En su viaje el Che fue recibido por autoridades de varios países, entre ellas el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser. Autor: Cortesía del entrevistado Publicado: 21/09/2017 | 06:58 pm
El 18 de abril de 1959, a poco más de tres meses del triunfo revolucionario, Fidel informó al pueblo, por televisión, sobre el viaje que realizaría el Che a más de diez países de Asia y África y algunos de Europa para estrechar las relaciones culturales, comerciales y políticas de la naciente Revolución. El joven capitán Omar Fernández, que se había incorporado a la Columna 32 José Antonio Echeverría y había sido dirigente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), era el segundo al mando en ese periplo.
«Cuando lo supe estaba sentado y di un salto tremendo en la silla. Imagínate, un viaje acompañando al Che. No sé si se me salieron las lágrimas o no, pero me emocioné muchísimo».
De los días previos a la partida no olvida Omar el aprieto en que Celia Sánchez lo puso cuando le pidió que persuadiera al Guerrillero de no ir con el uniforme verde olivo.
«Seguí las instrucciones de Celia y al otro día amanecí en la casa del Che con mil argumentos sobre reglamentaciones que prohibían el uso del uniforme durante viajes al extranjero. Pero con nada pude convencerlo. Ya él se había decidido por la camisa con que hicimos y ganamos la guerra», rememora.
Por eso, con barbas y uniforme, salieron el 12 de junio hacia Egipto, donde la noche del 13 Omar abrazó muy fuerte al Che y lo felicitó cuando solo faltaban unos minutos para el cumpleaños 31 del Guerrillero. Al amanecer todos los compañeros le cantaron Felicidades en el desayuno.
«Él estaba muy contento. Celia, antes de salir de Cuba, me lo recordó», confiesa.
Del viaje que hicieron entre el 12 de junio y el 8 de septiembre de 1959 por Egipto, Siria, India, Birmania, Japón, Indonesia, Ceilán (Sri Lanka), Paquistán, Sudán y Marruecos, y también a la antigua Yugoslavia y a Italia, muchas son las anécdotas que guarda el capitán rebelde. En Birmania, el embajador de Estados Unidos allí fue hasta el hotel donde estábamos a hablar con él. Y por las preguntas capciosas del político estadounidense, las respuestas bien plantadas del Che pusieron al hombre blanco, y salió de allí hecho una flecha», cuenta.
Omar recuerda con respeto al Comandante Guevara. Foto: Calixto N. Llanes
De aquel periplo, pocos conocen que Omar y el Che, cuando estuvieron en Japón, se «escaparon» para ver Hiroshima.
Lo habían pedido en varias ocasiones y no les confirmaban. «Nos están dando de lado, pero en cualquier momento nosotros arrancamos», dice Omar que le susurró el Che.
«Y como él me indicó, hablé con los muchachos y les dije que nos esperaran allí, en Osaka. Dejamos a Francisco (Pancho) García Vals —quien fue después Ministro de Finanzas— como jefe del grupo».
A las diez de la noche sacaron boletos para Hiroshima y, a las cinco de la mañana, ya los dos barbudos con uniforme llamaban la atención de los habitantes en una de las ciudades más tristes del mundo.
«La conocimos en un día. Al primer lugar que fuimos fue a un hospital. Allí, por causa aún de la bomba, la gente sufría leucemia, y a muchos les faltaban brazos o piernas. No hablo de 20 o 30 personas, se trataba de más de 400 enfermos graves.
«El Che dijo que ni la palabra más cruel podía expresar el dolor de Hiroshima. Se fue muy impresionado de allí. Cogimos el tren de la medianoche hasta Osaka y al amanecer nos empatamos con la delegación».
Y no solo en Asia la gente detuvo el paso para mirar a aquellos dos hombres. En Italia también ocasionaron miradas de admiración. «Ustedes son producto de la Revolución que acaba de nacer en Cuba», le afirmó a la delegación un sacerdote católico en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano.
Como señal de respeto, el cura se encargó de mostrarles todo el lugar a los cubanos. «Solo nos faltó ver al Papa —narra Omar—, y cuando entramos a la Capilla Sixtina el Che dio una clase sobre los frescos de Miguel Ángel que yo me quedé impresionado.
«Yo aprendí mucho con el Che. Fueron miles los momentos a su lado», asegura y me deja saber cuánto lo quiso y respetó».