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Ramón Núñez Armas, el gol en los botines

A pesar de su levedad en la geografía nacional, el municipio tunero de Manatí le ha tributado al fútbol cubano más de una figura ilustre

Autor:

Juan Morales Agüero

A pesar de su levedad en la geografía nacional, el municipio tunero de Manatí le ha tributado al fútbol cubano más de una figura ilustre. Desde que se introdujo allí su práctica en el primer cuarto del pasado siglo, el bien llamado deporte de las multitudes polarizó la simpatía de sus pobladores. Eso explica por qué los goles son allí más populares que los jonrones.

Algunos jugadores locales conquistaron notoriedad en distintas épocas cuando integraron el equipo Cuba. En la década de los años 60 tuvieron ese honor José Verdecia y Brígido Ochoa, delantero y guardameta, respectivamente. Un tiempo después, William Bennet dictó cátedra también bajo los tres palos y hasta llegó a ser director técnico de la selección nacional. En los 70 Pedro Fenton convirtió el mediocampo en su zona de confort. Alineó como regular en aquel partido en el que Cuba le disputó a Brasil el oro de los Juegos Panamericanos de San Juan’79. Y está Ramón Núñez Armas, uno de los futbolistas cubanos de casta en los años 70 y 80 de la pasada centuria.

El currículo de un crack

Monguín, como lo llaman sus allegados, nació el 19 de abril de 1953 en Manatí. Era chico cuando se aficionó a patear balones junto con sus amigos en las calles cercana a su casa. Sus regates y sus fintas provocaron que un técnico local notara en él su precoz talento y lo animara a inscribirse en un área especial. De allí saltó a la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE) y en ese contexto concurrió a varias ediciones de los Juegos Escolares Nacionales, siempre como delantero.

Durante esa etapa colegial y juvenil —en la que también figura su estancia en la ESPA nacional— deslumbró por su técnica y por su capacidad para marcar goles. Lo demostró en los equipos Oriente y Mineros, cuyas nóminas integró varias veces. Es una pena que, por las limitaciones tecnológicas de la época, las estadísticas de entonces carecieran del necesario rigor. Aun así, esa parte de su ficha le calcula alrededor de 20 goles.

Corría 1974 cuando, en virtud de la calidad demostrada en los campeonatos en los que hacía acto de presencia, lo convocaron a la preselección
nacional. A la sazón no solo marcaba goles, sino que amenazaba por convertirse en referente. El banquillo fue transitorio, pues en poco tiempo se ganó la confianza de sus técnicos —entre ellos el húngaro Tibor Ivanics— quienes poco a poco le dieron oportunidades en las alineaciones regulares.

El primer compromiso de trascendencia del manatiense fue la eliminatoria para el Campeonato Mundial previsto para jugarse en Argentina en 1978. Haití devino el rival que abrió el calendario en un estadio Latinoamericano repleto. En su nómina figuraban jugadores veteranos del mundial de Alemania’74, como el delantero Emmanuel Sannon y el cancerbero Wilner Piquant.

«Aquel día marqué el primer gol de Cuba a los 19 segundos de comenzar el partido
—recuerda siempre—. Masó recibió el balón por la derecha, lo centró para el área, yo corrí y llegué a tiempo para rematar sobre la marcha. El gol fue tan rápido que la televisión no lo pudo tomar, pues aún no había comenzado a transmitir. Terminamos empatados, al igual que en la vuelta. Debimos ir a un tercer juego en Panamá, donde perdimos 2-0».

Moscú 1980 y Honduras 1981

Uno de los momentos más importantes de su carrera sobrevino en 1980, cuando asistió con el equipo CUBA a los Juegos Olímpicos de Moscú, capital de la entonces Unión Soviética. En el partido inaugural los criollos derrotaron 1-0 a la africana Zambia. Un par de jornadas después vencieron 2-1 a Venezuela, saldo que los envió a cuartos de finales. El segundo gol de este partido salió del botín de Núñez Armas. Pero el sueño llegó hasta ahí, pues luego perdieron dos veces sin anotar: los soviéticos los vencieron 8-0 y luego hicieron otro tanto los checos con 3-0.

«Nunca olvidaré aquel partido frente a la URSS en el estadio Dínamo, en Moscú —recuerda—. ¡Qué tremendo frío! Jugamos con una temperatura rozando los 0 grados centígrados. Estábamos entumecidos. Les pedimos a los organizadores que nos dejaran ponernos medias en las manos y monos debajo de los chores, lo aceptaron. Finalmente, los anfitriones nos dieron goleada». 

