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Los matices de la prepotencia

Autor:

Nyliam Vázquez García

La crisis económica mundial ha logrado virajes de tuerca en no pocos sentidos. A los más pobres les ha tocado hundirse un poquito más en la miseria —si acaso es posible— mientras que los ricos han recibido salvavidas de dinero lanzados por los Gobiernos. Así es el mundo patas arriba.

Las flamantes naciones desarrolladas no han podido abandonar la prepotencia —es parte de su naturaleza—, pero en medio del ahogo financiero, sí les toca matizarla, atemperarla a una realidad distinta. Necesitan el diálogo o por lo menos intentarlo. Con la República Popular China, cuya economía, les guste o no, el pasado año contribuyó con cerca del 50 por ciento al crecimiento económico mundial, no les queda otra opción.

La XIII Cumbre entre China y la Unión Europea (UE) la pasada semana, y otras reuniones en el Viejo Continente a las que asistió el primer ministro chino Wen Jiabao, clasifican como una muestra de los mencionados «cambios». Claro, no han sido tantos, porque al final la UE mantuvo durante los encuentros sus intentos de presionar a la nación asiática para una eventual apreciación del yuan, en lo que también ha estado insistiendo Washington. Por su parte, China volvió a exigir el reconocimiento como economía de mercado y el levantamiento de las sanciones en su contra, vigentes desde 1989.

Como quiera, ambas partes calificaron sus relaciones de estratégicas y, más allá de las diferencias, intentaron acercar posiciones. China declaró ante Bruselas su firme apoyo al euro, pero al mismo tiempo, el Primer Ministro chino expresó su esperanza de que la UE pueda tratar el desarrollo de China de una manera objetiva y justa, respete las grandes preocupaciones e intereses centrales del país y formule políticas más positivas y visionarias con el fin de desarrollar una asociación más amplia.

No se puede olvidar que el peso de Beijing continúa en aumento. Y más después de la crisis, con la que el gigante asiático apenas sufrió una desaceleración, mientras el resto del mundo se hundía. Paradójicamente, el descalabro económico se ha convertido para China en una oportunidad, e incluso, en medio de esa vorágine, desbancó a Japón como segunda economía mundial y a la poderosa Alemania como mayor exportador planetario.

Europa es ya el segundo destino de las inversiones chinas en el exterior (5,9 por ciento, solo por detrás de América Latina, según el Observatorio de Política china) y por otra parte, ha reafirmado su condición de país inversor global al colocarse en la quinta posición desde la duodécima que ostentaba en 2008.

Desde fuera llueven las críticas contra Beijing, sin embargo están obligados a reconocer que ninguna otra nación tiene las potencialidades suficientes desde el punto de vista económico para proponer una agenda de trabajo mutuamente beneficiosa. Del otro lado, observadores chinos afirman que su país está sentando un ejemplo de responsable actor global, al tender la mano a Europa a salir de la crisis a través de su creciente consumo de productos europeos.

También es cierto, como apunta Lu Feng, investigador de la Escuela Nacional de Desarrollo de la Universidad de Beijing, que «la crisis europea trajo algunas oportunidades concretas para los inversores chinos».

En medio de este panorama, saltan a la vista las convenientes variaciones de posturas. Quizá los ricos mantengan la opción de presionar, pero ya no es tan sencillo. Ahora más que nunca los matices les ayudan a salvar el pellejo.

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