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Isla de la dignidad, un premio a la firmeza

Ni estallido social, ni brutal represión policial, ni condena internacional generalizada, nada de eso ocurrió en Cuba tras los disturbios del pasado 11 de julio

Autor:

Leonel Nodal

A poco más de un mes de las acciones contrarias a la Revolución registradas en La Habana y otras localidades existen suficientes evidencias que prueban la ejecución de un plan subversivo diseñado, coordinado y financiado desde Estados Unidos, liderado en el país por mercenarios a sus órdenes.

Analistas internacionales, dentro o fuera de la Isla, acostumbrados a seguir conflictos sociales de origen político o económico en Latinoamérica y otras regiones del mundo, pudieron comprobar la realidad de algo muy diferente a un estallido social masivo de amplios sectores laborales, estudiantiles, de agricultores, o profesionales.

La gente en Cuba —incluidos cuerpo diplomático y  prensa extranjera—  vio a individuos que cometían actos vandálicos hasta contra hospitales, saqueo de tiendas y sujetos violentos que apedrearon a policías sin uniformes especiales de protección, mientras intentaban restablecer el orden.

Los agresores, instruidos desde Miami, atacaban y filmaban con teléfonos móviles sus hazañas para enviarlas a los patrones y garantizar la paga.

Observadores extranjeros y la mayoría de los cubanos vio la ejecución del primer paso sobre el terreno de un intento de cambio de régimen, ablandado por una intensa guerra psicológica, a través de redes sociales y medios periodísticos «disidentes» repletos de «fake news», que subvenciona la pantalla de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) llamada National Endowment For Democracy (NED).

Se trata de la organización fundada en 1983 (durante la administración del republicano Ronald Reagan) por el Congreso de Estados Unidos, «para financiar proyectos que promuevan la democracia liberal en el mundo».

Ni estallido social, ni brutal represión policial, ni condena internacional generalizada, nada de eso ocurrió en Cuba tras los disturbios del pasado 11 de julio. Tampoco fueron pacíficas «protestas»,  como las calificó la prensa del Occidente.

Nadie vio en La Habana blindados y tropas antidisturbios disparando gases, chorros de agua y cegadores proyectiles contra civiles.   

VIEJOS MÉTODOS DE LA CIA ACTUALIZADOS

El método es viejo. Así hizo la CIA en Irán para propiciar una intervención contra el presidente electo Mossadeg, quien en 1953 se atrevió a nacionalizar el petróleo. El objetivo era restaurar al obediente Shah Reza Pahlevi. Se llamó Operación Ajax.

Una metodología a la actual. Emprender disturbios. Procurar represión y, mejor aún, alguna víctima fatal. Levantar una campaña de prensa y denuncias de violaciones de derechos civiles. Justificar una intervención (militar) humanitaria.

Los pueblos de Oriente Medio saben bien lo que eso quiere decir: Invasión, ocupación y destrucción de Irak; bombardeos y cambio de régimen en Libia hasta convertirlo de verdad en un «estado fallido»; promoción de la guerra civil y el terror de bandas mercenarias para desmembrar a Siria, además de robar sin tapujos su petróleo; manipulación del pueblo kurdo para utilizarlo en su política divisionista.

En Cuba la película duró poco y tuvo un final inesperado. El pretendido llamado a una intervención humanitaria, «el SOS Cuba», se desinfló de la noche a la mañana.

El lunes 12 de julio —al otro día de «las protestas» que seguían siendo amplificadas por The New York Tîmes, El Nuevo Herald de Miami y otros»—, el consultorio Médico 10, del Policlínico Plaza, que presta atención primaria a la población de mi barrio, decenas de personas, hombres  y mujeres, muchos mayores de edad, acudían temprano a recibir su dosis de la vacuna Abdala, desarrollada en centros científicos de Cuba, con una comprobada eficacia de 92,28 por ciento contra el virus Sars-CoV 2. La escena se repetía por toda la capital cubana.

¡Esa sí es una batalla que cuenta! Y Cuba la libra sin triunfalismos, pero sin tregua, con su talento y sus propias fuerzas, con firmeza y convicción en la victoria final. 

UNA INESPERADA SORPRESA DE PESO ESTRATÉGICO

Donald Trump apostó a la «tormenta perfecta» que podría arrasar con la Revolución en la Isla del socialismo en el Caribe, mediante una letal combinación  de la pandemia de COVID-19 y el bloqueo económico, comercial y financiero, que es la guerra por otros medios.

