Dicen que no todo lo que brilla es oro, algo totalmente cierto. Estados Unidos brilla, pero no lo es, por lo menos, para gran parte de la población de este país. Esa gran porción de personas que habitan aquí y que se están comiendo, como decimos en buen cubano, un cable, apenas están en ningún periódico, y si acaso, de vez en cuando, aparecen en un noticiero de la televisión. Esa población marginada que vive en verdaderos guetos de numerosas ciudades, rara vez es tomada en cuenta en las estadísticas y se oculta en la propaganda del llamado sueño americano.
Conozco de primera mano esos barrios deprimidos de Miami. Trabajé por varios años como administrador de escuelas, varias ubicadas en esos lugares. Vi la pobreza, la ignorancia, la desolación, el sufrimiento y la violencia de muy cerca. Es verdad que existen algunos programas sociales para paliar esa situación, pero en gran medida no son suficientes.
Tengo ante mí un poco conocido informe que presentó ante el Consejo de Derechos Humanos el relator especial de las Naciones Unidas, Philip Alston, sobre la pobreza extrema y los derechos humanos en Estados Unidos. Alston estuvo en este país entre el 1ro. y el 15 de diciembre del año pasado y «el propósito de la visita era evaluar la medida en que las políticas y los programas del Gobierno dirigidos a combatir la extrema pobreza eran compatibles con sus obligaciones en materia de derechos humanos».
Durante su estancia aquí, el relator se reunió con innumerables personas, políticos y funcionarios del gobierno, visitó una decena de ciudades y recibió numerosos informes por escrito sobre el tema. Hay que destacar que él fue invitado por el gobierno, aunque parece ser que le advirtieron que no moviera mucho el bote.
Según afirma el informe, Estados Unidos es un país de contrastes. Por una parte es una de las sociedades más prósperas del mundo, económica y tecnológicamente, con una sociedad dinámica, con un gran sistema de enseñanza superior, pero esa prosperidad contrasta con las condiciones de un gran porciento de su población.
El informe afirma que existen aproximadamente 40 millones de personas viviendo en la pobreza, de estas 18,5 en pobreza extrema y cerca de seis millones en pobreza absoluta. Afirma que el país tiene la pobreza juvenil más alta y la mortalidad de lactantes más grandes de los países más desarrollados, que sus ciudadanos viven menos y padecen más enfermedades, que la tasa de encarcelamiento es más alta, que tiene uno de los índices de inscripción electoral más bajos y la obesidad mayor entre cualquiera de las llamadas democracias ricas del planeta.
En Estados Unidos, sigue diciendo el informe, se observa la tasa de desigualdad de los ingresos más alta de los países occidentales. «Los índices de pobreza y desigualdad de los Estados Unidos son de los más altos de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) y el Centro de Stanford sobre Desigualdad y Pobreza sitúa al país en el puesto 18 entre los 21 países más ricos por lo que se refiere al mercado de trabajo, las tasas de pobreza, las redes de protección social, la desigualdad en los ingresos y la movilidad económica».
Hay que tener en cuenta que aquí se concentra más del 25 % de de los aproximadamente 2 200 multimillonarios del mundo.
El informe no ha sido muy bien recibido por parte del gobierno estadounidense, según nos cuenta un artículo publicado por el Washington Post, en el que se cita al relator Alston diciendo que un alto funcionario del Departamento de Estado le había comunicado que su reporte podría ser un factor en la decisión de Estados Unidos de seguir o no como miembro del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU. Alston lo tomó como un mensaje amenazador. Y así fue, ya que parece que el mensaje sí era una advertencia bien clara a pesar de que, según el artículo del periódico, la embajadora de Estados Unidos en la ONU, Nikki Haley, afirmó que la salida del Consejo no tuvo nada que ver con la publicación del informe.
¡Qué casualidad! Publican el informe y Estados Unidos abandona el Consejo de Derechos Humanos. Quien quiera creer en casualidades que crea a la embajadora, aunque es muy difícil, ya que la credibilidad de esta señora está por los suelos.
Imposible comentar en un solo artículo todo el informe, el cual cuenta con 20 páginas llenas de datos, aunque es muy fácil de leer, ya que está escrito en una forma sencilla.
A pesar de que afirma toda una serie de realidades sobre la situación económica de un gran porciento de la población norteamericana, no está hecho con el ánimo de hacerle daño a Estados Unidos, sino con el de hacer ver una realidad que se oculta y que muchos no quieren ver o niegan: la realidad de la pobreza en la que vive una parte de los habitantes de esta gran nación, en la que he vivido casi toda mi vida.