Entre otros lugares, Dante visitó el Infierno; también el Paraíso; quizá pasó por el Limbo, cosa de la que no creo acordarme, ni me tomaré el trabajo de confirmar, porque acabo de volver de ese sitio donde teólogos desorientados ante ciertas preguntas incómodas, pusieron el alma de los muertos no bautizados, incluso a los recién nacidos. Contemporáneamente, esa doctrina se ha modificado. Pero de cualquier forma En el Limbo, último libro de cuentos de María Elena Llana, me ha dejado un regusto placentero, un sabor de letra inusual entre nosotros, y aprovecho este viernes para recomendarlo en esta columna que no pretende encasillarse solo en los asuntos peliagudos...
Letra inusual dije arriba, porque los cuentos de la autora de Casas del Vedado continúan la tradición: el cuento breve, el jadeo de Onelio Jorge o de Monterroso, y el propio esquema más recurrente de la autora: chispazo lírico; tensa ruta hacia un final que no se espera. Con lo cual se demuestra que lo original no es solo lo novedoso; también la apropiación creadora de lo conocido. Quizá no haya nada menos original que la originalidad asumida como un pastel toqueteado antes de apagar las velitas. Lo original en María Elena Llana fluye naturalmente, no por efectos de un bombeo artificioso.
Por supuesto, En el Limbo —publicado por Letras Cubanas en este 2009 y que se presentará en el Sábado del Libro, mañana 18 de julio— tiene otro dato a su favor: sus parientes en otras lenguas. Tal vez uno recuerde a Apócrifos, de Karel Capeck, o Decadencia y caída de casi todo el mundo, de Will Cuppy, títulos alguna vez publicados en Cuba. Pero si los menciono, no es para señalar la quiebra de la originalidad que encarezco en este libro. Por el contrario, la ubico en esa órbita, porque María Elena Llana convoca a los personajes más conocidos de la Historia y la Literatura universales, y con aguda irreverencia los juzga, los pone a actuar en distintas secciones del Limbo custodiados por ángeles tan simpáticos como esos seres humanos que rumian sus memorias entre el polvo de la espera, sin ver la luz del paraíso. En el Limbo es, como otros de parecida intención, un libro escrito para hacer pensar según uno va degustando la factura estilística: prosa precisa, clara, mechada de tropos que ayudan a la nitidez de la atmósfera narrativa, y un tono de conversación que se adecua al vocabulario típico de las diversas épocas y culturas de cada personaje.
María Elena Llana es una escritora inteligente. No se permite aparentar lo que no cree que sea. Y por ello en los cuentos breves, a veces brevísimos de En el Limbo, el humor se nos insinúa discretamente; se enmascara en una velada sátira y va acumulándose casi de manera imperceptible y al final, en las páginas donde colocará la dedicatoria, que la autora no ubica al principio, nos explica su «modus scribendi». Y uno, lector, suelta de pronto la carcajada que no supuso posible con la que premia y agradece a la autora este viaje, este paseo por un paraje donde la vida se repite con caras y voces impensables, aunque ciertas.