Una especie de sincretismo entre lo moderno y lo tradicional caracteriza la cotidianidad actual de las féminas que asumen posiciones liberadoras, pero mantienen preceptos conservadores en una sociedad que aún no ha dejado de ser patriarcal
La mujer contemporánea está inmersa en complejos conflictos internos y con el mundo, debatiéndose entre dos modelos de conducta y pensamiento. Por un lado asume una actitud de independencia y emancipación, y por otro, no logra enajenarse de costumbres y actitudes tradicionales y conservadoras.
Sobre esta polémica realidad de las féminas, de sus relaciones de amor y la sexualidad, en una sociedad que aún exhibe su esencia patriarcal, dialogó con JR la doctora en Ciencias Marcela Lagarde, etnóloga y antropóloga mexicana, a propósito del I Congreso Ibero Cubano de Género, Educación, Salud y Desarrollo Humano, y el IV Taller Iberoamericano de Educación Sexual y Orientación para la Vida, que concluyó este viernes en la capital.
«La mujer actual experimenta una especie de sincretismo como resultado de su crecimiento entre dos paradigmas de vida. Por un lado una cultura machista, donde persisten roles de sumisión, sentimientos de dependencia, una dominación fuerte de los hombres hacia ellas y su familia», aseguró.
Y por otro, advierte, «al mismo tiempo hemos sido educadas en una condición moderna, que implica la independencia, la autonomía, la igualdad en las relaciones con los varones, el ascenso laboral y académico que nos sitúa en un conflicto interno y con los demás».
A veces nuestra dimensión moderna exige que seamos también tradicionales. Para esta mujer, que ha liderado importantes programas feministas en México, donde las mujeres son víctimas de violencia y discriminación, además de los nuevos roles en la vida pública, las féminas deben mantener muchas veces su papel doméstico, como únicas responsables de las tareas del hogar.
—¿Se trata entonces de una mujer que ha asumido más roles en su cotidianidad, más allá de la verdadera emancipación?
—Lo que ha sucedido es que la mujer asume una doble jornada de trabajo, una sobrecarga de responsabilidades personales, públicas, profesionales, que demuestra una vez más la inequidad de género, que en apariencia podrían pensar que es emancipación.
«A esto llamamos el velo de la igualdad, o sea, aquellas mujeres que han salido de la sumisión y colocan en un lugar prioritario su trabajo, piensan que con eso ya conquistaron todo», apuntó.
El derecho al voto, el trabajo, los estudios, la superación y los salarios propios hacen creer a muchas que están en igualdad de condiciones con los hombres, «pero lo que ha pasado es que hacemos todo esto en condiciones de desigualdad, sobre todo en los roles asumidos», alertó.
De ahí que una de las maneras en que las mujeres pueden dejar esta inequidad es quitándose ese velo, advierte la experta. «Debemos ser concientes de que aún existen discriminaciones y hay que continuar la lucha por nuestros derechos».
En las relaciones de pareja, se habla de una especie de tendencia contemporánea en la que algunas féminas ya no creen en el hombre de toda la vida, pero siguen anhelando el amor eterno, como ideal y meca del romanticismo.
«En nuestros países podemos hablar de diferentes modos de pensamiento, donde mujeres modernas mantienen preceptos tradicionales, hay algunas que siguen anhelando el amor eterno», refirió la especialista.
—¿Entonces pensar en el amor eterno es una visión tradicional que no corresponde a las tendencias más modernas?
—Sin ser absolutos, hemos visto que la modernidad implica un cambio de perspectiva en el que muchas ya no creen, ni buscan el amor eterno, sino una relación intemporal, un amor de un día, de un fin de semana, de algunos meses o incluso años, pero sin la convicción de que será el único.
Para la especialista la perspectiva del tiempo en las mujeres contemporáneas es de un período puntual, que depende de muchos factores. Por ejemplo, con la institucionalización del divorcio, las mujeres y los hombres establecen el sentido de pertenencia de sus vidas, de qué, con quién y durante qué tiempo la van a compartir.
Se ha desechado un poco el matrimonio al establecerse relaciones en las que no hay una formalidad legal, sin promesas de eternidad. «No podemos generalizar, incluso hay mujeres que eligen por una vida en solitario, con amistades o compañeros amorosos sin compromiso alguno», apuntó.
Investigaciones sociológicas indican que las mujeres experimentan frustraciones ante situaciones de desamor, en las que entregan cariño y dedicación y no reciben lo mismo a cambio, en su anhelo de ser amadas.
«Sí, es cierto que necesitamos amar con cariño, ser amadas, pero también tomar decisiones, que no nos secuestren los sentimientos o determinaciones externas, que nos limiten en nuestro comportamiento», afirmó.
«Requerimos cambiar los modelos de la comunidad masculina, pues estamos ante hombres que a veces aparentan ser muy modernos y terminan siendo los más tradicionales y conservadores, y exigen a sus mujeres estas respuestas en la intimidad y en la cotidianidad», insistió.
No se trata de exaltar el ánimo feminista, ni absolutizar situaciones extremas, pues se ha demostrado también que como las mujeres, hay hombres que sufren violencia de género, opresiones u otras agresiones por parte de la familia, la pareja o la sociedad.
Son condiciones sociales las que nos permiten o nos impiden desarrollar una vida de igualdad de derecho, las mismas que imponen clichés, a favor de un género u otro, reconoce la especialista.
Por eso, insiste la doctora Lagarde, «se requiere de una capacidad de razonamiento que nos permita pensar y tomar decisiones en nuestra vida sentimental, sin sentirnos mediados por alguna persona. Se trata de autonomía e independencia como ser social».