La victoria electoral del presidente Rafael Correa y su partido Alianza País en los comicios celebrados en el hermano Ecuador han confirmado lo que el propio Correa ha venido subrayando. Estamos, en América Latina y el Caribe, ante un cambio radical signado por la voluntad de las masas populares de avanzar por el camino de la independencia y la integración, con justicia social y un desarrollo que propicie el bienestar de todos los ciudadanos.
Por esas vueltas que da la vida, hoy ando por las tierras del Sol Naciente, aquellas que hace ya unos cuantos años, previo a mi salto a la complicada adolescencia, imaginaba como una inmensa juguetería. Y es que mi generación creció «babeada» con los animados japoneses, definitivamente menos instructivos que los «muñequitos rusos», pero mucho mejor dotados para hacernos imaginar un futuro espectacular.
Realmente somos solidarios, pero no hay que exagerar. Basta compartir amistosos nuestro espacio de una guagua y hasta ceder el asiento, si no se ha sucumbido ante el reciente virus de la imperturbabilidad, pero la música… «Gracias, puedo oírla en casa».
Como un ritual de iniciación adulta debería considerar la ciencia antropológica ciertas gestiones que, de solo imaginarlas, erizan a cualquiera: legalizar una propiedad, casarse o divorciarse, permutar, formalizar un poder ante notario, sacar un turno médico, consignar la muerte de algún familiar, pedir un crédito bancario…
Fidel ha tenido dos sentadas muy simbólicas en eventos decisivos del sistema del poder revolucionario del país en los últimos años.
Primero aquellos choferes colocaban una soga de esquina a esquina, con un cartelito simple: «No pase». A la espalda de esta advertencia otro rótulo delataba la matriz de las empresas «cerradoras».
Como fiebre extraña, la incapacidad para comunicarse se apoderó últimamente de muchos que parecen peces (pobres peces), con los ojos abiertos y un silencio atronador. Son cubanos cuyas vidas comenzaron y han transcurrido en las dos o tres últimas décadas, etapa preñada de complejidades, carencias, resistencias y desgastes hacia lo más profundo de la sociedad.
En su casa taller construida en el siglo XIX hay una imagen que se repite. Martí está en todas partes, en lienzos grandes y pequeños, moldeado con hierro, en los libros, en el techo...
El año 1853 no podrá ser jamás olvidado por la historiografía cubana pues, coincidentemente, en él ocurrieron dos acontecimientos de importancia, ambos relacionados con figuras capitales de la cubanía y de la Patria cuyas vidas fueron determinantes para la existencia de Cuba como nación y para el desarrollo de las ideas que nos han conducido hasta el momento actual.
No hace mucho, me confesaba un compañero que su ex jefe es una persona noble e inteligente, pero que ha llegado al punto en que sus subordinados lo respetan poco y hay más de un síntoma de que la empresa se le ha ido de las manos.