D.S.: Llevo ocho meses con mi pareja y hace poco nos diagnosticaron VIH. Su madre, quien se enteró de su diagnóstico y de su homosexualidad al mismo tiempo, le pidió que me dejase, y yo, que fuera claro con ella. Él quiso un tiempo. Lo amo, pero no quiero sufrir más. Nos hemos separado reiteradas veces por celos y otras sencilleces, pero siempre volvemos. Dígame qué debo hacer. Me gustaría salvar la relación, no discutir más ni estar celoso. El año próximo él se cambiará de universidad, y sé que lo perderé de nuevo.
El diagnóstico de seropositividad al VIH (como otros que comprometen nuestra vida) lleva a replantearnos la calidad con que vivimos en la pareja, el trabajo, la familia y otras áreas de realización personal, pero también de consustanciales tensiones.
Llama la atención que cuando acaban de ser diagnosticados, le pidas que legitime tu lugar ante la madre, y él te pida un tiempo. Quizá esa solicitud de reconocimiento no es nueva, como tampoco lo es su resistencia a dártelo. Pero ¿por qué actualizar ahora ese conflicto histórico? ¿Cómo influye el hecho de haber sido diagnosticados recientemente?
Te ubicas una vez más en el lugar del celoso, que sufre, pierde y es abandonado, para amar y discutir o reclamarle al otro por ser escurridizo. De esa manera has encontrado una satisfacción que te lleva al retorno. Valdría identificar cómo contribuyes a esta historia y si quisieras intentar otras maneras de disfrutar del amor, consciente de que no hay vida sin tensiones, ni placeres sin límites. Consultar a un sicólogo puede ayudarte a encontrar qué debes hacer según tus propias maneras de disfrutar la vida.
Mariela Rodríguez Méndez. Máster en Psicología Clínica y psicoanalista