El sol quema con la misma luz con que alumbra. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz. Así escribía José Martí en su ensayo Los tres héroes, publicado en su revista La Edad de Oro, dirigida a los niños de América.
Como ese sol que quema es la Revolución. Pero a ese sol, los desagradecidos solo le ven las manchas, y de eso hablan y publican en sus redes sociales. Las manchas son objetivo de los desagradecidos para profundizar en su descrédito a la Revolución.
Para enfrentar esos retos actuales y venideros en esta Isla es imperativo tener presente el paradigma de la unidad como escudo y punta de lanza de la nación. Este es un aspecto muy presente tanto en la obra martiana como en la de su más insigne alumno, Fidel Castro Ruz, y en ambos se reconoce que lo importante no es la unidad en sí, sino la forma en que se viabilice y las intenciones patrióticas que la animen.
Es imperioso lograr la fortaleza de la unidad sobre la base de revitalizar el consenso en torno a la idea del bienestar de cada uno de los ciudadanos, paradigma defendido tan claramente por Martí en su discurso Con todos y para el bien de todos: «Juntos en esta noche de fuerza y pensamiento, juntos para ahora y para después, juntos para mientras impere el patriotismo, a los cubanos que ponen su opinión franca y libre por sobre todas las cosas… ¡Ahora, a formar filas!».
Sobre estas bases nace hoy la idea, propuesta por nuestro Presidente, de pensar como país. Y no es posible para un cubano pensar como país sin acercarse a José Martí, quien fuera consciente de que un bastión esencial de la Revolución para lograr el consenso y propiciar una unidad sólida es el desarrollo de la educación. Y hablamos de una educación que fortalezca la propia conciencia patriótica y la necesidad histórica de esa unidad, ya que se está llegando a situaciones que solo pueden enfrentarse con el mejor y más valioso estudio de nuestra historia.
Situar como aspecto central la concepción filosófica martiana de la práctica de enseñar y mejorar al hombre está a tono con estos momentos que vive Cuba. Son tiempos de una dura batalla en las trincheras de las ideas.
¿Qué mejor que el estudio del Apóstol para formar los más altos ideales de patriotismo, de defensa de la nación, de identidad, compromiso, integración, antimperialismo… valores que deben caracterizar no solo a los cubanos, sino a todos aquellos que habitamos en este planeta?
Hoy no podemos sentirnos satisfechos de nuestra educación revolucionaria, no solo la que se imparte en las aulas, sino también la que se manifiesta en las calles y los campos. Es el momento de discernir y enunciar con entera claridad cuáles son los principios y objetivos de la educación martiana que urge en esta hora para Cuba.
Con un correcto conocimiento de nuestro contexto, se comprenderá la necesidad de juntarse como la plata en las raíces de los Andes frente a los peligros que nos acechan. Es inestimable analizar que para Martí, como también asume y enriquece Fidel, además de esa cultura general integral que todos los grandes pensadores concibieron, es importante sentar las bases para una cultura de cómo hacer política: ese arte, como dijera el Maestro, que permite inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios, convertir reveses en fortuna y adecuarse al momento presente.
Apremia diseñar estrategias que proporcionen adecuadas armas comunicacionales, educacionales y culturales, además del conocimiento para su uso correcto, con el fin de enfrentar la guerra de pensamiento que se nos hace.
El camino de la unidad pasará por el perfeccionamiento de esa educación para profundizar la cultura en todas sus dimensiones. Una adecuada cultura política e histórica que nos guíe por el camino del ideario martiano y fidelista, y que propicie el consenso nacional dentro de ese camino, ya marcado hace más de cien años.
Con el Apóstol comprendemos que criticar no es solo hablar de las manchas y dar una imagen desastrosa del astro rey. Criticar es analizar las causas y antecedentes de los hechos, señalar responsables y exigir responsabilidad. Pero cuando hablemos de las manchas, también debemos hablar de la luz; de lo contrario estaríamos equiparándonos con los desagradecidos de que hablaba Martí, y no aportaríamos nada a la solución de los problemas que aquejan a la Patria.
*Profesor del Instituto Superior de Diseño