Una llovizna fina y un frío poco acostumbrado para su julio recibe a los cubanos que llegan por estos días a Lima. Desde que se sale del aeropuerto internacional Jorge Chávez el ambiente deportivo le llena los ojos a los viajeros que recién aterrizan en la capital peruana. Innumerable cantidad de carteles de diferentes tamaños y formatos aparecen en todas partes, a lo largo del recorrido que nos lleva por la vía expresa rumbo al hotel en donde residiremos los cronistas cubanos.
La primera parada del día es en el Centro de Prensa, que recibe a todos los medios y profesionales acreditados con su aspecto de masivo cuartel general, y sirve a la vez como un refugio al clima que intenta empañar con su grisura el brillo de los que serán unos juegos memorables para propios y extraños.
Nada más completar el proceso de registro, toca pasar al salón general, en donde comienzan a confluir poco a poco los contadores de historias de diferentes partes del continente. Acentos mexicanos, boricuas, panameños, quisqueyanos y paisas son algunos de los que se escuchan en la interminable habitación que acoge a hermanos nacidos en diferentes puntos de la geografía que comprende desde Alaska hasta la Patagonia.
Entre el bullicio común de este lugar, hay un sonido que marca el compás. Los teclados resuenan, cada uno con su propio ritmo, a la vez que construyen con su plástico sonido una sinfonía que narra la precuela de lo que serán la fiesta panamericana a partir del día 24, fecha marcada para el comienzo de las actividades competitivas.
En medio de todo el clamoreo, un personaje se roba los flashes. Se llama Milco, y tiene sus orígenes en las figuras de arcilla que fabricaban los chancay, civilización que habitó diferentes zonas de la costa central peruana entre los siglos XII y XIII.
La figurita de la mascota oficial de los Juegos Panamericanos causa sensación, y en cuestión de minutos los carismáticos peluches se «evaporan» del puesto de ventas. Los que deseen llevarse al sonriente muñequito como un recuerdo de Lima, deberán esperar la llegada del nuevo lote.
Cerca de ahí, una muestra de las raíces peruanas se presenta para que los visitantes sientan de cerca la cultura milenaria de los incas. Un corredor chasqui y un quipu multicolor, acompañados de una pequeña muestra de las especias más conocidas de esta nación, ponen un sabor particular a esta cita, cuyos mejores días están todavía por llegar.