Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cazador cazado

Quienes espían y husmean hasta a las hormigas, cayeron en la trampa de la codicia y se quedaron sin ver los árboles y mucho menos el bosque…

Autor:

Juana Carrasco Martín

Mueve a risa, porque con tanta vigilancia, espionaje, grabaciones y registros de llamadas telefónicas, correos electrónicos, mensajes, etcétera, a Estados Unidos le sirvieron gato por liebre.

Edward Snowden, ex analista de la Agencia de Seguridad Nacional que informó al mundo del masivo y global espionaje de Estados Unidos sobre «amigos» y «enemigos», al igual que Aaron Alexis, el atacante del Astillero de la Armada en Washington que provocó 12 muertos y cuatro heridos, fueron verificados por la empresa United States Investigations Services (USIS), y es evidente que esta no hizo bien su trabajo de comprobación y certificación de los empleados del Gobierno, una labor que realiza como contratista de la Oficina de Administración de Personal de la Casa Blanca (OPM).

Por esa razón, la USIS —que domina el sector de la verificación de antecedentes de los empleados del Gobierno, con el 45 por ciento de esa labor proporcionada por cien agencias gubernamentales— ahora enfrenta una demanda, presentada en julio de 2011 en nombre del Gobierno por Blake Percival, uno de sus propios informantes, al que se unió el Departamento de Justicia.

El reclamo judicial acusa a la empresa de no cumplir con todas las normas y requerimientos investigativos, aunque se asegura que no menciona en particular a Snowden, a quien comprobó en 2011, y a Alexis, verificado en 2007.

Eso sí, la USIS se tomó muy en serio la queja procesal e hizo declaraciones justificativas: «El comportamiento de un pequeño número de empleados, según alega la denuncia, es completamente incongruente con los valores de nuestra empresa, la cultura y la tradición de excelente servicio a nuestros clientes gubernamentales». Pero los últimos casos ponen a esa compañía en la picota pública.

Según Percival, la USIS pifió en su interés de cumplir con las metas de ingresos y maximizar las ganancias, pues utilizó un programa informático propio, por el cual no pasaban las investigaciones de antecedentes mediante un proceso completo de revisión, una técnica que llaman de «dumping» y que encabezó el mismísimo vicepresidente de operaciones de campo y el director del control de producción de esa corporación.

Pero en definitiva, la compañía se condujo como es de esperar en su condición de empresa privada, buscó ganancias cada vez mayores.

Ahora, a USIS se le endosa el tema Snowden, en el cual las cosas se le han ido complicando al presidente Barack Obama, fundamentalmente por las revelaciones que hiciera el ex analista de Inteligencia del espionaje global y masivo, que incluye «amigos» y «enemigos».

Probablemente la situación más controversial sea las escuchas practicadas a la jefa de Estado alemana, Angela Merkel, y el Gobierno de ese país está evaluando la posibilidad de interrogar al ex analista refugiado en Rusia, como apuntó el pasado miércoles el ministro del Interior germano, Hans-Peter Friedrich, después de reunirse la primera sesión extraordinaria del gremio parlamentario del país europeo a cargo de la supervisión de las labores de Inteligencia, y plantear que era preciso aclarar cuáles son los requisitos legales para llevar adelante esa pesquisa en suelo ruso.

El debate en plena efervescencia llevó a que Hans-Christian Stroebele, diputado de los Verdes, se reuniera ya con Snowden en Moscú —quien le expresó sus deseos de ayudar a Berlín a esclarecer el espionaje—. Stroebele declaró luego a la prensa: «Alemania está obligada a agradecer a Snowden por su ayuda, si no, el móvil de la Canciller alemana seguiría aún pinchado».

Los apuros de la NSA

Como colofón de este traspié de la USIS y de la OPM, recordemos que Foreign Policy publicó el 29 de agosto pasado que la NSA temía tener en sus filas a otros 3 999 Snowden. Se basaba en lo revelado por el diario The Washington Post de que las agencias de espionaje estadounidenses habían utilizado parte importante del presupuesto de 2012 destinado a prevenir la infiltración de agentes de Inteligencia extranjeros o la «traición» de sus propios empleados para una «respuesta de emergencia» con el propósito de manejar el asunto de los secretos hechos públicos por el sitio Wikileaks, de Julian Assange, procedentes de los miles de documentos entregados por el soldado Bradley Manning, analista del Pentágono.

De acuerdo con el importante diario washingtoniano, la NSA consideraba que debería realizar «un mínimo de 4 000 investigaciones periódicas de su potencial interior comprometido con información sensitiva», para detener posibles Snowden. Y no lo ha hecho.

