Imagen de la jornada de estancia de Anzoátegu. Autor: Misión Médica de Cuba Publicado: 21/09/2017 | 06:52 pm
ESTADO DE ANZOÁTEGUI, Venezuela.— El paisaje de Puerto La Cruz, bañado por el mar Caribe, es uno de los más hermosos vistos en esta expedición que seguirá buscando toda historia posible sobre la lucha de una revolución que sigue en pie a pesar de la guerra a muerte que le hacen el imperialismo y sus fuerzas aliadas.
El cielo claro, las aguas, el canto de los pájaros, el viento limpio que bate en todas direcciones, ayudan a sosegar el espíritu desvelado por la nostalgia. El viaje ha sido largo desde Caracas hasta aquí, unas cuatro horas que han tenido como destino la sede de la coordinación, a nivel de Estado, de la Misión Médica Cubana.
La casa donde radica la coordinación es la 102. Tiene, como ya hemos notado, un escenario paradisíaco: en el lugar están ubicadas varias casas pertenecientes a Petróleos de Venezuela S.A. (Pdvsa), en las cuales radican directivos y personal vinculados con las actividades de la corporación estatal en la zona del oriente del país sudamericano.
Las residencias son la evidencia del estilo de vida norteamericano, pues fueron hechas y vividas por funcionarios norteños cuando ellos llevaban allí las riendas del negocio petrolero.
El encuentro con los colabores cubanos de la salud, el deporte y la cultura es hermoso. Las horas fluyen tranquilas, atravesadas por el efecto sedante del mar. Estaremos poco tiempo. Pero un detalle ha venido alimentando nuestra curiosidad a lo largo del viaje desde la capital: se habla de una casa en la cual hicieron estadía, en 2005, los comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez, y todos cuentan sobre cómo un día el primero decidió darse un saltico hasta la sede de la coordinación de los cubanos, y de cómo durante unos minutos Chávez se sobresaltó con la traviesa e inevitable visita del líder cubano a nuestros médicos.
Bajo los árboles, cuando ya hemos terminado algunos diálogos con los colaboradores, divisamos la casa conocida como ejecutiva, numerada con el 101, donde estuvieron los especiales inquilinos durante cinco noches y cuatro días. Está a unos 50 metros de nuestra ubicación, asomada al oleaje del mar. Algo nos dice que debemos ir hasta ella.
Tocamos a la enorme puerta principal. Nadie contesta. Nos vamos hacia el lateral, buscando la cocina. Dos mujeres con cara de preocupación nos atienden. Están alistándose para una importante visita en breve. Insistimos. Solo queremos conocer si saben algo del paso de Fidel y de Chávez por allí. La respuesta es asombrosa: ellas, y otro muchacho que sale del fondo también con rostro tenso y de apuro, atendieron a los dos gigantes en 2005.
Ahora sí suplicamos unos minutos de diálogo. Nos dejan entrar porque notan en nosotros la pasión, la alegría y la curiosidad. El recinto es hermoso, más bien sobrio, donde reinan la madera oscura en muebles, puertas y ventanas. Nos cuentan que fue en uno de los espacios de la 101 donde el periodista y corresponsal de guerra Walter Martínez entrevistó para su programa de televisión Dossier, el 30 de junio de 2005, al Comandante en Jefe Fidel Castro.
Quienes nos reciben tuvieron la oportunidad de atender a entrevistador y entrevistado, llevar algún que otro café. Entonces Walter habló de un programa especial, de vivir momentos especiales, de que «naturalmente, los acontecimientos están en pleno desarrollo». Fidel abrió el diálogo con un elogio al espacio del periodista. Le comentó que se había vuelto aficionado al programa. Habló del momento excepcional que estaba viviendo nuestra especie, hizo alusión a temas apasionantes, como la evolución de la inteligencia humana. Y la conversación derivó hacia tópicos como la Crisis de Octubre en 1962, el peligro de los armamentos nucleares y del medio ambiente en deterioro, como factores que ya hacían pensar en el riesgo de extinción de la humanidad.
Todavía Jim Salazar, de 42 años de edad —quien desde hace 16 trabaja en la casa ejecutiva—, y Yully Gil, de 51 años —quien lleva 14 años laborando allí—, recuerdan aquel encuentro. Y desde luego, no olvidan la estancia de los dos líderes, a quienes sorprendía la madrugada reflexionando e intercambiando ideas, como solo pueden hacer dos amigos cuando sostienen una relación entrañable.
Memorias de jim y de yully
«Bueno, mire —accede Jim a rememorar—, el Presidente Fidel Castro tuvo una visita en Venezuela, estuvo específicamente en Puerto La Cruz, que queda al oriente del país, donde tuvo una “queda” de cuatro o cinco días con el presidente Chávez, pues en esos días hubo una junta directiva de Pdvsa con los gobernantes que estaban en aquel momento en el Estado de Anzoátegui.
«Hubo una entrevista hecha por Dossier, que se transmitió en vivo, directamente desde esta casa. Estuvimos presentes un grupo de compañeros. Los atendimos entonces. Normalmente les servimos un café, el cual nos recibieron con mucho agrado».
Jim recuerda que Fidel llevaba una dieta muy sobria. «Agradable su visita —dice del Comandante en Jefe—, persona sencilla. En vez de nosotros agasajarlos a ellos, ellos nos agasajaron a nosotros».
—¿Estaban ustedes nerviosos, o más bien tranquilos?
—Bueno, al principio algo nerviosos, pero después nos dieron un poco más de confianza. Al segundo, o tercer día, fue que estuvimos más relajados. Ellos incluso hicieron dinámica deportiva en el campo residencial, y estaba completo aquí el equipo de médicos, de periodistas, todos.
—Para ustedes fue un momento de gran emotividad…
—Claro. Tenemos hasta una foto con ellos.
—¿Cómo fue eso de que Fidel se le «escapó» a Chávez para visitar la casa de los colaboradores cubanos?
—Una tarde salió. Claro, lo sabían las personas que estaban cerca de él. Se llegó hasta la casa 102. Y allí, donde está la coordinación de los médicos cubanos, se presentó.
—¿Y Chávez qué hizo cuando se percató de su ausencia?
—Bueno, fue a su encuentro. Fidel habrá estado «perdido» unos 20 minutos.
Yully Gil afirma que Chávez se preocupó mucho, aunque Fidel no corría riesgos.
—¿Y qué dijo el líder de la Revolución Cubana cuando «apareció»?, preguntamos a los dos venezolanos.
—Que él quería conocer el sitio donde estaban trabajando sus compatriotas, recuerda Jim.
Yully Gil no olvida que cuando Fidel vio «a todos los de la Casa Ejecutiva, se fijó en que algunos estábamos gorditos. De verdad que me pareció una persona muy simpática. De verdad que para nosotros fue un orgullo».
En la casa 102 todavía se habla de la visita de Fidel, de cómo entró por la cocina y los colaboradores le brindaron café. Hay imágenes fotográficas que los internacionalistas cubanos guardan con orgullo. El episodio sobre la vueltecita que el Comandante en Jefe se dio por casa de sus «compatriotas» se ha convertido en leyenda, en escapada traviesa, en uno de los minutos más difíciles que aseguran debe haber vivido Chávez, quien debió haberse alegrado en lo más hondo cuando volvió a ver a su compañero de las mil batallas.