Los programas malignos son una epidemia mundial muy peligrosa. Sin embargo, los hay tan curiosos que hasta pueden dar risa
Para algunos son una pesadilla. Para otros una amenaza que a ellos nunca les va a tocar. Sin embargo, en las últimas décadas los virus informáticos o programas malignos se han convertido en una problemática sumamente seria para el mundo entero.
Desde su surgimiento los ha habido de todos tipos y casi para cualquier fin. El más común ha sido para robar información comercial o destruir sistemas considerados enemigos por el atacante. Pero incluso existen quienes los crean por pura diversión, aunque estos van siendo cada vez más raros.
Y es que en el mundo de la piratería informática y los creadores de virus hoy predominan las grandes mafias, que controlan ahora como caballeros de cuello blanco el millonario negocio ilícito del crimen digital.
Eso implica que, según la mayoría de los expertos, la era de los programas malignos devastadores y de propagación universal haya casi quedado atrás, pues ahora los ataques son más focalizados e incluso personalizados.
En los últimos tiempos se ha reportado un extraño programa maligno en Cuba, tal pareciera que modificado expresamente, que en su versión internacional es detectado por antivirus reconocidos como el Kaspersky, pero en la criolla pasa casi desapercibido.
Según el mencionado antivirus, se trata del Trojan.Win32.Malex.af, ya conocido y eliminado por muchas herramientas de seguridad destinadas a ello, pero que en nuestro patio circula con una versión diferente que cambia la extensión de los ficheros de audio y video, haciéndolos irreconocibles.
No se trata de algo particular de Cuba. En el mundo existen virus extremadamente extraños, como lo fue el primero que se conoce en la historia, el Creeper, creado en 1971 y que se propagó por la antecesora de Internet, la red Arpanet, que entonces solo conectaba a centros de datos militares y de algunas universidades.
Otros creen que en realidad el primer programa maligno como tal fue Core War, «fabricado» en 1984 por los ingenieros de Bell Computer como una especie de juego, pues al reproducirse ocupaba espacio en las incipientes memorias RAM, que entonces no tenían siquiera un megabyte.
Curiosamente, años más tarde, Robert Morris Jr., hijo de uno de los creadores de Core War, tuvo que pasar tres años en libertad condicional por difundir Morris, un gusano informático que «robaba» la memoria RAM de los ordenadores y llegó a infestar a varios de la Agencia Aeroespacial de los Estados Unidos.
Siguiendo los pasos de la historia, Brain fue quizá una de las primeras grandes epidemias, extendida en 1986 y que para entonces afectaba a los sistemas MS-DOS, considerados los antecesores de Windows.
Su misión era atacar el sector de arranque de los discos e introdujo como algo novedoso la facilidad para ocultarse de los entonces incipientes antivirus, que se dedicaban a encontrar líneas de código espurias dentro de los programas, lo cual casi siempre delata la presencia de un programa maligno.
Otros que se hicieron famosos, en una especie de orden cronológico, fueron el Melissa, que en marzo de 1999 pudo infectar a más de 100 000 ordenadores en tan solo tres días; o el I Love You, que por allá por mayo del 2000 simulaba ser una carta de amor y en realidad era un gusano escrito en VBScript.
Muy molesto fue el Blaster, del 2003, que hacía que las computadoras se apagaran solas; o el Sasser, al año siguiente, que era muy similar al anterior, y fue sumamente dañino al meterse dentro de los sistemas informáticos de hospitales, universidades, bancos, compañías aéreas, agencias de noticias y otros.
Una de las últimas grandes epidemias, si descontamos al Nimmda, fue la de Conficker, que en el año 2008 alcanzó fama por la dificultad para eliminarlo y por desactivar los antivirus instalados, impedir el acceso a páginas web y hasta borrar los puntos de restauración del sistema.
Los programas malignos o malware se caracterizan de forma general por el consumo de recursos informáticos, por lo cual ocasionan que los equipos se ralenticen, bloqueen y pierdan datos. A su vez, como en su propia esencia está el propagarse rápidamente, en su difusión consumen más recursos todavía.
Hay diferentes maneras de infestarse, ya sea ejecutando un archivo contaminado o por la autorréplica del propio organismo dañino, característica común a la familia de los llamados «gusanos».
En los últimos tiempos también se han extendido las infecciones por visitas a sitios web o páginas que contienen en su interior códigos maliciosos, e incluso existe una moderna forma de difusión en dispositivos móviles a través de conexiones inalámbricas y las de bluetooth.
No obstante, lo que más sigue predominando es apelar a la llamada ingeniería social o a motivar con diferentes ardides para que sea el propio usuario quien se contamine al abrir un malware.
Ahí están también los casos más curiosos de software nocivos, como el de MacMag, difundido en 1988, que se utilizó para publicitar una revista dedicada a los seguidores del sistema Macintosh, pero que terminó siendo un verdadero dolor de cabeza.
Otros virus sui géneris son, por ejemplo, Sinowal.FY, troyano diseñado para cifrar los archivos de las computadoras atacadas y así extorsionar a los usuarios para que compren una herramienta específica para descifrarlos.
También está Rogue Mario.A, que instalaba una versión del videojuego Mario Bros; el LiveDeath.A, que comenzaba a hacerte preguntas sobre tus gustos personales y a determinada cantidad de respuestas te apagaba la máquina sin siquiera despedirse.
Hay otros muy «trabajosos», como el Nedro.B, un gusano que cambia todos los íconos de los programas, te los abre y cierra cuando quiere, pone extensiones ocultas a los ficheros o las modifica para que sean ilegibles, convirtiéndose en una verdadera pesadilla.
El Milicenso, en cambio, nos hará creer en los fantasmas, pues prende la máquina sola, y si tiene alguna impresora conectada manda a realizar innumerables e indeseables impresiones con caracteres ininteligibles hasta que gasta toda la tinta.
Otros son muy «preocupados», como el Popuper, que instala una versión de un antivirus pero a la vez elimina los verdaderos; o el SafetyBar, que dice ser una ayuda contra los software indeseados y a poco de ejecutarse comienza a mandar falsos avisos de infecciones y en algunas versiones llega a recomendar que borres archivos «enemigos», que en realidad forman parte del sistema operativo.
De todos, en cambio, quizá el más curioso sea «Barrotes», creado por un informático español y que decía poder borrar todo el contenido de un disco duro cada día 22.
Sin embargo, se equivocó en la programación y en lugar de esa cantidad de jornadas lo programó para que lo hiciera los días 34… y no pasó de ser el hazmerreír de los demás virus «serios».