Era muy caro, para mis recursos monetarios a los 16 años, enviar un telegrama a Cuba desde México. No obstante, hice «las mil y una» y pude poner en la oficina del telégrafo un mensaje: «Comandante Fidel Castro: feliz aniversario del 26 de Julio». ¿A qué domicilio lo envía?, me preguntó el telegrafista, y no supe qué decir. Ponga usted «Palacio de Gobierno de Cuba». Pagué por mi telegrama y me fui. Con el paso de los años recuerdo mi audacia (y mi ignorancia) no sin perplejidad: ¿cómo se me ocurrió semejante idea, de dónde saqué la locura de creer que, «así como así», uno podía enviarle a Fidel mensajes de aniversario que llegarían sin obstáculos a sus manos? Evidentemente no me pareció un imposible.
Solo una vez estuve físicamente muy cerca de Melba Hernández Rodríguez del Rey y eso bastó para entender cómo una mujer puede convertirse en heroína de la Revolución Cubana y llevar ese honor con absoluta modestia.
El 26 de Julio llega a su aniversario 70. Como fecha, como acontecimiento, como punto de giro y recordación dentro de la historia de Cuba, esta efeméride ha tenido que transitar por muchos avatares.
Setenta años después de los sucesos del 26 de julio de 1953 los cubanos no podemos aceptar la celebración de aquellos acontecimientos como un rito patriótico que nos toca por la libreta de los racionamientos históricos.
Ahora resulta que el impresentable Parlamento Europeo se baja con unas declaraciones contra Cuba. No es nada nuevo, en numerosas ocasiones esta institución ha adoptado resoluciones para condenar y difamar a Cuba. En varias ocasiones le han dado premios y reconocimientos a elementos que reciben dinero de Estados Unidos para hacer propaganda anticubana. En medio del caos que se ha formado en Francia y principalmente en París, este Parlamento condena a Cuba por violar los derechos humanos de los cubanos. Exigen la liberación inmediata de los que fueron condenados a prisión por participar en los disturbios que se llevaron a cabo en la Isla el 11 de julio de 2021. Es como aquello que dice que ven el polvo en el ojo ajeno y no ven el pedazo de piedra que tienen en los suyos.
Han pasado días, pero hay gestos que tienen la capacidad de volver una y otra vez a mostrarnos su carácter imperecedero. Los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Salvador 2023 concluyeron y en medio del mejunje de gloriosas actuaciones y también de fiascos, me vuelve a la memoria la humildad sin parangón de Laina Pérez.
Por primera vez, en 22 años, un relator independiente de las Naciones Unidas tuvo permiso de las autoridades para visitar la cárcel que Estados Unidos mantiene en la Base Naval de Guantánamo, Cuba. La funcionaria de la ONU, Fionnuala Ní Aoláin, profesora de Derecho irlandesa, llegó a la misma conclusión que prisioneros y abogados que han logrado ofrecer su testimonio desde dentro: «El sufrimiento de los detenidos es profundo y continuo», dijo la relatora en su informe publicado la semana pasada.
La realidad se dispara con brío sideral al apreciarse en los potreros rebaños desnutridos y ejemplares enclenques que anuncian su próximo desenlace, muchísimas veces inevitable, ante la vista de los ganaderos, afanados en contener el batacazo.
En plena guagua le escuché decir hace poco a un joven que el 11 de julio había salido «pa´la calle» por embullo. Como él, hubo personas que llegaron a los lugares sin saber qué pasaba. Detrás de la cortina de humo que era subvertir el orden, existían intereses marcados de dividir y dar el tiro de gracia al proyecto socialista de país que desandamos, pero aquel día fue en vano.
Las manillas del reloj, entrelazadas en un ángulo de 90 grados, anuncian con el tic-tac número 60 la llegada de las tres en aquella madrugada tan surrealista al interior de una habitación. El último cuarto de la casa guarda un secreto tras las paredes, donde coexisten el silencio perpetuo, el miedo y la impotencia, albergados en la vida de una muchacha rubianca de solo 17 años.