Pero, en mi opinión, el de-
sempeño más notable en la carrera de Núñez Armas sobrevino en 1981, cuando Honduras organizó un torneo hexagonal que otorgaría dos boletos para el Campeonato Mundial de España, previsto para un año después. Por las dos plazas lidiaron, además de Cuba y el equipo local, Canadá, Haití, México y El Salvador. Los favoritos aztecas fueron eliminados, y, en su lugar, clasificaron el país sede y El Salvador. Cuba terminó quinta, con un triunfo, dos empates, un par de fracasos, cuatro anotaciones a favor y ocho en contra.

Núñez Armas rubricó aquella vez la mitad de los goles cubanos y jugó a tan alto nivel que los scouts de dos equipos de Costa Rica —Liga Deportiva Alajuelense y Deportivo Saprissa— se le acercaron para proponerle jugosos contratos, los cuales él rechazó. Al final integró el equipo Todos Estrellas del torneo como el mejor centro delantero, por delante de Hugo Sánchez, el mexicano que hizo luego carrera en el Real Madrid, donde llegó a adjudicarse cinco premios Pichichi como máximo goleador.

Recuerdo que, a su regreso a Manatí, me prestó los periódicos hondureños con las reseñas del certamen. ¡Todos encomiaron el rendimiento del cubano! Por cierto, el diario El Heraldo publicó algo que, por lo absurdo, no pasó de ser una nota simpática. Aseguraba que Núñez Armas —blanco, rubio y de ojos azules— era, realmente, un infiltrado ruso dentro del equipo cubano, compuesto entonces, mayoritariamente, por mestizos.

En aquel torneo, una portada del diario hondureño La Tribuna incluyó una entrevista a Núñez Armas acompañada de una enorme foto suya. Su entrevistador fue el conocido cronista deportivo y popular presentador de televisión Salvador Nasrrala, quien luego devino candidato a la presidencia de su país. Otros rotativos también le tomaron declaraciones e instantáneas.

Por cierto, no fueron los profesionales ticos los únicos que intentaron atraer a Núñez Armas a sus filas durante su carrera. Antes de la hexagonal hondureña, dos equipos de Estados Unidos que toparon con nuestra selección nacional en el estadio Pedro Marrero se interesaron también por él: se trató de Aztecas de Los Ángeles y Chicago Sting. A
ambos Núñez Armas les agradeció el halago, pero les declinó la invitación.

Otras páginas de su currículo

Competencias continentales y regionales forman parte del aval futbolístico de Ramón Núñez Armas, como Juegos Deportivos Panamericanos (San Juan’79, Caracas’83 e Indianápolis’87) y Juegos Centroamericanos y del Caribe (Medellín’78, La Habana’82 y Santiago de los Caballeros’86). También tomó parte en Espartaquiadas de los Ejércitos Amigos, encuentros amistosos y giras de preparación por diversos países de Europa, África y América, invariablemente con el dorsal número 10 en su casaca.

Cuando un estelar cuelga los tacos

Los expertos admiraron en Núñez Armas durante su etapa activa su exquisita técnica, su impecable golpeo, su refinado olfato, su habilidad para el regate y su táctica. En su rutilante trayectoria por canchas cubanas y foráneas anotó cientos de veces y encabezó ese departamento en no pocos campeonatos. Jamás dejó de representar en ellos a su provincia. 

Luego de permanecer por más de una década en la selección nacional de fútbol de Cuba, Ramón Núñez Armas decidió colgar los tacos. El 25 de agosto de 1988 se le hizo un retiro oficial en la cancha del estadio Ovidio Torres, el mismo donde tantas veces exhibió sus dotes como extra clase de un deporte que Manatí lleva en su ADN. Miles de aficionados vitorearon aquel día al declarado Hijo Ilustre de su pueblo y al eterno enamorado de un terruño a cuyas esencias y linaje jamás dejará de pertenecer. Eso lo ennoblece y lo hace todavía más grande.

Ramón Núñez Armas reside en la actualidad en Caimito, en la provincia de La Habana. A sus 71 años de edad, prosigue sus nexos con el fútbol, ocasionalmente como participante o como colaborador en los certámenes de veteranos organizados en los terrenos de La Polar. Su nombre y su currículo son referentes obligados que persisten en el tiempo, negados al olvido. Se les recuerda siempre con admiración, porque figuran con caracteres dorados en la antología de lo mejor de nuestro fútbol.

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