Los rostros revelan la complacencia ante la belleza excitante de las jóvenes, ataviadas con vestidos que insinúan cada contorno de sus cuerpos, mientras se mueven con soltura y elegancia. Es noche de pasarela frente al parque Leoncio Vidal, de Santa Clara.
La gente se agolpa fascinada por el espectáculo, muestra de la excelencia del Festival de la Moda Artesanal ExuberArte que exhibe las novedades de los diseñadores.
La pasarela fue instalada entre la Biblioteca Provincial Martí y una de las aceras del Parque. Sobre este un andamio sostiene una torre con lámparas, imprescindibles para resaltar el paso deslumbrante de las modelos y crear mediante juegos de luces un efecto atrayente adicional.
Era una noche fresquísima de abril en que la exhibición transcurrió felizmente, un verdadero exitazo, pero resultó muy contraproducente para «el Leoncio Vidal», Monumento Nacional.
Tampoco fue una excepción, más bien confirma la «paradójica regla» de organizar en sus alrededores actividades culturales y hasta actos masivos que dañan este emblemático lugar de la ciudad, escenario de acontecimientos históricos relevantes.
La marea humana que converge allí atraída por la música grabada o interpretada por agrupaciones, causa un verdadero desbarajuste en las áreas verdes, apisonadas sin compasión; se suben en la glorieta, en las barandas de la Biblioteca Provincial Martí y convierten los portales de las instituciones que rodean el Parque en urinarios públicos, incluidas las calles aledañas.
Luego muchísimos deambulan de un lugar a otro, como si aquello fuera un potrero, con la botella de ron en la mano y plantan la barra lo mismo debajo de una mata que a los pies del Monumento a la insigne patriota Marta Abreu.
La marea humana, de unos miles de personas, se va fuera de control, y cuando un gracioso suena un botellazo contra el pavimento o la acera o se arma una bronca, como ha ocurrido, la estampida hace los mayores estragos al entorno.
Obvio. No existen las condiciones necesarias para organizar espectáculos que despierten el interés de cientos de personas en los alrededores de este Monumento Nacional, y muchísimo menos en horas de la noche, bebidas alcohólicas de por medio, que lleva la gente.
¿Por qué se insiste entonces? ¿Acaso los organizadores del esparcimiento no se han percatado de que se propician las condiciones para el desorden? Y esto sí resulta muy peligroso.
La propia Comisión Provincial de Monumentos advirtió a las autoridades que resulta necesario suspender este tipo de fiestas en las áreas frente al Parque para proteger ese patrimonio.
De hecho, se están desconociendo las reglas nacionales y locales que prohíben el uso inadecuado de un monumento nacional o local, que se concreta, en este caso específico, en tolerar espectáculos que lo perjudican.
Entonces, por favor, dejemos que el Parque Leoncio Vidal mantenga su apacible curso, alterado solo, en las noches y madrugadas, por el graznido de las lechuzas y el revoloteo de los totíes que protagonizan un genuino espectáculo de la naturaleza.