El derrotado republicano y sus socios de la Florida creyeron que las 243 medidas punitivas adicionales de su Administración, entre otras la suspensión de las remesas familiares desde Estados Unidos, el recorte de vuelos y viajes, o la inclusión de Cuba en su lista espuria de «países patrocinadores del terrorismo», para entorpecer aún más sus vínculos comerciales y bancarios con otras naciones,  arrasaría la Isla caribeña.

Trump y sus acólitos  de Miami se equivocaron, así como el distraído presidente Joseph Biden, quien mantuvo sin cambios las asfixiantes sanciones de su predecesor.

Después de pasar seis meses repitiendo que Cuba no era una prioridad para su gobierno, despertó con prepotentes declaraciones de apoyo a «los cubanos que protestan en las calles». 

El efecto fue una rotunda explosión de solidaridad con la isla socialista. Algo así como el ¡yanquis go home! y ¡manos fuera de Cuba! esgrimido por las masas en 1961, cuando la invasión de Girón.

Esta vez la inesperada sorpresa fue que junto a la gente de pueblo alzaron su voz de repudio a los planes de Washington prestigiosos  gobiernos, entre ellos los de México, Argentina, Bolivia, Nicaragua y Venezuela, que de inmediato ofrecieron apoyo  político, diplomático y material a la mayor de Las Antillas.

Lo menos que esperaban  escuchar en la Casa Blanca fue la meditada evaluación del presidente  mexicano, Andrés Manuel López Obrador, sobre la situación en Cuba y sus antecedentes, ligados a la política expansionista de Estados Unidos desde principios del siglo XIX, al hablar el 24 de julio en una reunión de cancilleres de la Comunidad de Estados de Latinoamérica  y el Caribe (Celac), realizada en el histórico Castillo de Chapultepec.

Recordó que «La lucha por la integridad de los pueblos de nuestra América sigue siendo un bello ideal», entorpecido por el surgimiento de la nueva metrópoli de dominación hegemónica.

«A lo largo de casi todo el siglo XIX se padeció de constantes ocupaciones, desembarcos, anexiones y a nosotros nos costó la pérdida de la mitad de nuestro territorio, con el gran zarpazo de 1848», recordó el mandatario mexicano con el dolor de la espina clavada en el corazón.

Apuntó que «Esta expansión territorial y bélica de Estados Unidos se consagra cuando intervienen en  Cuba, en 1898,  imponen la enmienda Platt y la ocupación de Guantánamo.

«Desde aquel tiempo —dijo con todas sus letras— Washington nunca ha dejado de realizar operaciones abiertas o encubiertas contra los países independientes situados al sur del Río Bravo.»

«Solo existe un caso especial —destacó textualmente—  el de Cuba, el país que durante más de medio siglo ha hecho valer su independencia enfrentando políticamente a los Estados Unidos (…) haber resistido 62 años sin sometimiento, es toda una hazaña.

«En consecuencia, creo que, por su lucha en defensa de la soberanía de su país, el pueblo de Cuba, merece el premio de la dignidad y esa isla debe ser considerada como la nueva Numancia por su ejemplo de resistencia, y pienso que por esa misma razón debiera ser declarada patrimonio de la humanidad”, concluyó.

López Obrador puso al descubierto todo el andamiaje intervencionista de Washington contra Cuba. Y al día siguiente anunció el envío de dos barcos mexicanos con ayuda humanitaria a la vecina Isla de la Dignidad.

El gesto repercutió de inmediato en la región, y de otras latitudes, de donde comenzaron a llegar envíos solidarios de alimentos, material sanitario  y combustibles.

Biden debería releer la nota que emitió la Casa Blanca el 17 de diciembre de 2014, para justificar  el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba acordado por Barack Obama:  «Está claro que las décadas de aislamiento de Cuba por parte de Estados Unidos no han conseguido nuestro perdurable objetivo de promover el surgimiento de una Cuba estable, próspera y democrática…» (entiéndase el cambio de régimen).

«En determinados momentos —prosigue— esta política de larga data de Estados Unidos en relación con Cuba provocó un aislamiento regional e internacional de nuestro país, restringió nuestra capacidad para influenciar el curso de los acontecimientos en el hemisferio occidental…»

Biden debe despertar, antes de que lo arrastre la corriente. Cuba no está sola.

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