Muchos hombres y mujeres viven angustiados por el funcionamiento o la apariencia del pene y apenas les prestan atención a sus fieles compañeros de faena, los testículos
Lo que se ignora, se desprecia.
Antonio Machado
El falocentrismo occidental ha permeado tanto la sociedad moderna, que muchos hombres y mujeres viven angustiados por el funcionamiento o la apariencia del pene y apenas les prestan atención a sus fieles compañeros de faena, los testículos.
Estos órganos ovalados alcanzan entre cuatro y ocho centímetros de largo por dos o tres de ancho. Como precisan una temperatura inferior a la del cuerpo están en una bolsa de piel muy elástica y rugosa, el escroto, cuya textura, grosor, vellosidad, coloración y capacidad de respuesta al tacto varían mucho de un hombre a otro y también a lo largo de la vida.
Los testículos se forman en la cavidad pélvica hacia el segundo trimestre del embarazo y luego bajan al escroto acompañados del conducto deferente, las vesículas seminales y el epidídimo, los cuales se desarrollan a partir de una estructura celular del feto primario denominada conducto de Wolf, explica el sitio de la Biblioteca Virtual de Salud, bvs.sld.cu.
El andrólogo español José Luis Arrondo sugiere en su libro Historia íntima del pene prestar mucha atención al proceso evolutivo de los genitales externos, para atajar a tiempo cualquier malformación o deficiencia funcional del sistema.
El propósito de las gónadas masculinas es generar testosterona y espermatozoides, procesos que «despiertan» con la pubertad, aumentan hacia la madurez y disminuyen progresivamente a partir de los 60 años, pero nunca desaparecen, a menos que la ingestión de ciertas sustancias o una enfermedad metabólica afecten el sistema endocrino.
La testosterona es una hormona muy importante para el deseo sexual. Su cantidad es diez veces mayor en los hombres que en las mujeres; se «fabrica» en un ciclo con varios picos diarios y su debut (alrededor de los 12 años) desata las transformaciones esperadas por todo adolescente: maduración del aparato genital, cambios en el timbre de la voz, crecimiento muscular y de los vellos corporales… Pero también es responsable del acné puberal, dice Arrondo.
Los espermatozoides, por su parte, son las células reproductoras masculinas. Diariamente se fabrican unos 90 millones en cada testículo, que luego maduran y se acumulan en el epidídimo durante cuatro semanas. En una eyaculación promedio normal se expulsan entre dos y cuatro centímetros cúbicos de semen: el 55 por ciento viene de las vesículas seminales, un 30 por ciento es aportado por la próstata, cerca del cinco por ciento lo generan glándulas del conducto uretral y menos del diez por ciento procede de los testículos, pero ahí van entre 40 y 400 millones de espermatozoides.
Aunque algunos no lo crean estético, lo normal es que ambos testículos se sitúen a diferentes niveles en la bolsa para evitarles choques frecuentes. Más que su apariencia, lo que importa es el cuidado que reciben en el trato cotidiano, pues son muy sensibles a golpes, ropa inadecuada, cambios de temperatura, infecciones y hábitos tóxicos.
En el lenguaje médico la partícula «orqui» se destina a patologías relacionadas con esta glándula: la inflamación testicular se nombra orquitis y la ausencia de un testículo se conoce como monorquia; si faltan los dos es anorquia y si están atrapados en el abdomen se habla de criptorquidea.
El cordón espermático (nervios, venas, arterias y músculos) tiene tanta movilidad que puede replegarse o distenderse en segundos, pero también suele torcerse, provocando fuertes dolores. Si esas venas se alteran, ocasionan varicocele. A la acumulación de líquido entre las capas que protegen al testículo se le llama hidrocele.
Si no hay producción espermática o esta no llega a la uretra por deficiencias en el conducto seminal se habla de azoospermia. Esta condición inhibe la fertilidad masculina, pero no puede determinarse a simple vista: es necesario someterse a un estudio clínico muy específico para delimitar sus causas y ver si se puede revertir con medicamentos o tratamientos quirúrgicos.
En la Roma antigua, los testigos y acusados en un juicio debían sostener sus testículos con la mano derecha a modo de juramento. De ahí la semejanza etimológica de los vocablos testículo y testificar, según refiere el sitio digital Sobrecuriosidades.com.
La idea era tocarse los genitales en vez de la cabeza y el corazón —como acostumbraban otras sociedades— porque en caso de ofrecer testimonio falso los interpelados perdían ese órgano relacionado con la virilidad y símbolo de posición privilegiada sobre el sexo femenino. De hecho, para las mujeres era imposible entrar a un juzgado, presenciar un proceso o testificar.
Esta semana se suman a Encuentros, por vía postal, Baby Cárdenas Pérez, Avenida 52 e/ 9 y 11, No. 906, Reparto Reina, Cienfuegos, CP 55100; y Ariel Felipe, Carretera Central, kilómetro 319, Miller, Placetas, Villa Clara, CP 54420. Por correo electrónico les interesa comunicarse a Yordanys, condey@eleccmg.une.cu y oslien@becasa.co.cu.
Para el próximo martes 16, Frank Padrón nos recomienda el filme israelí antibelicista Josi y Jagger: amor en el ejército, que se exhibirá en el Cine Club Diferente de 23 y 12, a las 8:00 de la noche.