Miguelina será recordada como una de las figuras históricas del atletismo cubano Autor: Armando Hernández Publicado: 02/12/2019 | 09:41 pm
Me ha ocurrido varias veces. Cuando se acerca una competencia atlética donde Cuba estará representada, comienzo a buscar en las listas de las posibles participantes a Miguelina Cobián.
Merezco que me digan soñador y hasta utópico. Está bien, acúsenme de iluso, aunque es más que sueño: la veo miembro de la selección nacional de su deporte. Está y nunca dejará de estar.
A todo le llega el final; pero cuando uno admira a alguien no acepta fácil ese adiós a los triunfos, en alguna medida, del admirador también. La nuestra nunca fue una relación seca deportista-periodista.
Con Miguelina vibré más allá de las imágenes, las noticias, las cuartillas que le dedicaba, y situé lo más puro de mí en cada zancada suya.
Desde aquel inicio y sin final
Santiago de Cuba. Competencia en la rudimentaria pista. Son los 100 metros planos. Miguelina corre… ¡descalza! ¡El disparo! Vence.
Vinieron nuevos combates y nuevas victorias. Juegos Centroamericanos y del Caribe de Kingston, Jamaica, en 1962. En la arrancada de la prueba reina Miguela, desde el inicio, se adueña de la lid: oro con 12 segundos exactos para igualar la mejor marca de la especialidad en la justa.
Cuatro años después, Puerto Rico, la odisea del Cerro Pelado: derrotada la estupidez yanqui que intentó impedir nuestra participación. La Cobián, campeona de los cien lisos con 11.7. En 200, plata, con 24.8, solo superada por la jamaiquina Una Morris (24.2).
Panamá 1970, su tercera corona del subcontinente al cronometrar 11.4; la une al gran premio en los 200 con 23.5. Únicamente ella y otro cubano, Rafael Fortún, han logrado tres cetros, y consecutivos, en la prueba reina del certamen. En el cambio de batón, un título y dos segundos lugares.
Más alegrías: plata en los 100 (11.5) y los 200 (24) en la cita panamericana de Sao Paulo 1963, escalón de plata en el relevo (46.4); segunda y tercera en la más corta distancia y al correr la mitad del óvalo, respectivamente, en Winnipeg 1967, con 11.6 y 23.8; oro en el relevo: 44.6.
Nuestra primera finalista olímpica: quinta en los 100 lisos (11.7) en Tokio 1964; medalla de plata en el relevo de México 1968 (43.3) y séptima en la prueba reina (11.6).
Supo de tristezas. No todo salió bien. Lesión. Intervención quirúrgica. Los años haciendo estragos. La despedida. Ya lo dije: no hay adiós. Aquí está Miguelina Cobián: en los nuevos galardones centroamericanos, del continente, mundiales, olímpicos.
Vuelve a estremecer, con tanto quehacer y tantas victorias del deporte cubano en la rama femenina y masculina. Ahí está, ahí viene Miguelina Cobián. En cada novata o novato que entrena para hacer vida de las ilusiones.
Ella vibra en la gran dicha de los Juegos Escolares. En la pista, el tabloncillo, el gimnasio…que me acusen de soñador. La veo, la siento miembro de la selección nacional de atletismo, de la delegación cubana. La Gacela Oriental continúa conquistando victorias: lanza el disco con Denia Caballero o vence la varilla con la garrochista Yarisley Silva.