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La burbuja dorada de Patterson

Desde 1998 Cuba no accedía al título de una Copa del Mundo de Espada, en la categoría juvenil. Entonces fue de Andrés Carrillo la corona que recientemente nos devolvió Luis Enrique Patterson

Autor:

Julieta García Ríos

Por estos días Luis Enrique Patterson se ha vuelto popular. Con su espada, el carismático presidente de la FEEM del Centro de Alto Rendimiento Cerro Pelado tocó el triunfo. Sucedió el pasado 8 de noviembre, cuando en San Salvador, la capital salvadoreña, resultó campeón individual de la Copa del Mundo de Espada, en la categoría juvenil.

Sin ningún punto en el ranking y convencido de que era el momento de probar su destreza, llegó el cubano al certamen al que asistieron 32 atletas de 17 naciones, incluidas potencias como Rusia y Estados Unidos.

Con la corona, Patterson ganó 32 unidades y saltó del fondo del listado al lugar 30 del ranking mundial entre los jóvenes esgrimistas.

El holguinero, de 19 años y 1,96 metros de estatura, impresionó en San Salvador hasta al propio Vitaly Logvin, presidente de la Confederación Panamericana de Esgrima, quien lo felicitó por el desempeño en las pistas, el dominio de la técnica y, sobre todo, por su buen carácter.

Sucede que el muchacho es realmente sociable. Por él supimos que comenzó a practicar esgrima de pequeño, no porque le sedujeran las hazañas de los mosqueteros, sino por el deseo de «escapar» algunas tardes de la escuela e ir como muchos de sus amigos al área especial.

«Solo tomé en serio el deporte cuando me presenté en la primera competencia municipal y gané», confiesa.

«Luego tuve varios entrenadores, pero a los que más recuerdo son a Rafael López y Rafael Domínguez. Ambos dedicaron mucho tiempo a mi formación. Insistían en que aprendiera bien la técnica, que trabajara la guardia, punto débil de los espadistas. También daban mucha importancia a los elementos teóricos, sobre todo a la táctica, algo que después pude entender bien. Hoy les estoy muy agradecido».

Por un tiempo Patterson pensó que estaba destinado solo al bronce. En sus incursiones en Juegos Escolares siempre quedaba tercero. Pero el «hechizo» se rompió cuando en el año 2011 el holguinero, nacido el 18 de marzo de 1996, debutó en el Campeonato Nacional Juvenil y ganó el primer oro de su carrera. La victoria fue decisiva para que lo invitaran a la Copa Intercontinental que se realizó al año siguiente en la isla caribeña de Guadalupe.

En esa competencia, reconoce, tuvo que hacer magia para avanzar. «Por retraso en el vuelo llegué tarde, y en lugar de concursar en cadete, como correspondía, me presenté en junior, una categoría superior. Competí bien y fui medallista de plata».

El oro en el Nacional y la plata en Guadalupe le aseguraron su pase a la selección nacional de espada en septiembre de 2013.

Cuenta que, junto a la tropa que dirige Jaine Hernández, no le fue fácil al principio. «No me empataba con la verdad. Me costó adaptarme porque el cambio fue fuerte. La espada es el arma que más desarrollo tiene en Cuba, y mis compañeros son atletas muy experimentados. Yo venía de provincia, donde el nivel no se compara con el de aquí, no tenía una espada como la de ahora, ni entrenaba en pistas. Con 16 años era el menor del equipo, y salí adelante gracias al apoyo de mi entrenador, que se volvió mi guía, y de algunos compañeros de equipo».

La tropa de mosqueteros

Como un atleta disciplinado, persistente y muy técnico describe Jaine a su discípulo, a quien le augura un futuro exitoso, pues en el tiempo que lleva con él ha progresado aceleradamente.

Jaine Hernández su guía. Foto: Roberto Ruiz

Patterson, risueño casi siempre, reconoce que ha tomado lo mejor de cada uno de los integrantes de la selección nacional de espada:

Reynier Henriquez: «Él más experimentado del equipo y compañero de cuarto, de quien aprendí la picardía competitiva, las mañas que solo se logran compitiendo».

Ringo Quintero: «Me enseñó cuándo es adecuado sacar ventaja del tamaño. Somos los más altos del equipo (1,96 metros). Ser alto te permite tener mayor alcance sin necesidad de esforzarte tanto, pero exige trabajar más en la fuerza y la velocidad para entrar y salir en la distancia del otro».

Fidel Ferrer: «Es el más rápido del equipo, me ayuda a mejorar mi tiempo de reacción, a veces ni me permite darle un toque».

Yunior Reytor: «Tiene las extremidades muy largas, lo que le da gran alcance, y es muy efectivo con los toques al pie, su mejor acción, siempre me “coge” el pie y eso me obliga a defenderme mejor; a los demás no les permito ese toque».

—Entonces, ¿él es el único que puede marcarte al pie?

—Bueno, cuando yo quiero (risas). También me han ayudado los dos muchachos nuevos.

