Simón Bolívar. Autor: Twitter Publicado: 12/11/2018 | 08:35 pm
Caracas.— Hace poco se cumplieron 200 años de la aparición en Angostura, actual Ciudad Bolívar, del periódico Correo del Orinoco, relevante no solo por ser el primero del país con carácter independentista, sino también porque tuvo como fundador y articulista nada menos que a El Libertador. Del 27 de junio de 1818 al 23 de marzo de 1822 vieron la luz 133 ediciones del órgano que reapareció el 30 de agosto de 2009 de la mano de Hugo Chávez, el líder que siempre supo y explicó que en Venezuela no hay camino sin Bolívar.
El Libertador entendió que las ideas deben publicarse. En 1816, al fracasar la expedición de Los Cayos de San Luis y ser incautada por los españoles una imprenta de campaña, la Gaceta de Caracas, de nuevo en poder realista —porque fue patrimonio alterno de España y de las fuerzas patriotas e incluso había mudado el nombre, de Gazeta… a Gaceta…— se burló así: «…no tenían ni una playa donde desembarcar, pero venían provistos de una máquina para imprimir…».
Bolívar sabía lo que hacía. Cuando se instaló en Angostura, en 1817, ordenó a José Miguel Istúriz comprar una imprenta para dar voz a la patria. Igual tarea dio a Fernando Peñalver, quien, en Trinidad, al parecer no pudo cumplir el pedido: «Mándeme usted de un modo u otro una imprenta, que es tan útil como los pertrechos». La máquina llegó y dio soporte al nacimiento de Correo del Orinoco.
Detrás, o delante de todo, estaba Bolívar, quien había rozado el periodismo en Inglaterra, el 5 de septiembre de 1810, cuando publicó en el Morning Chronicle una carta, cual si fuera «un español de Cádiz dirigiéndose a un amigo suyo en Londres», para denunciar el bloqueo de la Regencia Española a la entonces provincia de Venezuela, a cuyos hijos Madrid tachaba de «rebeldes».
Era la semilla editorial del militar y político dotado además para la pluma, según han admitido hasta sus críticos. El escritor español Salvador de Madariaga apuntó que «…si el estilo es el hombre, en Bolívar había una riqueza humana maravillosa. Basta que se deje ir para que lo que escriba sea maravilla».
Seguramente esa agudeza lo llevó el 27 de febrero de 1819 a polemizar —como se cree— en Correo del Orinoco, bajo el seudónimo J. Trimiño, con el reconocido redactor del campo realista José Domingo Díaz, a quien recomendó: «No escriba V. más caballero Díaz. Ya que no sabe escribir podría V. guardar silencio que es lo que V. haría admirablemente…».
Su talante rebasaba la ironía. En carta a Santander sobre el manejo de La Gazeta de Colombia, orientaba: «A todas las cosas se les debe dar las formas que corresponden a su propia estructura, y estas formas deben ser las más agradables para que capten la admiración y encanto». Acerca de El Correo de Bogotá, que dirigía el propio Santander, le señaló: «…hasta cuando publique usted remitidos como cartas, búsquele a esos remitidos novedad en lugar de esos “Cartas al director”, titúlelos, atraiga con la materia…».
La indicación a Tomás de Heres era harto interesante: «Los artículos deben ser cortos, picantes, agradables y fuertes». Lo mandaba un jefe que escribía, y bien.
Disparaba con la imprenta —para él, «la artillería del pensamiento»— y era común ver alguna en cada expedición. En la campaña por el Alto Perú, coronada en 1824 en Ayacucho, una mula llevaba la máquina que sacaba volantes de El Centinela en campaña. Severo editor, cierta vez le comunicó a su secretario José Gabriel Pérez: «Remito a usted El Centinela, que está indignamente redactado, para que usted mismo lo corrija, y lo mande de nuevo a reimprimir, a fin de que corra de un modo decente y correcto».
Bolívar defendió que «…hombres de luces y honrados son los que deben fijar la opinión pública. El talento sin probidad es un azote». Así era el guerrillero de letras que llamaba sin tintas tenues a «…despedazar en los papeles públicos a los ladrones del Estado». Fue el padre de Correo del Orinoco, periódico que, según El Constitucional Caraqueño del 13 de septiembre de 1824, «ganó más batallas, hizo más prosélitos que las memorables jornadas de nuestra Guerra de Independencia». Aún las da, con la firma (in)visible de El Libertador en cada editorial.