se escucharon otras opiniones y puntos de vista, lo que hace evidente la falta de discusión y de consenso sobre un tema que interesa a todos y sobre el cual hace mucho que la inmensa mayoría de los países miembros de la organización internacional tiene reclamos, incluso antes de que el señor Trump decidiera aspirar a la presidencia de su país.
En general, las críticas y valoraciones que se han expuesto públicamente en las asambleas y foros de la organización internacional desde hace años buscan elevar el papel de la ONU y su eficiencia en interés de todos y con respeto a la soberanía e independencia de cada Estado miembro, sean grandes o pequeños.
Entre los países que no se han sumado a la posición trumpiana, y por supuesto fueron excluidos del cónclave de la mañana del lunes, está la pequeña Cuba, pero también potencias mundiales bien definidas o poderosos estados emergentes como Rusia, China, Brasil y Sudáfrica, por ejemplo.
La paradoja mayor es que el plan de Trump estimula al Secretario General de la ONU a liderar esa reforma que supuestamente provee «gran transparencia» y la trata como una institución de negocio en la cual Estados Unidos invierte. Así dijo el mandatario estadounidense: «En los últimos años, las Naciones Unidas no han alcanzado su pleno potencial debido a la burocracia y la mala gestión. Si bien las Naciones Unidas con un presupuesto ordinario han aumentado en 140 por ciento y su personal se ha más que duplicado desde el año 2000, no estamos viendo los resultados alineados con esta inversión». Claro que dejó bien claro antes de esta aseveración que Washington es el mayor contribuyente a los fondos de la ONU, y eso suena al viejo adagio ajeno a las bases y principios de la ONU: «el que paga, manda», cuando está claro que la reforma de la institución le corresponde a todos sus miembros y no puede permitirse un chantaje financiero como el expuesto en más de una ocasión por la nueva administración de Estados Unidos, que hasta ahora solo cuestionaba su utilidad para sus intereses. Trump ha dicho «en cuanto a la ONU, las cosas serán diferentes después del 20 de enero», una alusión al día en que tomó posesión en Washington.
No es de extrañar que la Declaración Política de Donald Trump tenga puntos que pudieran interferir en la soberanía de los Estados cuando se habla de respuestas humanitarias, desarrollo y paz, por citar algunas, soslayando así necesidades e intereses de todos los pueblos del mundo. Recuerden que su lema es America first (Estados Unidos primero).
De manera que ha puesto sobre la mesa la unipolaridad, el unilateralismo en las relaciones internacionales, lo que es totalmente ajeno a una organización que, entre otras reformas, requiere de más democratización.
En declaraciones a la agencia noticiosa RIA, Leonid Slutsky, presidente de la Comisión de Asuntos Internacionales del Parlamento ruso, sentenció: «La reforma de Trump es un hito hacia un mundo unipolar y reduce el papel de la ONU en la arquitectura internacional que se está formando en el siglo XXI. No estamos dispuestos a apoyar o participar en este proceso».
Las puntualizaciones a la postura asumida este lunes por el presidente de Estados Unidos, quien este martes hará su discurso en la sesión oficial de apertura del segmento de alto nivel de la 72da. asamblea general de la ONU, le han llegado también desde su propio patio.
The Washington Post, al dar a conocer lo sucedido en la reunión excluyente en la que Trump estuvo flanqueado por Guterres y por su embajadora Nikki Haley, resaltó la frase con la que este señaló que esa reformas tenían «la mirada puesta en cambiar los negocios», una posición de empresario multimillonario administrando el mundo y no un jefe de Estado previendo los problemas del planeta.
«No pudo resistirse», dijo el diario washingtoniano, y puso a su rascacielos la Trump World Tower (Torre Mundial Trump) que está frente a la sede de la ONU, como el plug para la organización mundial: «En realidad he visto un gran potencial al otro lado de la calle, para ser honesto con usted», dijo Trump, «y fue solo por la razón que las Naciones Unidas estuvieron aquí que resultó ser un proyecto exitoso». Así que ha aumentado capital a costa de la ONU.
Los negocios son los negocios. Poco importa el complejo e injusto panorama internacional y sus retos principales, algunos desechados por Trump. Hablamos del cambio climático, de las desigualdades, de la pobreza que prevalece, de un mundo lleno de guerras provocadas por quienes quieren para sí todas las riquezas del planeta, y las amenazas de conflictos nucleares donde la arrogancia tiene el protagonismo de poder apretar el botón que arrase con todo…
La ONU no es perfecta, pero arreglarla depende de un consenso donde cada uno ponga su grano de arena y sus propuestas en el debate y la negociación para que tenga el apoyo de la comunidad internacional, y no del protagonismo de un debutante.