Ya es casi imposible encontrar la palabra precisa para nombrar los crímenes masivos de gente indefensa en Gaza. Ya no basta decir matanza, ni sirve subrayar masacre, o crímenes de guerra. Genocidio resulta oscura, discutible según normas legales. Tal vez el término bíblico «apocalíptico», evocador del fin de todos los tiempos, ayude a despertar sentidos y sensibilidad.
Las fotografías y videos de niños despedazados por bombardeos aéreos llamados «quirúrgicos» o de alta precisión, erizan la piel; los fragmentos de cuerpos inertes amontonados, unos sobre otros, provocan estupor; las madres y padres llorando y clamando piedad sobre los restos de hijos que solo ellos pueden identificar dan roña, ira, ganas de gritar ¡basta! Pero después de 312 días de esta guerra —a todas luces de exterminio— está claro que el Gobierno de Israel, con el apoyo militar, financiero y político de Estados Unidos, desconoce los límites de los más sagrados mandatos humanos y divinos.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y su administración sionista de ultraderecha ha hecho suyos los principios de sus aliados ultraortodoxos, creyentes en una superioridad racial y el permiso por un presunto derecho divino para ejercer el despojo y la colonización del pueblo palestino. El empeño de Netanyahu de alcanzar la eliminación total del Movimiento de Resistencia Palestina Hamás sigue siendo una tarea pendiente diez meses después de emprender su guerra de tierra arrasada. Cerca de 40 000 muertos, en su mayoría mujeres y niños, así como casi 90 000 heridos no consiguieron doblegar la Resistencia, que sigue activa.
Tampoco ha podido inclinar la balanza a favor de Tel Aviv la superioridad en armamentos y recursos del Estado sionista, ni el acudir a los asesinatos selectivos de líderes de la Resistencia, como el máximo dirigente político de Hamás, Ismael Haniyeh, o el alto jefe militar del movimiento Hizbolah, en Líbano, Fuad Shukr.
Ni han podido eliminar el poder de fuego de los militantes hutíes de Yemen, que paralizaron el puerto israelí de Eilat y el trasiego de armas, pertrechos y mercancías al Estado sionista por el Mar Rojo, a pesar de los bombardeos de Estados Unidos y Gran Bretaña.
La alianza del poder imperial anglosajón encuentra cada vez más difícil ocultar la violación permanente del derecho internacional humanitario con su apoyo incondicional a Israel.
Según una evaluación publicada por The Washington Post, «la masa de explosivos arrojados sobre Gaza equivale varias veces más a la potencia de fuego que desató la bomba atómica lanzada por Estados Unidos sobre Hiroshima en 1945».
La declaración del ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, inmediatamente después del audaz ataque de Hamás el 7 de octubre —que vulneró de manera sorpresiva todo el aparato de vigilancia y seguridad de Israel— cuando pidió un asedio total de Gaza y la negación total de combustible, electricidad y alimentos, como parte de una guerra contra los «animales humanos» palestinos, trajo como resultado el devastador panorama de una Gaza reducida a escombros y una crisis humanitaria sin precedentes.
El más reciente episodio del genocidio cotidiano en Gaza ocurrió el sábado último, cuando la aviación israelí lanzó tres cohetes de alta precisión sobre la escuela Tabaeen en el barrio de Al-Daraj, que servía de presunto «refugio seguro» a miles de desplazados, y mató a un centenar de personas, entre ellos varios niños y mujeres.
Varios diplomáticos occidentales, los mediadores egipcios y cataríes de las negociaciones para un cese el fuego a cambio de rehenes y numerosos países musulmanes denunciaron a Israel por «la horrible masacre».
En una declaración pública, la Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en el territorio palestino, Francesca Albanese, afirmó alarmada: «Israel está cometiendo un genocidio contra los palestinos, un barrio a la vez, un hospital a la vez, una escuela a la vez, un campo de refugiados a la vez, una “zona segura” a la vez. Con armas estadounidenses y europeas. Y en medio de la indiferencia de todas las “naciones civilizadas”».
Según la Defensa Civil de Gaza, Israel ha atacado 13 escuelas solo en agosto.
La Corte Internacional de Justicia, el tribunal superior de las Naciones Unidas, determinó el mes pasado que la ocupación israelí de Cisjordania, que dura ya 57 años, es ilegítima y debe terminar.
Sin embargo, Estados Unidos, principal aliado y responsable de la impunidad con la que actúa Israel, pasó por alto la Resolución del organismo mundial, y de hecho se revela como el coautor de otro apocalipsis bélico como el ejecutado en Vietnam, que sirvió de móvil al cineasta Francis Ford Coppola para dejar constancia de su responsabilidad.