Dariel Carrión: «Tiene mi edad y también es muy técnico, por lo que no me puedo confiar».

Yudiel López, el zurdo: «Es de gran ayuda, pues no teníamos ningún atleta que tirara con esa mano. Para suplir la falta el profe combatía a la zurda».

Una buena técnica y excelentes condiciones físicas no son suficientes para lograr el triunfo deportivo. Es importante tener la mente bien enfocada en el éxito. Por eso este muchacho pondera también los consejos de las psicólogas Orquidea Rodríguez y Yamilé González, quienes lo dotaron de varias herramientas.

«Para relajarme trabajo con los ejercicios de respiración, también leo e interpreto cada frase, así entreno la mente. También la música me ayuda; en San Salvador se me rompió el celular y no pude escuchar nada. Pero no me afectó. Las psicólogas me han enseñado a que me centre en una burbuja donde todo gira alrededor de la competencia. Para concentrarme visualizo el camino. Voy mirando todo el recorrido que hago desde que salgo de mi habitación hasta la sala de competencia. Cuando llego ahí, me acuesto si puedo, cierro lo ojos y repaso cada detalle desde el paisaje hasta los pasos que di y la puerta por la que entré. Puedes hablarme y no te escucho. Eso mismo hago en el tiempo que hay entre un asalto y otro. Veo las acciones de mi oponente, sus defectos y trabajo sobre estos en el siguiente match».

A San Salvador el cubano viajó sin la compañía de su entrenador. La presencia allí de europeos y estadounidenses le impresionó, por ser estos atletas más «ranqueados». Así se lo hizo saber a su mentor, quien por vía electrónica respondió: «No te preocupes por quiénes son, ni dónde viven, solo concéntrate en hacer tu esgrima. Ellos tienen más competencias, pero nosotros tenemos mejor técnica y más corazón».

Patterson le contestó: «Gracias, profe, era lo que necesitaba y esperaba que me dijera».

En la pool 3, pista verde, y teniendo como árbitro al nicaragüense Carlos Guillermo Hernández, compitió Patterson. Allí obtuvo cuatro victorias ante el salvadoreño Juan Francisco de Jesús (5-2), el panameño José Quiroz (5-3), el estadounidense Curtis McDowald (5-3) y el costarricense Daniel Barrantes (5-2), y solo cedió frente al búlgaro Plamen Dikov (2-5).

Al guatemalteco Carlos Pacay le ganó «sin mucho trabajo» (15-7), en la ronda de eliminación directa de 32 tiradores. El siguiente contrincante fue el zurdo Bruno Girón, de Perú, «un combate difícil» que pudo dominar 15 toques a 12. «A los zurdos se les trabaja por fuera y sin cometer errores, porque siempre llevan ventaja», explica.

«Hay que hacer magia. De la pista no me bajo, salvo para subir al podio», dijo para sí el cubano cuando entró a cuartos de final.

Su siguiente oponente, el ruso Viktor Artiukhov, hasta ese momento el mejor tirador de la competencia, había doblegado a todos sus contrarios sin apenas ser tocado. De modo que el cubano se aferró a todo su arsenal técnico-táctico.

«Dejé pasar el primer minuto para analizar su estilo. Vi que tenía defectos, su mala técnica enmarañaba el combate. Fue un duelo apretado. En el primer descanso repasé cada uno de sus movimientos, vi cuáles eran las técnicas que más usaba. El segundo asalto lo destiné a empatar y en el último lo provoqué para asaltar los dos simultáneamente, sacar ventaja de mi estatura y llegar primero. Así aseguré medalla».

«En semifinales me enfrenté al salvadoreño Cristian Mejías, campeón de la Copa anterior, y ahí me di cuenta de cuán importante me ha sido Fidel (Ferrer) con su rapidez. Utilicé el doble todo el tiempo y los toques al pie, que solo tiro cuando estoy muy seguro porque se necesita mucha precisión. El combate terminó 15 a 11 y cuando vi que iría a la final con el peruano Eduardo García, supe que el oro sería mío».

Ambos atletas se conocían. García había hecho base de entrenamiento en Cuba. Y pese a que en el recorrido al podio había eliminado al boricua Rivera, al búlgaro Dikov, al kazajo Matkerimov —de los mejores en la competencia—, con él no podría, pensó Patterson. Y así sucedió, al concluir la final, el marcador anunció 15 toques a 8 a favor del cubano.

Al indagar sobre la estrategia trazada para la Copa del Mundo, el jovencito comenta: «Regalé muchos toques, ninguno al peruano (risas). Lo hice para estudiar a mis adversarios y también para probar acciones que hemos entrenado. Luego de mucho tiempo sin competir, no quería que se acabara tan rápido y al terminar tenía fuerzas para seguir».

Mientras tanto, Patterson aprovecha la fortuna de entrenar cada día con su tropa estelar del Cerro Pelado. En los próximos años Cuba podría entrar a los planos estelares de la espada gracias al desempeño de este jovencito y sus compañeros, pero para ello será imprescindible garantizarles el necesario fogueo internacional.

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