No, no la mencionó. La palabra «Estado» sí existe en lengua hebrea, y también en inglés, que es el otro idioma oficial de Israel. Pero a su primer ministro, Benjamín Netanyahu, cuando se trata de los palestinos, se le va de la cabeza el vocabulario.
Metanyahu y Obama no se ponen de acuerdo en el vocabulario. Foto: Reuters Este lunes habló con el presidente Barack Obama allá en Washington. Y su anfitrión sí la pronunció, al repetir lo que ha dicho más de un puñado de sus antecesores: «Es de interés, no solo de los palestinos, sino también de los israelíes, de EE.UU. y de la comunidad internacional, llegar a una solución de dos Estados, en la que israelíes y palestinos vivan unos al lado de los otros en paz y seguridad».
Pero «Bibi» (como le dicen cariñosamente sus allegados), cuando le llegó el turno, no pudo articular la palabra «Estado». A lo sumo, dijo: «No queremos gobernar a los palestinos, sino que ellos se gobiernen a sí mismos».
¿Qué tipo de «gobierno» tiene a bien desearles el Primer Ministro a sus vecinos? ¿Acaso un gobierno provincial, o municipal..., o acaso un barrio...? Lo pregunto porque, si se tratara de un gobierno nacional, ¡entonces estaríamos hablando de uno a cargo de un Estado! Luego, ¿por qué le provoca espasmos la palabra?
En caso contrario, si lo que les tiene reservado es un gobierno «local», estaría entonces reconociendo que el Estado de Israel es la máxima instancia de esa autoridad. O sea, una metrópoli frente a una colonia; un poder ocupante frente a un territorio ocupado sin límite temporal. Pero hasta donde se conoce, no entra en el interés de los políticos sionistas sumar a los 2,4 millones de palestinos de Cisjordania y Jerusalén Oriental como parte de Israel, pues advierten preocupados que un día no lejano, los israelíes de origen judío no serán mayoría entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, toda vez que las mujeres palestinas tienen una tasa de partos mayor que las israelíes...
Por otra parte, cabe preguntarse qué tipo de «autogobierno» sería el tolerado por Israel. Si es el que se le permitió a la Franja de Gaza desde 2005, significará uno sin potestad para vigilar sus propias fronteras, ni su litoral, y sin comunicación terrestre con Cisjordania, donde tampoco hay libre paso entre los poblados y ciudades árabes, atrapadas entre más de 200 colonias ilegales y ni se sabe cuántos puntos de control militar.
¿Es esto lo que propone ambiguamente Netanyahu como «independencia», colocarle un yugo eterno a sus vecinos árabes? ¿Le hace bien a Israel?
Pero el gobernante pone más condiciones: los palestinos deben reconocer a Israel como el Estado judío. Al parecer, no basta que la Autoridad Nacional Palestina reconozca el derecho a la existencia de ese país. También tiene que ponerle apellido. Como aquella fábula en que el lobo le planteaba al cordero pretextos para zampárselo, y al final se lo tragó. Ahora la cuestión es el «Estado judío», pero mañana será que los palestinos acepten a Jerusalén como «capital indivisible del Estado judío», y pasado mañana elevarán tanto la varilla, que ni Sotomayor...
En realidad, Netanyahu tendría que explicarle a Obama cuántos países, de los que han establecido relaciones diplomáticas con Israel, lo han reconocido como «Estado judío». ¿Acaso Israel, para trazar sus vínculos exteriores con Irlanda, debió reconocerla como un «Estado católico», o con Turquía como un «Estado musulmán»?
Por supuesto que no. El componente religioso es uno más en esas sociedades, y no supone la adhesión del Estado a él. Entonces, ¿por qué se les pide a los palestinos que reconozcan la judaicidad de un Estado en el que, junto a cinco millones de israelíes de origen judío —practicantes y no practicantes—, conviven al menos un millón y medio de árabes, sean musulmanes o no; y un millón de inmigrantes rusos, muchos de ellos de escaso apego al judaísmo? ¿Por qué Israel no se reconoce, en una mejor fórmula, como el Estado de todos sus ciudadanos: judíos, árabes, rusos, drusos, etíopes, chinos, etc., como hace la inmensa mayoría de los países?
Nada de eso. Y Netanyahu no transa, ni dice lo que a la comunidad internacional y tal vez a Obama le gustaría escuchar. Vamos, Bibi, repite: «Estado palestino».