Donald Trump no recorrió las zonas más devastadas por el Huracán María en Puerto Rico Autor: televisanews.com Publicado: 03/10/2017 | 02:48 pm
La breve estancia de Donald Trump en Puerto Rico para sopesar los daños ocasionados por el huracán María concluyó una hora antes del tiempo previsto, sin que trascendiera algún compromiso serio de asistencia con vista a la reconstrucción, que es la preocupación de los puertorriqueños después de la comida, el agua y la luz, de la cual seguía disfrutando solo un cinco por ciento de la población.
Complaciente en conceder los pocos selfies pedidos en los auditorios raquíticos que caracterizaron sus también contados recorridos y visitas, Trump, sin embargo, no entró en materia —al menos públicamente—, y anduvo por los alrededores del asunto solo para justificar lo que parece un hecho: no mostró ni un ápice de la flexibilización que en materia económica esperaba el gobernador, Ricardo Roselló.
Foto: El Nuevo Día
Durante su único mensaje a la población, pródigo en «reconocimientos» al trabajo hecho por los agentes federales, FEMA (la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias) y los puertorriqueños, el mandatario estadounidense deslizó lo que debió representar un cubo de agua fría para las autoridades locales.
«Odio decirles esto, Puerto Rico, pero hemos desfasado nuestro presupuesto. Hemos gastado mucho dinero en Puerto Rico», dijo el inquilino de la Casa Blanca en la base militar Muñiz, primera parada de una estancia precipitada durante la cual hizo un recorrido aéreo en helicóptero, visitó una iglesia, y estuvo en una comunidad que se dice es de clase media alta, ubicada en un municipio —Guaynabo— que no fue de los más dañados.
No quedó claro a qué dinero gastado en exceso se refería Trump… Aunque todo parece indicar que era una alusión a las labores de emergencia, aseveración que asusta pues todavía queda lo más costoso y delicado: la reconstrucción, y Puerto Rico depende de Estados Unidos.
Otra muestra de lo que representa ahora ser un Estado Libre Asociado de EE. UU. es el hecho de que los boricuas que reciben bonos de comida no puedan usarlos, en medio de la emergencia, para adquirir alimentos en los centros gastronómicos abiertos en la isla.
Hacerlo depende de una autorización federal, y no se sabe por qué motivo Washington se niega. Ello puede dar una idea de esa dependencia avasalladora que no garantiza ayuda y, lejos de resolver en momentos de calamidad como este, obstaculiza.
No había trascendidos de lo que conversó con el gobernador Roselló cuando Donald Trump adelantó la partida a las 4:05 de la tarde (había llegado poco después de las 11:00 am), pero todo indicaba que no hubo respuestas positivas para las preocupaciones de la máxima autoridad dentro de Puerto Rico, entre las que se encontraba la posibilidad de abrir una línea de créditos desde EE. UU. que permita a los puertorriqueños financiar la reconstrucción. Sus arcas están vacías y todavía no saben cómo lo harán.
En un espectáculo realmente humillante para un país que ha sufrido tantas pérdidas (y, además, ha debido padecer las altisonancias de un Trump que virtualmente acusó a sus habitantes en Twitter de no querer trabajar cuando dijo que «todo lo querían hecho») los puertorriqueños todavía tuvieron que soportar que el mandatario, como si fuera Santa Claus, repartiera personalmente y hasta lanzara de forma delicada, a las poco más de tres docenas de personas que tenía enfrente en la iglesia Calvary Chapel, comida, linternas, y productos de aseo como papel sanitario. Habría que ver quién, en verdad, lo necesita más ahora.