Las discusiones sobre el embargo comercial de los EE.UU. contra Cuba a menudo se centran en las diferencias políticas y económicas.
«Comerciar con Fidel Castro puede que ayude a afianzarlo. Comerciar con el Sr. Castro lo enriquecerá de manera personal. Comerciar con el Sr. Castro es un golpe contra la libertad. Comerciar con el Sr. Castro es un ataque contra aquellos que murieron tratando de escapar de Cuba». Todos estos planteamientos deberían ser legítimamente revisados. Existen características de la ciencia y la medicina que abogan en contra del bloqueo al intercambio académico, entiéndase, el discurso dirigido en pos del avance de la salud humana.
En marzo, el Departamento de Estado impidió que unos cien neurocientíficos y médicos participáramos en la Cuarta Conferencia Internacional sobre coma y muerte en La Habana. La razón de esta negativa, al parecer, tenía algo que ver con ayudar a un régimen comunista.
Sin embargo, en términos de dinero, el contingente de los EE.UU. hubiera gastado poco. La conferencia atrajo a cientos de científicos, filósofos, teólogos y trabajadores de la salud de todo el planeta.
Según mi contraparte cubana, a los norteamericanos se les extrañó. Aunque estaba preparado para pronunciar dos conferencias, fui yo el que perdí la oportunidad de enterarme de lo que el mundo pudo haber presentado ante los dilemas de los enfermos catastróficos.
Nuestro Departamento de Estado no reconoce estos hechos y gusta mantenernos en una amplia red en cuanto a política internacional. Esto es parte de la arrogancia de los que regulan.
Aún rabiaba por la prohibición del viaje cuando supe que una amiga, una estudiante universitaria de 18 años, llamada Michi Padrón, irónicamente de origen cubano, de manera repentina había caído en coma aquí en Miami.
Como investigador, no estaba en la «línea del frente» de su cuidado neurológico, aunque inmediatamente comencé un dialogo con los médicos que la estaban atendiendo para ofrecer lo que podía a esta joven. También comencé una búsqueda intensa por Internet y revisé todo lo que pude sobre lo que había ocurrido en aquella conferencia sobre coma y muerte a la que se me había impedido asistir.
Lamentablemente, supe que aunque se habían dado pasos hacia un tratamiento más exitoso respecto al coma en los últimos años, aún no tenemos una estrategia efectiva para salvar al cerebro y protegerlo. Salvo en circunstancias muy especiales que no se aplican a Michi, solo pueden ofrecerse terapias experimentales y que aún están por aprobar.
Una razón de la falta de éxito es que las conferencias internacionales sobre el coma son escasas. Antes de la conferencia de La Habana hubo una en el 2000 y no hay reunión comparable en los EE.UU. que yo conozca. Además de esto, debido a que las terapias médicas se desarrollan solo cuando hay un incentivo económico en particular, cierta investigación intersectorial para problemas difíciles de tratar como el coma, no siempre son perceptibles. Aunque haya drogas prometedoras para el coma, no hay una campaña global para esto porque estas drogas no son caras y no arrojarían las ganancias lucrativas que las compañías farmacéuticas desearían, incluso si se determinara una aplicable contra el coma.
The Miami Herald recientemente publicó una información del Departamento de Estado, en la cual se afirmaba que permitiría el comercio con Cuba de una vacuna lucrativa contra el cáncer. De alguna manera los alegatos a favor del embargo se ubicaron en último lugar porque se trataba de cierto negocio para hacer dinero. ¿Habrá sido un caso de «Viva el interés especial del todopoderoso dólar»?
El asunto principal es que el gobierno puede manipular los fondos para ciertas investigaciones científicas y médicas. Los intercambios básicos de la ciencia en una conferencia internacional deberían operar fuera de las agendas políticas. Se reúnen para hacer avanzar a la raza humana: no la raza capitalista o socialista.
Quizá no hubiera sabido más, en el caso de Michi, por asistir a la conferencia en marzo sobre el coma y la muerte cerebral, pero jamás lo sabré a ciencia cierta.
No existe solución para las enfermedades trágicas como el coma, la muerte cerebral, los estados vegetativos como el de Terry Schiavo o la anorexia cerebral. Pero un paso hacia el camino correcto es alentar más simposios médicos y científicos internacionales.
Podríamos empezar por abandonar el cierre idiota del comercio que incluye el diálogo científico, académico y médico con Cuba. En vez del discurso sobre el embargo, construyamos el Puente de Michi.
Michi Padrón falleció el 6 de septiembre. Las más sentidas condolencias se extienden a sus familiares y amigos. (Publicado en The Washington Times en 2004 pero mantiene plena actualidad. Traducido por Cubadebate)
*Kenneth Gross es profesor asistente de Cirugía Neurológica y miembro del Colegio de Medicina de la Universidad de Miami.