Precisamente Foreign Policy hacía hincapié en un grupo de críticas y preocupaciones por parte de políticos y especialistas respecto a la estrategia seguida por los organismos de Inteligencia estadounidenses, más inclinados al espionaje de la red mundial y las escuchas y recopilación de las telecomunicaciones que del trabajo de campo a la antigua, con espías, infiltrados y traidores en otras naciones consideradas «enemigas» o «adversarias», o en agrupaciones políticas, movimientos sociales y otros.

El ejemplo mayor está en la creación y potencialidad entregada al Cyber Comando por parte de la Agencia Nacional de Seguridad.

Además, resulta todo un sarcasmo que la NSA se esté gastando actualmente 50 millones de dólares —casi una nimiedad en el multimillonario presupuesto de toda la comunidad de Inteligencia integrada por 16 agencias y que asciende a 52.6 billones de dólares— para ver cuál es la mejor forma o método de encontrar la aguja en el pajar, es decir, la información realmente necesaria para la seguridad de Estados Unidos en medio de la saturación de datos que le produce su espionaje global y masivo que, al final, no sabe ni qué hacer con ellos.

Por cierto, el diario The Washington Post da otra cifra mucho más alta al combinarlo con el espionaje militar: 75,6 billones de dólares destinados a la Inteligencia, los que superan a todo el presupuesto militar sumado del Reino Unido, Japón y Francia.

Otra ironía se encuentra en que tamaña maquinaria de Inteligencia ha puesto en apuros al mismísimo Departamento de Estado, complicado ahora con multiplicadas quejas de los «amigos» espiados, el rechazo mundial a esas prácticas, y por demás enfrentado a un creciente descrédito y desconfianza, tan globales y masivos como sus prácticas injerencistas y de fisgoneo.

John Kerry, el secretario de Estado, intentó el clásico lavado de manos de una administración que lleva ya cinco años en el manejo de los asuntos del imperio, y a la que nada puede serle ajeno. Dijo: «El Presidente y yo hemos aprendido ciertas cosas que han estado ocurriendo de alguna manera con el piloto automático, porque la tecnología está ahí y la habilidad está ahí»…«En algunos casos, algunas de esas acciones han llegado muy lejos y vamos a tratar de asegurar que no vuelvan a suceder en el futuro».

Sin embargo, el general Keith Alexander, el jefe de la NSA, devolvió la bola al campo del Departamento de Estado, para compartir la responsabilidad del enorme entuerto en que están metidos, cuando dijo que los diplomáticos estadounidenses alrededor del mundo solicitaban información sobre «las intenciones de liderazgo» de altos funcionarios extranjeros, y su agencia simplemente trataba de responder a esos requerimientos de Inteligencia.

Por otra parte, llega una incongruencia mayor: es tal lo que Estados Unidos husmea que podría aplicárseles el sabio proverbio: «De tanto mirar los árboles no ven el bosque», lo que pudiéramos traducirlo en que son incapaces o no quieren encontrar a los verdaderos terroristas porque vigilan a cada inocente ser humano de este planeta —quizá porque aquellos son sus más apreciados soldados, o más aun, están dedicados a darle también ese servicio a los intereses económicos que representan cuando se han dedicado a hurgar en los pasos de empresas como el gigante petrolero brasileño Petrobrás.

En definitiva, esto también es parte de la guerra sucia en la que Washington ha sido siempre ejecutante mayor.

¿Habrá algo podrido en… USIS?

United States Investigations Services (USIS), describe Wikipedia, fue fundada en 1996, luego que el brazo investigador de la Office of Personnel Management (OPM) fue privatizado como parte de la política de reducir el tamaño de los servicios civiles del Gobierno. Originalmente se le conoció como U.S. Investigations Services Inc., y era propiedad de los empleados; pero en el 2000 el Grupo Carlyle invirtió en ella.

En 2003 Welsh, Carson, Anderson and Stowe (WCAS) pagaron 545 millones por la firma, de los cuales los empleados obtuvieron 500 millones. Carlyle volvió a reinvertir 172 millones, y finalmente, en 2007 el Grupo Carlyle anunció que vendería su parte en USIS a Providence Equity Partners por 1,5 billones de dólares.

(Los negocios de Carlyle se extienden a la industria de Defensa, bienes raíces, inversiones y fondos de capital, seguros y estrategia de mercado. Dato adicional: hasta 2001 uno de sus accionistas era la familia Bin Laden).

Para 2008, USIS, cuya sede central está en Idylwood, Virginia, contaba con 7 000 empleados y 2 000 de ellos en el área del Gran Washington D.C.

En el año fiscal 2012, USIS recibió una vez más los contratos de la OPM, en esa ocasión por 253 millones de dólares, cifra correspondiente al 67 por ciento de los gastos en contratos de esa oficina de la Casa Blanca para ese año fiscal.

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