Acuse de recibo
El doctor José L. Fernández Yero, vicepresidente primero del Grupo Empresarial BioCubaFarma, responde a quejas recientes de lectores sobre la escasez de medicamentos. Y precisa que aunque estemos en Cuba con limitaciones por todos conocidas, a las que se les trata de buscar solución, nuestra industria biotecnológica y farmacéutica está regulada por normas internacionales.
Esas regulaciones, apunta, se aplican a cada procedimiento, con especificaciones detalladas de cada materia prima y de su proveedor, el cual tiene que estar aprobado y registrado con anterioridad por la entidad regulatoria nacional, así como cada material de envase, instructivo, equipo e instalación industrial.
Cuba, acota, tiene un cuadro básico de medicamentos de 857 productos, y el surtido de esa industria, entre medicamentos químicos, biológicos, biotecnológicos, medios de diagnóstico y equipos médicos, asciende a 1 099.
Cada producto, precisa, requiere de múltiples componentes, de orígenes diferentes y siempre e incondicionalmente de proveedores evaluados, aprobados y registrados. De fallar alguno por calidad, negativa de ofertas u otra razón, se debe buscar y evaluar otro en largo y costoso proceso, que implica probar tres lotes de materia prima en condiciones de producción para aprobarlo, y proceder a comprar para producir. Gran parte de los proveedores son de mercados muy distantes, como India y China.
Nuestra industria, señala, emplea equipamiento complejo y muy especializado, una parte del cual está sujeto a restricciones para su mantenimiento y compra de piezas, por el bloqueo norteamericano. Y su ambiente de trabajo tiene normas especiales de temperatura, humedad, partículas en el aire, emisión de material tóxico, calidad estricta del agua y otros, que en ocasiones, y por la inestabilidad de los servicios públicos garantizarlos resulta complejo. Las materias primas son perecederas y requieren almacenamiento especial.
A pesar de los esfuerzos del Gobierno, entre estos la creación de BioCubaFarma hace 30 meses, nuestra industria se encuentra descapitalizada, como resultado de un deficiente proceso inversionista y de mantenimiento durante muchos años, que ahora la dirección del país está apoyando, especialmente con recursos propios y con la inversión extranjera en la Zona Especial de Desarrollo Mariel, afirma.
La industria no cubre la demanda de medicamentos, aun cuando los de muy alto consumo y bajo precio, como la duralgina, de la que se consumen 70 millones de tabletas cada mes y unos 870 a 900 millones anuales, se importan, para preservar esa capacidad de producción para productos más estratégicos como el enalapril y el captopril.
El nivel de regulación es estricto, y no permite acciones remediales. Ejemplo: un medicamento que está registrado con envase secundario o cajita, además de su empaque de aluminio y plástico, tiene que ser obligatoriamente comercializado en aquel. Se planifica la importación del envase según cronograma, para que llegue al menos al comenzar el proceso productivo, pero el suministrador informa que no puede enviar la cajita hasta dentro de diez semanas. Y es necesario pedir un permiso a la autoridad regulatoria para poder distribuir sin la cajita y calcularle nuevo precio. Debe ser autorizado por Finanzas y el Minsap, lo que implica la imposibilidad de distribuir durante varias semanas y la falta del producto.
El doctor Fernández Yero reconoce que esa industria tiene deficiencias organizativas, errores y mal trabajo por parte de su empresa importadora y de planificación, en ocasiones por negligencias, sobre las que se actúa y se seguirá actuando, por el impacto tan difícil de compensar.
