Un paneo a vuelo de pájaro de las variantes expresivas que asume en la actualidad el audiovisual mercantil a escala planetaria arroja el predominio de un concepto pro fálico en la puesta en escena de no pocas de sus concreciones.
Al rabioso personajillo de Miami —al que los medios de prensa no identifican ni describen—, le siguió otro no menos frenético que la insultó a gritos, así que ambos fueron expulsados del BankAtlantic Center. Pero la legendaria actriz —conocida por sus posiciones liberales— ni se dio por aludida, se encogió de hombros, y se limitó a comentar: «Si ustedes solo quieren oír mis canciones, compren mis álbumes y quédense en casa».
Sucedió el 24 de octubre pasado. Tres días después, cazas sionistas impiden el despegue de un helicóptero emplazado en un buque germano. Otras revelaciones las trae la revista alemana Focus: los aviones de combate de Tel Aviv han apuntado reiteradamente con sus sistemas láser a los helicópteros del país europeo, aunque por supuesto, se han abstenido de disparar.
Resumamos. Iraq fue bombardeada porque NO había armas de destrucción masiva que hubieran hecho dudar a su invasor. Lo mismo respecto a Yugoslavia, Afganistán, Líbano y otros más (desde 1945 Washington ha bombardeado 20 países).
La ONU acaba de publicar un voluminoso informe emboscado de tablas y gráficos, que evalúa el estado actual de la inseguridad alimentaria en el mundo. Dice que hoy existen 854 millones de personas desnutridas en el mundo, tres millones menos que hace diez años, cuando se celebró la Cumbre de la Alimentación en Roma. «La reducción del número de hambrientos es tan débil que puede ser una cifra dentro de los límites del error estadístico», escribió en el prólogo del documento Jacques Diouf, el director general de la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).
La lluvia cesó como un potro cansado. Las muchachas asomaron a las puertas como las flores abren luego de la lluvia. Mijagua, un pueblito campesino, era un oloroso pañuelo tendido en las márgenes de su río.
«Tomarse una licencia» es una frase conocida. Incluso pasó hace unos días ante mis ojos, en cierta misiva justificadora de lo injustificable. Los remitentes se excusaban de haber faltado a los altos propósitos iniciales de un espacio cultural porque «en verano nos tomamos ciertas licencias». O sea, traduzco: del otoño a la primavera hacemos las cosas bien, mientras que en el estío nos relajamos un poco. ¿Quizá porque la mollera se calienta más de lo común?, pregunto.
Mi madre encendió también su vela al riesgo de que el mosquitero cogiera candela y la madera de las paredes de mi casa le llenara la barriga al lenguaraz fuego. Frente a su Virgencita de la Caridad estaba una pequeña foto del «Capitán tranquilo, paloma y león, cabellera lisa y un sombrero alón...» de Mirta Aguirre, y también mío. Camilo se había perdido y el pueblo lloraba. Camilo extraviado y el pueblo rogándole a Dios, a todos los santos y a sus arcángeles, porque solo fuera un juego a las escondidas.
En los últimos años del pasado siglo y en los primeros de este, la televisión ha sido algo así como la novia del deporte. Y tanto se han compenetrado, que la «pequeña pantalla» ha logrado cambiarle la cara al mundo del músculo.
Pinochet fue encausado por algunos de los crímenes en Villa Grimaldi, visitada de nuevo por la presidenta Michelle Bachelet y su madre. Foto: AFP y REUTERS