Cuba investiga la posible obtención de plantas genéticamente modificadas, e incluso, hay varias de ellas en diferentes estadíos de desarrollo, informó el doctor Carlos Borroto, vicedirector del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), en el VI Seminario Internacional de Sanidad Vegetal.
En el evento, que sesiona hasta el viernes, se dan cita 200 especialistas y estudiosos de América y Europa, para debatir sobre temas relacionados con la protección de plantas, el diagnóstico e identificación de plagas en la agricultura tropical, la inocuidad alimentaria, y los plaguicidas químicos y su impacto ambiental, entre otros.
En declaraciones a JR, Borroto explicó que aunque Cuba no siembra comercialmente organismos genéticamente modificados, estos pueden tener un impacto en la agricultura cubana, siempre que se manejen adecuadamente.
«Nosotros somos una de las pocas naciones que en el sector público dominamos la tecnología y tenemos las posibilidades de llegar hasta el final del proceso con un resultado importante para el país.
«Estamos enfrascados en ello de una manera seria, segura. El cultivo más adelantado en este momento es el de un maíz con dos caracteres modificados: será resistente al insecto denominado comúnmente “palomilla”, el cual constituye la plaga más importante para este grano en Cuba, y además a un herbicida».
Según precisó el también jefe del Programa Nacional de Biotecnología Agropecuaria, en el proyecto participan además el Centro Nacional de Seguridad Biológica, que vela por su seguridad ambiental, y el Instituto Nacional de Higiene y Epidemiología, que debe aprobar el consumo humano.
«Este proceso tiene varias etapas: la escala de laboratorio, la de casas de cultivo, la de parcela experimental, y de ahí a la penúltima fase, en la que nos encontramos ahora, que consiste en desarrollar ensayos en distintos territorios, para probar el comportamiento del gen en diferentes ambientes, suelos, climas...
«En cada una de estas fases debemos demostrar eficacia —el gen debe funcionar, producir una toxina que mate al insecto—, y seguridad, o sea, que dicha toxina no sea dañina a las personas ni al ambiente.
«Los ensayos actuales cubren una hectárea, y pretendemos ir a una segunda escalada, de diez hectáreas. Si tenemos resultados tan satisfactorios en esta nueva variante, estamos planteando en el año 2009 hacer una extensión un poco mayor.