L.G.: Hace poco comenzamos. Nos va bien pero ella tiene el carácter bastante fuerte. Le cuesta trabajo aceptar cuando se equivoca. Yo soy paciente y tolero hasta un límite. Casi por cualquier cosa se molesta. Temo que estemos más tiempo disgustados que contentos, lo cual sería el fin de la relación para mí. Hemos hablado varias veces, se da cuenta de su exageración y rebasa ese estado pero vuelve a suceder. Creemos que debemos ver a un psicólogo ya que, según ella, solo se pone así conmigo y con su mamá. Con sus amigas del aula pasa la mayor parte del tiempo «muerta» de la risa.
«Muerta» de risa con ellas, disgustada con ustedes. Dos extremos que hablan de sus dificultades. Disgustos y risas forman parte de cualquier vínculo y es esperable cierto equilibrio entre ambos.
Al comienzo los enamorados se descubren y deleitan al tiempo que establecen funciones, poderes, reglas, y estructuran la relación. Es un proceso complejo de amor y rivalidad que ambos matizan con su modo de ser. Cuando nos molestamos por «cualquier cosa» es probable que en realidad el disgusto sea provocado por otros asuntos significativos de los cuales no se puede o no se sabe hablar, y que a veces resulta difícil reconocer ante otros.
Es legítimo que se sienta mal, pero no debes admitir maltrato (expresiones soeces, silencios prolongados, hipercrítica…) como estilo dentro de la relación. Aceptarlo o responder de modo similar perpetuaría el malestar. (Hay quienes encuentran satisfacción en ese maltrato constante). Me parece bien que pongas límites y que consulten un profesional en este inicio, fuerte para ti y de equívocos difíciles de aceptar para ella.
Mariela Rodríguez Méndez, Máster en Psicología Clínica, consejera en ITS y VIH/sida, psicoanalista