Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Con la caligrafía de El Libertador

Si una vez, guiada por el hijo que se le tornara Padre, Venezuela partió el mundo entre soberanía y esclavitud, ahora nos pone —con su pellejo en juego— a escoger libertad o acatamiento

Autor:

Enrique Milanés León

Cierta cuña del mundo debe alfabetizarse y aprender a leer a Venezuela, porque hasta ahora no ha entendido del todo —o nada— la esencia de sus letras, demasiado rebeldes para la norma al uso. Caracas adentro se vive la revolución de los podios, la de los chispeantes titulares de prensa y continuas declaraciones oficiales; pero, antes que ese, se vive y palpa otro proceso indómito, acaso el más auténtico: el de la puja constante en marchas y debates.

Todos hacen política todos los días, en todos los lugares. Está por descubrirse el primer venezolano lacónico; si se hallara, probablemente sería un espía extranjero, porque nadie se otorga el peligroso lujo de guardar opiniones. Venezuela es un coloquio atrincherado y alguien puede, en efecto, salir moralmente herido por un «metaforazo».

Los textos de cualquier analista pueden ser barridos con una simple marcha en la avenida Bolívar. Hace poco, una ciudadana le daba, en pantalla, lecciones de ética a un reportero extranjero: «Ustedes mienten y serán responsables si viene la invasión», decía la mujer.

Hay que aprender a leer el país que guarda buena parte de los pozos de rebeldía que quedan al planeta. En su afán de control, ¡cuánto quisiera el vecino voraz dominar tamaño yacimiento de arrojo a cielo abierto! Los venezolanos califican de arrecho lo que los cubanos llamamos co… rajudo y tienen, en su Historia, un par de evidencias que avalan la certeza.

Lástima que la clientela de «TV Sometida» no entienda tales trazos. Vaya un ejemplo: la falsa donación humanitaria, que ha engañado y manchado a varios gobernantes, no es el caballo de Troya que tanto se menciona. Pocos venezolanos ven en ella un regalo sincero o un signo de victoria, tampoco esconde dentro osados guerreros sino manzanas envenenadas, y su gestor, que está lejos de enrolarse en la homérica guerra que quiere provocar, no tiene el valor de Ulises. La de Trump con Venezuela es ambición mezquina, asalto sin ingenio, Ítaca sin vuelta digna ni esposa enamorada.

Hay que leerlo claro: el asedio a Caracas no cuenta diez, como se cree duró el sitio a la antigua ciudad al borde del Egeo, sino 20 pesados años.

Si una vez, guiada por el hijo que se le tornara Padre, Venezuela partió el mundo entre soberanía y esclavitud, ahora nos pone —con su pellejo en juego— a escoger libertad o acatamiento. Es cierto: no pocas «democracias» de calzones flojos eligieron la segunda opción, pero Bolívar sigue, cual pico andino, guiando a su pueblo a la primera, en continua Campaña Admirable.

El águila calva acecha los cielos del cóndor, pero el cóndor es «nuestro gallo» en la disputa. No solo le vamos a él; vamos con él.

Pensando en Caracas suscribimos la defensa de Nuestra América para los (latino) americanos. Por eso aprendemos la caligrafía de esgrima de El Libertador con la cual escribió en la Carta de Jamaica que la unión «…no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos». Con su puño en nuestra letra salvamos del borrón imperial una palabra de contornos sagrados: ¡Venezuela!

Descargue en este enlace PDF del Tabloide Especial sobre Venezuela

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