CUANDO la modelo noruega Karoline Bjornelykke publicó un video en TikTok en el que exponía sus «métodos» para aparecer en spots de marcas de ropa de talla grande o extra, desató una vez más la eterna polémica sobre los estándares de belleza que siempre se han querido globalizar y la necesidad de una moda cada vez más inclusiva.
Karoline, con su usuario @Coolquinn en la conocida red social, reveló el traje acolchado que emplea para aparecer en los anuncios de ropa desde la XL hasta la 5XL. Y ante la inquietante interrogante de algunos de sus seguidores de por qué no contratar modelos reales de esas tallas, la noruega explicó: las grandes empresas quieren cuellos y caras que se vean realmente delgados. Con ello se crean estándares de belleza poco realistas y, sobre todo, imposibles.
Otras modelos como Kalison Nix y Daisy Gray confirmaron ese tipo de práctica, e incluso comentaron que en muchos casos se apoyan en los efectos de Photoshop para lograr la forma del cuerpo de una mujer de talla grande, pero sin marcas de celulitis o rollos en el abdomen, y sin mostrar el vestuario estirado. Es como un juego, pienso. Un insulto a la inteligencia, una provocación que subestima, un ardid más de una de las industrias más poderosas del mundo. El eterno juego de proponer la imagen deseada a toda costa y discriminar aquello que es todo lo opuesto.
Afortunadamente, modelos plus-size como Ashley Graham, Roby Lawley, Iskra Lawrence, Jessica Leahy, Kate Wasley y Tess Holiday, han roto esa triste imagen a la que condiciona la industria de las pasarelas a mujeres con sobrepeso y han aparecido en portadas de revistas, escenarios de alfombras rojas y en desfiles de moda.
¿Hasta cuándo podemos creer que la belleza física es solo aquella que muestra una silueta extremadamente delgada, con cero estrías? ¿Cuál es el pánico a esos kilos de más que la mayoría de las mujeres pueden tener? ¿Acaso la diversidad es condenada, y homogeneizar estilos y tendencias es la clave?
Una cosa es proponer un estilo de vida saludable, con ejercicio físico y una dieta balanceada porque la obesidad es la puerta a numerosas patologías, y otra muy distinta presentar un cuerpo femenino como sinónimo de perfección.
La pluralidad existe y todos tenemos cabida en el mundo. Mujeres rubias, trigueñas o pelirrojas; de bustos pronunciados o no; de caderas anchas o estrechas, de pieles tatuadas o lisas, blancas o negras… Mostrar esa variedad tal cual existe en la realidad es la mejor manera de apostar por la credibilidad.
Y afloran otros pensamientos, relacionados con esas selfis todas parecidas, los filtros en las fotos de los celulares, las posturas divulgadas en internet como las más aconsejables para presentarnos ante el lente… todo por exhibir una visualidad «ideal», según cánones impuestos por quienes, supuestamente, tienen la verdad en la mano.
Convoco a mirarnos ante el espejo y querernos tal cual somos. Sentirnos cómodos con nuestra imagen y que nuestra autoestima responda, en primer lugar, a nuestros gustos y autosatisfacción.
La belleza física es totalmente relativa, y existen normas asociadas a culturas también diversas. ¿Recuerdan los patrones de hermosura de los años 20, o los 50? Que no sean las industrias quienes impongan reglas que, por cierto, le llenan los bolsillos. Sé tú misma. Sin rellenos ni excesiva delgadez. Disfrútate en la ropa que te gusta, de moda o no. Como lo hago yo en licra.