EL espabilado pregonero recurre a la tonada con gracia y especial acento: «Platanito de fruta, ¡maduración natural!» Y esta última frase la pronuncia, una y otra vez, a todo pulmón, a viva voz.
MIENTRAS los adultos cuentan, los niños son pequeños trapiches que muelen historias y las convierten, como un viejo lema de la economía cubana, en azúcar para crecer.
El epíteto de «genio grosero» se lo debe Ludwig van Beethoven a la descripción que hace de su estudio, en sus memorias, el Barón de Trémont, en 1809:
Este señor afirmó a la cadena televisiva CBS News que desde ese cargo, que ocupó hasta la formación del actual gobierno iraquí, enfrentó la pérdida de unos 1 500 millones de dólares, pero que las autoridades de Estados Unidos y de Gran Bretaña hicieron muy poco para ayudar a recuperar el dinero o detener a los sospechosos.
Miremos el almanaque y recordemos que hoy los cubanos celebramos el Día de la Cultura Nacional. Es el día en que se cantó, haciéndole eco a la metralla inaugural de la Revolución independentista, el Himno de Bayamo, luego nacional, compuesto durante la conspiración previa y al que su autor, Pedro Figueredo, le escribió letra sobre la montura de su caballo de guerra en 1868.
Se trata de la Military Commissions Act de 2006 que también amplia la definición de «combatientes enemigos», inventada por esa administración, inmuniza a los oficiales estadounidenses ante cualquier acusación formulada en su contra por detenidos torturados que hubiesen sido capturados antes del final del año pasado.
Lo ilumina un arcoiris que coloreó las historias seculares, no solo desde el primer paso de Colón, sino desde antes, cuando ni siquiera había sido escrita a las puertas de esta tierra la famosa Relación del viaje del Almirante: en la época de los areítos, los grabados rupestres y los ritos de la recolección.
Un ábaco quizá se habría agradecido luego de la fatal caída del sistema computadorizado de la empresa E-Vote: los vocales del Tribunal Supremo, todavía en muchos departamentos de Ecuador contaban votos a mano ayer, mientras proseguían las denuncias de fraude por parte de Alianza País y del Movimiento Popular Democrático de Luis Villacís, quien vertió las mismas quejas en Esmeraldas y Azuay...
Casualidades de un día ordinario: en tres tiendas recaudadoras de divisas el hombre vivió igual número de «monstruosidades»; una en cada centro comercial.
Roma, ciudad del pasado y del presente —dos veces fantasma—, nos recuerda como ninguna otra adónde van los imperios. Sobre el Coliseo y los foros, sobre Cleopatra y Julio César ha llovido el tiempo con tanta furia que la vieja metrópoli parece un campo bombardeado, en el que a duras penas se sostienen algunas columnas decapitadas y arcos que necesitan puntales de hormigón, mallas y hierros que les impidan venirse abajo. El resto es melancolía, y un idioma, el italiano, que solo se habla en los límites estrechos de la península y sus dos islotas del Mediterráneo.