Otro factor es la dificultad de calcular el consumo de medicamentos para lograr un plan sin faltas. Durante 2014, 203 medicamentos se consumieron en cifras muy superiores a las planificadas, lo que significa que al tener un plan aprobado para 12 meses de cobertura, al cierre de año esas materias primas quedan desabastecidas. Y 122 medicamentos para los que se habían comprado todos los insumos se consumieron por debajo del plan, pero las divisas ya se habían erogado. Hasta 2013 ese efecto no se registraba, pues en 2012 se pudieron planificar productos con una cobertura de 18 meses, lo que favoreció no quedar desabastecidos en los de consumo excedido y reservar la divisa de los que quedaron en bajo consumo con el resultado de un 2013 con muy bajos niveles de productos desabastecidos.
Para 2015 varios proveedores no pudieron suministrar, pues por razones de contaminación ambiental cerraron las fábricas. Y por la inestabilidad del euro, moneda en que operamos por el bloqueo, los suministradores cambiaban continuamente los precios en los contratos que se debían renegociar y aprobar, conduciendo a la demora en el cierre y llegada de los mismos. Veinticinco productos quedaron sin proveedores aprobados, pues estos decidieron no vendernos. De esos ya se solucionaron 17, pero con desabastecimiento, por no tener el producto a tiempo. Y quedan ocho pendientes.
Hay otras causas de consumos exagerados: todos los medicamentos en Cuba se venden a precios subsidiados, lo que propicia su compra innecesaria, y que frecuentemente se almacenen y venzan en las viviendas cantidades considerables. Y hay que agregar la automedicación, con tratamientos innecesarios y peligrosos.
Muchos medicamentos se emplean para uso en animales, desde antibióticos de elevado precio como el conocido rocefin —de uso hospitalario e imprescindible para salvar vidas en salas de terapia—, o las tabletas anticonceptivas y vitaminas que se suministran a gallinas, cerdos y otros animales, además de que nuestro país consume alrededor de 840 millones de tabletas de polivit al año.
También la creciente salida de medicamentos y algunos diagnosticadores para las comunidades cubanas en el exterior, principalmente para niños y personas de la tercera edad por razón de diferencias abismales de precio y hábitos de consumo adquiridos cuando residían en Cuba.
Y los especuladores, que ilegalmente compran enormes cantidades de productos al llegar a la farmacia. Ello hace que solo una pequeña cantidad se distribuya directamente a la población, generando desabastecimiento artificial, que propicia ansiedad y la compra a cualquier precio. En ocasiones se distribuyen en farmacia productos en cantidades suficientes para un consumo de 45 o más días y se acaban el primer o segundo día de venta.
A veces las farmacias no piden el medicamento a las droguerías o lo hacen en pequeñas cantidades, que no se corresponden con las necesidades. Actualmente el sistema de información de la existencia de medicamentos llega solamente al nivel de droguería, que es el último escalón institucional, de forma informatizada y casi a tiempo real. Como parte del Programa de Informatización y en colaboración con el Minsap, nuestro sistema llegará hasta la farmacia, para una planificación más efectiva de la distribución, apuntó.
Sobre la prueba que se hace a los pacientes que consumen warfarina, esta se producía en la Empresa de Productos Biológicos Carlos J. Finlay a partir del cerebro de conejos, hasta el año 2009, en que dejaron de existir las condiciones que propiciaban producirlo a partir de esa fuente. Y hubo que comenzar su importación desde esa fecha. Ese producto, el trombocalfin, se importa habitualmente de dos proveedores evaluados. A su entrada al país se analiza por el Instituto de Hematología para verificar la funcionalidad del mismo. Y aunque los suministradores originales no señalan diferencias entre el uso para pacientes anticoagulados o no, el Instituto determinó que el producto puede ser empleado para las pruebas que se realizan de rutina, excepto en los pacientes que consumen warfarina. Por ello, el Ministerio de Salud Pública importó otro producto, adecuado para los equipos en que se realizan estas pruebas a los pacientes que consumen warfarina, con las características adecuadas, y se está cubriendo el déficit en el país.
«Esperamos haberle dado respuesta a las inquietudes de las personas que se preocuparon al respecto, y quedamos a su disposición para cualquier otra inquietud», concluye.