Anas al Sharif en uno de sus reportes sobre el genocidio en Gaza. Autor: Al Jazeera Publicado: 11/08/2025 | 04:22 pm
El premeditado asesinato del periodista palestino Anas al Sharif, notable presentador de la TV satelital árabe Al Jazeera, mediante un ataque aéreo con cohetes de precisión -en el que murieron otros cuatro trabajadores de ese equipo de prensa en Gaza es la más escandalosa prueba de la criminalidad genocida del régimen nazi-sionista israelí armado y financiado por Estados Unidos, para la ocupación colonial de Palestina y la defensa de sus intereses hegemónicos en Oriente Medio.
A la hora de esclarecer la verdad, para enjuiciar, declarar culpables y considerar un castigo —exigir Justicia— no se pueden desligar al asesino, los móviles y los cómplices o promotores del crimen. Una cosa va con la otra. Y no se debe olvidar.
Mucho más si se trata de un asesinato prefabricado, con la publicación anteriores de justificaciones sin pruebas verificables, y el principal responsable es un mentiroso llamado Benjamín Netantyahu, el primer ministro israelí -procesado en tres juicios por corrupción en el propio Israel, acusado por sus congéneres- y con una orden de captura por crímenes de guerra, emitida por la Corte Penal Internacional de La Haya. Un amigo y protegido de Donald Trump.
Lo más pérfido del asesinato de los cinco integrantes del equipo de periodistas de Al Jazeera y otras dos personas que se encontraban en una tienda de campaña en la ciudad de Gaza, es que unas horas antes, el mismo domingo, el propio Netantyahu convocó una conferencia de prensa con Corresponsales Extranjeros -después de casi dos años de reclamos por la prohibición a ingresar en Gaza para reportar su guerra y la catastrófica situación humanitaria- y con el mayor cinismo el jefe de Gobierno les dijo que había autorizado los ingresos, pero «no se habian sucedido todavía», sin más explicaciones.
Eso, además, cuando la más estricta censura militar prohíbe publicar fotos, videos o reportes no autorizados de lo que pasa en Gaza, y se oculta la matanza diaria con bombas o las terribles muertes de niños por hambre.
Al Jazeera confirmó la muerte del joven Anas al Sarif, de 28 años, junto con la de su colega periodista Mohammed Qreiqeh y los videógrafos Ibrahim Zaher, Mohammed Noufal y Moamen Aliwa, en el ataque, que tuvo como objetivo una tienda de campaña cerca del Hospital Shifa.
Tras informarse en medios de Gaza y extranjeros la muerte de Sharif, el aparato militar de Israel lo acusó -sin pruebas creíbles- y ordenó su ejecución con el pretexto de que era un «terrorista que operaba bajo la apariencia de periodista». Lo mismo que han hecho las más sanguinarias dictaduras para justificar sus crímenes.
Al Jazeera ha negado vehementemente las acusaciones de Israel y lo ha acusado de atacar sistemáticamente a los empleados de esa plataforma noticiosa en la Franja de Gaza.
Minutos antes de ser asesinado, Sharif documentó los ataques aéreos israelíes en la ciudad de Gaza y publicó imágenes en las redes sociales.
«Bombardeos implacables… Durante dos horas, la agresión israelí contra la ciudad de Gaza se ha intensificado», escribió Sharif en X, la que tiene más de 500 000 seguidores.
Y poco después de su muerte, en esa cuenta se publicó un mensaje que había dejado para publicar en caso de su muerte: «…Nunca dudé en transmitir la verdad tal como es, sin distorsión ni tergiversación, con la esperanza de que Dios fuera testigo de aquellos que permanecieron en silencio».
Un grupo defensor de la libertad de prensa y una experta de la ONU advirtieron previamente que la vida de Al Sharif corría peligro debido a sus reportajes desde Gaza.
La relatora especial de la ONU, Irene Khan, afirmó el mes pasado que las acusaciones de Israel contra él carecían de fundamento.
En una declaración, el Comité para la Protección de los Periodistas, que en julio instó a la comunidad internacional a proteger a Al Sharif, dijo que Israel no había proporcionado ninguna prueba para respaldar sus acusaciones de «terrorista» contra él.
«La práctica israelí de etiquetar a periodistas como militantes sin aportar pruebas creíbles plantea serias dudas sobre su intención y su respeto por la libertad de prensa», afirmó Sara Qudah, directora del CPJ para Oriente Medio y el Norte de África.
El Sindicato de Periodistas Palestinos condenó lo que describió como un «crimen sangriento», de asesinato.
La oposición en la Knesset (el Parlamento israelí) criticó al primer ministro Benjamin Netanyahu luego de sus «raras conferencias de prensa consecutivas el domingo» y lo acusó de mentirle a la nación y colocar sus propios intereses políticos por encima de los del público.
El líder de la oposición Yair Lapid, argumentó que el resultado de las políticas de Netanyahu en Gaza sería que «los rehenes morirán, los soldados morirán, la economía se desmoronará y nuestra posición internacional colapsará». «Netanyahu no tiene mayoría en la Knesset ni entre el pueblo», declaró Lapid. No podemos permitir que este gobierno nos arrastre a la ocupación de Gaza».
Netanyahu «continúa mintiendo con descarada audacia», declaró por su parte Avigdor Liberman, presidente del partido Yisrael Beytenu.
Al Jazeera calificó a Al Sharif como «uno de los periodistas más valientes de Gaza» y dijo que el ataque «es un intento desesperado de silenciar las voces en previsión de la ocupación de Gaza».
El movimiento de Resistencia palestino Hamás afirmó que «El asesinato de periodistas y la intimidación de los que quedan allana el camino para un grave crimen que la ocupación planea cometer en la ciudad de Gaza».
Tal como lo previó en su testamento político el estelar presentador de noticias del prestigioso y temido canal de TV Al Jazeera, su trágica muerte lo convirtió en un mártir de la verdad».