Marinos alemanes izan la bandera de su país en una de las fragatas que patrulla la costa libanesa. Foto: Reuters Seis aviones israelíes F-16 surcan el espacio aéreo libanés, en violación de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU. El pretexto: vigilar que no le lleguen pertrechos de guerra a la milicia chiita Hizbolá. En su trayectoria, sobrevuelan a muy baja altura una nave de la marina de guerra alemana, integrante de la flota de las fuerzas de la ONU (UNIFIL), y efectúan disparos de advertencia al barco, en un gesto claramente inamistoso.
Sucedió el 24 de octubre pasado. Tres días después, cazas sionistas impiden el despegue de un helicóptero emplazado en un buque germano. Otras revelaciones las trae la revista alemana Focus: los aviones de combate de Tel Aviv han apuntado reiteradamente con sus sistemas láser a los helicópteros del país europeo, aunque por supuesto, se han abstenido de disparar.
Si esta no es una conducta esquizofrénica...
Entre Israel y Alemania, por regla general, se ha procurado hilar muy fino. El eje común que une el pasado de ambos países viene signado por la trágica cifra de seis millones de judíos masacrados por órdenes de Hitler. Para la sociedad germana, cualquier suceso que pueda promover nuevamente el espectro del antisemitismo es condenado severamente. Desde los primeros tiempos de posguerra, a modo de reparación por las atrocidades de la dictadura nazi, la República Federal pagó aproximadamente 90 000 millones de marcos, de los que una tercera parte se destinó a Israel y diversas organizaciones judías, en especial para beneficiar a los refugiados.
Asimismo, el apoyo a Tel Aviv ha incluido el ámbito militar —los cinco submarinos con capacidad para portar armas nucleares con que cuenta Israel, han sido fabricados por empresas germanas y pagados con descuentos— y diplomático, pues varias veces Berlín se ha abstenido de condenar las acciones militares sionistas contra sus vecinos árabes, como sucedió durante la pasada agresión contra el Líbano.
¿Y qué sucede ahora? Pues que los pilotos de combate israelíes hacen amagos de tiro al blanco contra las aeronaves y embarcaciones germanas. No es precisamente una acción muy considerada por parte de un aliado. De hecho, si a diferencia de Italia, España, Francia y otros, Alemania no tiene tropas terrestres en la frontera libanesa, ha sido para evitar que los soldados germanos se vean siquiera en la posibilidad de tener que intercambiar disparos con efectivos israelíes.
Así pues, mientras Berlín ha deseado guardar las distancias, Tel Aviv no puede contenerse. «¿Cómo podemos vivir sin líos?», pensarán en el gobierno de Ehud Olmert, que ya se disculpó por los incidentes. Hasta el próximo, claro...
Ah, y vaya bien quien se crea el cuento de que «no fue nuestra intención provocar».
De cualquier modo, los desagradables sucesos con la aviación israelí no son los únicos que le envían a Alemania la señal de que donde mejor están sus tropas es dentro de sus propias fronteras. Cerca de 10 000 soldados dispersos entre Bosnia, el Congo, Afganistán y el Líbano, implican además la posibilidad de muertes, enfrentamientos no deseados y escándalos, de los que, por cierto, ha estado bien nutrido el menú de noticias de los últimos días.
Habrá que ver cuántos son los dolores de cabeza «militares» que los políticos y la sociedad germana podrán tolerar.