Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Donde he sido tremendamente feliz

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Jamás una guagua salió a tiempo. Jamás llegamos a Holguín con la certeza de que habría al menos un chance para darse un bañito, o para comer algo más que la completa inequívoca de todos los eventos. El Gabinete Caligari seguramente iba a estar atestado de gente que seguramente el «inventor» de todo, Alexis Triana (antes de quedarse por completo sin voz) ni siquiera había dejado dormir por días, pero aún les quedaban fuerzas para abrazarte, para preguntarte por el viaje (que sabían había sido interminable, como sucede cuando los pasajeros son artistas ¡y jóvenes!) y engancharte la credencial para que te metieras de un tirón en las Romerías de Mayo y supieras que iba para largo la historia de no dormir, de las ojeras eternas, de enfrentarte a un programa con más de cien actividades por jornada, de la calle atestada de holguineros que se multiplican por segundo, de conciertos que te costará olvidar, de danza, performances y teatro en cada esquina, de poetas leyendo con el Angelote, de cafés en Las tres Lucías mientras en la pared la vida se dibuja en forma de película; de noveles investigadores ansiosos por arreglar el mundo…

Hace años (¿cuatro, cinco, una eternidad?) que no participo en las Romerías, pero cuando mayo marca el calendario, me entran unos deseos inmensos de meterle el pie al chofer para ver si consigo estar a la hora justa en la tierra del Cemí Baibrama para encaramarme en el primer coche que me pase por delante y empezar a repartir ofrendas florales por la Avenida de los Libertadores, para a las 12 de la noche recibir el rocío junto a los árboles esbeltos del Bosque de los Héroes, y sentarme al pie del monumento a Doña Lucía Íñiguez, mientras Polito Ibáñez, Kelvis Ochoa, Amílcar Pérez con Warapo, Liuba María Hevia, la tropa de Paso Firme, Israel Rojas y Yoel Martínez, siempre tan de Buena Fe; David Blanco, Haydée Milanés y David Torrens, Nasiry Lugo, Isis Flores, Yussa… o cualquier otro monstruo de esos, te ponen el corazón como nuevo, limpio, lleno de energías para poder sumarse a un desfile kilométrico que en la mañana del día 3 acabará solo cuando el Hacha y la bandera tricolor de la gran estrella en el pecho, salgan de La Periquera para conquistar, peldaño por peldaño, la Loma de la Cruz.

Sabe a gloria tocar el cielo. Una vivencia única, de esas que te dejan sin aire, con deseos de lanzarte en caída libre cuando vas por el escalón 200, o 300, y ya no los puedes contar, y asumes que eres un gordo mal hecho y de verdad no estás para esos trajines de jovencitos apasionados, que no se cansan de tanta guanajá, ni entiendes a estas alturas (de tu vida y sobre el nivel del mar) por qué tanto entusiasmo, pero de pronto ante la inminente derrota, aparecen una, dos, muchas manos enérgicas, todavía firmes, que te empujan, te arrastran, te sonríen, como lo harás tú también cuando la ciudad espléndida, soleada, te enamore a los pies.

En estos 26 años, han sobrado investigadores, actores, bailarines, pintores, trovadores, periodistas, realizadores, músicos… que han sentido, con sus razones, que no fueron tratados con el respeto que suponen se merecen, y que han asegurado que «estas serán mis últimas», pero ya está demostrado que cuando se aproxima «la hora de la verdad», algunos olvidamos con la impaciencia y el ajetreo hasta la ropa interior (recuerdo la vez que a César Hidalgo le toco hacerme donaciones) y le caemos al Comité Organizador como abeja a la flor para clasificar, de cualquier modo, dentro de la extensa nómina de invitados. Sucede que lo que sucede en Holguín es irrepetible en otro lugar de Cuba. Pura magia.

Sí, he amado a Holguín como a mi casa. De la Asociación Hermanos Saíz (AHS) se puede leer en cada fina línea que arma la palma de mi mano: esa organización ha sido como mi destino. A Holguín y a la AHS les entregué gustoso mi escaso talento, pero para ellos me deshice en amores, tanto que el abuso de trabajo y de gozo apenas me dieron oportunidad de imaginar que algún día podría necesitar los mejores recuerdos de un festival de festivales para exponerlos en las redes sociales. Busqué y no sé dónde extravié las fotos que deseaba mostrar en estas «Romerías en casa». Solo aparecieron unas pocas, que me trajeron a la memoria hasta un infame dolor de muelas que intentó sacarme de lo bueno. Pero no pudo, no se lo podía permitir en esa ciudad colmada de parques, donde he sido tremendamente feliz.

 

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