La guerra en Somalia se enriquece cada vez más en contrincantes y, mientras los grandes medios de comunicación se aferran en decir que el conflicto, como todos en África, es de naturaleza interna, étnica y hasta religiosa, la mayor convergencia de intereses internacionales demuestra todo lo contrario.
Con la creciente inseguridad en la más oriental de las naciones africanas y el explosivo incremento de la piratería en sus costas y el Golfo de Adén, las grandes potencias del mundo y otros países afectados por los ataques a sus buques en ese importante corredor naval han incrementado su presencia militar, y acuden a los servicios de compañías de mercenarios como Blackwater, que ganan cada vez más espacio en los proyectos de guerra de Estados Unidos.
Hasta el momento, las empresas de seguridad privadas han estado en función del adiestramiento de fuerzas militares gubernamentales somalíes. Pero, en esta guerra que se perfila como un gran negocio, hay quien prefiere posicionarse en el bando de los «malos». Es el caso de la empresa alemana Asgaard German Security Group (AGSG), que recientemente logró un contrato con el opositor Galadid Abdinur Ahmad Darman, quien se autoproclama como presidente de Somalia e intenta acabar con el actual gobierno.
La AGSG tiene en sus planes enviar a Somalia a más de cien mercenarios armados, quienes al servicio de Darman, deberán asumir «labores exclusivas y de gran alcance», según comunicó la compañía. Se trata de un amplio abanico de objetivos que van desde «el asesoramiento y planeamiento estratégico en materia de seguridad», hasta «la implementación y aplicación operativa de todas las medidas» que sean necesarias «para restituir la seguridad y la paz».
Asgaard, activa desde 2004 según su página web y con sede, en las proximidades de Münster, recluta a ex soldados del Bundeswehr (ejército alemán), que hayan pertenecido fundamentalmente a unidades especiales de combate. La empresa no solo tiene pensado establecer una oficina en Somalia, sino además quiere expandirse a otros países como Nigeria, Chad, Marruecos, Afganistán, Croacia y Paquistán.
El contrato de Asgaard con un «señor de la guerra» que no goza del reconocimiento internacional, ha sido bastante cuestionado por legisladores alemanes. Incluso existen amenazas de abrir investigaciones sobre la «legalidad» del estreno de la contratista en Somalia. Los políticos germanos temen que las operaciones de la compañía pueden desestabilizar mucho más a ese país, así como socavar los esfuerzos internacionales de paz y avergonzar a Alemania, uno de los países que, como miembro de la UE, tiene participación en la misión militar Atalanta —del Viejo Continente— en las costas somalíes y el Golfo de Adén. Además, siempre han criticado las sucias maniobras de contratistas privados como Blackwater —ahora llamada Xe Services— en Iraq.
Asgaard respondió que no pondría en peligro los intereses de su país en la región, y que su intención era «trabajar estrechamente» con el gobierno de Berlín. Si inicialmente, la compañía parecía bastante resuelta, en una de sus últimas declaraciones el directivo de esta, Thomas Kaltegärtner —un antiguo sargento del Bundeswehr— dijo que el convenio solo entraría en vigor si «Mister» Darman fuera reconocido por la ONU como presidente legítimo de Somalia.
Pero el espaldarazo internacional al cabecilla antigubernamental parece remoto, además de que durante años ha vivido en Estados Unidos. No obstante, tampoco es descartable que tenga algunos vínculos y hasta milicias a su servicio dentro de Somalia.
La irrupción de las compañías mercenarias en esa nación, y específicamente el caso de Asgaard, demuestra cómo estas empresas buscan su espacio en la política…