En cualquiera de los sitios afectados, almas nobles van dejando diariamente su desinteresada huella de amor. Autor: Maykel Espinosa Rodríguez Publicado: 30/01/2019 | 07:34 pm
El espaldar de una silla, la tapa de una lavadora, partes de un sofá, una foto descolorida, tanques de agua desfigurados, ramas de árboles esparcidas, líneas eléctricas colgadas cual cadenetas de los balcones, vidrios rotos, tejas torcidas como papeles, casas sin techo, huellas de donde hubo viviendas, y escombros y más escombros en las calles.
Esta es quizá la imagen que describe todavía a los municipios capitalinos de Regla, Guanabacoa, Diez de Octubre y San Miguel del Padrón, como consecuencia del tornado del pasado domingo. Un fenómeno meteorológico que arrebató todo lo que encontró a su paso, pero no la solidaridad, los sueños y las esperanzas de aquellos a los que tocó con su furia.
Al menos así pudimos apreciarlo la víspera en la pequeña barriada de Jesús del Monte, en el municipio capitalino de Diez de Octubre. Allí, aun sin fluido eléctrico, agua, ni más pertenencias que las que la furia del viento no pudo robarles, sus habitantes intentan reconstruir la vida que les fue arrebatada en solo 16 minutos. En este empeño no están solos.
Desde los primeros instantes, dicen, no sin salir del asombro, llegaron las primeras muestras de apoyo, diversas y de las personas menos esperadas, muestras que no se han detenido. Allí, como por otros puntos de la ciudad, es común ver a estudiantes, artistas, personal de la salud, especialistas de Planificación Física, inspectores del gas, linieros y operarios, preocupándose por quienes sobrevivieron a los embates, ayudando a recoger escombros, repartiendo esperanza en medio de la desesperación.
De ello dan fe las imágenes que divulgan los medios de prensa, las que se comparten en las redes sociales, y las que toman por estos días quienes llegan hasta el epicentro del desastre. En cualquiera de los sitios afectados, cual abejas laboriosas, almas nobles van dejando diariamente su desinteresada huella de amor.
Con el corazón en las manos
Marian Curbelo recorre por estos días las calles de Jesús del Monte. Residente en este mismo municipio, aunque en otra localidad menos afectada, fue de las primeras en sumarse al llamado hecho a estudiantes y jóvenes en la noche del 28 de enero, en la Marcha de las Antorchas. Otros estudiantes de la Facultad de Biología de la Universidad de la Habana, como ella, la acompañan desde este martes.
Dice que aquí ha hecho suya cada vivienda que le ha abierto sus puertas. «Vamos tocando puerta por puerta, preguntando qué podemos hacer por ellos, desde sacar escombros, hasta escuchar a quienes no salen del asombro por lo sucedido. Toda ayuda es válida».
Sus palabras las confirman los vecinos, a quienes al principio les tomó por sorpresa la bisoña tropa que trabaja sin descanso hombro con hombro con los afectados. «Ayer incluso nos ayudaron a hacer una caldosa para todos», interrumpe un señor mientras conversamos con Marian. Ella no estuvo entre los mencionados, me confiesa, «pero hemos sido tantos, que es común confundirnos».
Unas cuadras más adelante, Sheila Reyes y Geisa Hechavarría, estudiantes de la Facultad de Turismo de la Colina Universitaria, evitan que los transeúntes sean golpeados por algunos de los escombros que, desde la azotea de un segundo piso, arrojan sus compañeros.
«Al final de este pasillo hubo un derrumbe parcial y la vía más rápida de sacarlos es subiéndolos a esta azotea y arrojarlos a la calle para que los camiones lo recojan», explicaron». Ellas también llevan dos jornadas en estas labores. «El martes ayudamos en el Casino Deportivo, hoy estamos aquí, y mañana donde haga falta», confirman.
Su voluntad es compartida. «Nadie nos obliga en esta misión que asumimos con mucho amor. Lo sentimos como un deber. Hay compañeros que están en las aulas en este momento, recibiendo las clases que no se han detenido. Después nos ponemos de acuerdo para nosotros estar al día también con la academia», acotaron.
Las tres jóvenes explicaron que aunque a nuestro paso solo nos topamos con estudiantes y profesores de la Universidad de La Habana, este no es el único centro de altos estudios que ha brindado sus manos a la rehabilitación de la capital. «Trabajamos con las universidades Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría y de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, aunque aquí no importa la procedencia, sino el aporte que estamos dispuestos a dar», destacaron.
A nuestras espaldas, otro grupo de jóvenes ratifican cada palabra mientras ayudan a depositar los desechos en uno de los camiones parqueados a la orilla de la calle. Estos visten de verde olivo, son jóvenes soldados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias que también han llegado al lugar. No son los únicos, tampoco este el único camión.
En toda la barriada, y desde ayer, son varios los que transportan fuera del lugar los desechos que las personas han podido acumular en las calles. Al frente de ocho de ellos, y de dos cargadores, un taller móvil, una planta de engrase y 20 operarios, está Luis Roig Masón, director de la unidad empresarial de base de movimiento de tierra de la empresa de construcción y Montaje de Pinar del Río.
«Llegamos el martes en la noche y desde bien temprano de este miércoles nos sumamos a las tropas del Contingente Blas Roca que operaban aquí. No somos los únicos de la más occidental de las provincias cubanas que estamos participando en esta tarea; nuestro apoyo abarca a toda la ciudad. Aquí estaremos hasta que sea necesario», afirmó.
Los jóvenes unen su fuerza en la recuperación. Foto: Tomada del perfil de Facebook de Raúl Alejandro Palmero Fernández
Fotos: Maykel Espinosa
Además de estas imágenes puede ver también la galería «La Habana después del tornado», en la que nuestro fotógrafo Maykel Espinosa nos muestra las diversas acciones de recuperación que se realizan en la capital cubana, iniciativas protagonizadas por jóvenes, quienes hacen colectas para ayudar a los damnificados y se dan cita en los municipios afectados para ofrecer su apoyo.