La vida le cambió radicalmente a Leticia Sánchez, una nicaragüense de 30 años y madre de tres hijos. Hace poco y por casualidad, se enteró que era portadora del VIH-sida. Ella es otra latinoamericana que en medio de consejos contradictorios o la ausencia de educación sexual, se suma a la alarmante cifra de 2,9 millones de infectados con el virus que viven en la región. Y la tendencia es a que aumente esa cifra.
El pasado 2005 fue uno de los peores años en el contagio del VIH en América Latina y el Caribe, desde que el virus hizo su debut en el mundo, a principios de los años 80. Las cifras más conservadoras indican que en la región unas 230 000 personas se contagiaron en esos doce meses.
En lo que va de 2006 el ascenso es notable. Se habla de 26 personas contagiadas cada hora en países como Haití, Guyana, Belice, República Dominicana y Honduras.
Un reciente estudio regional, demostró que la infección asciende a ritmos considerable entre las mujeres, sobre todo entre las obligadas a prostituirse. Mientras que antes se hablaba de una mujer infectada por cada siete u ocho hombres, hoy existen una fémina enferma por cada tres varones.
A estos datos se agrega que son casos en su mayoría heterosexuales, y que la principal víctima de la mortal enfermedad son mujeres embarazadas con parejas estables.
La escasa educación sexual que existe en la región, a lo que se suman las dificultades para desarrollar programas de prevención, hace que los jóvenes sean más vulnerables al contagio.
Con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Red Latinoamericana de Juventudes Rurales (RELAJUR) esta desarrollando un proyecto de prevención del VIH/sida con jóvenes de las zonas campesinas, a través del uso de tecnologías de la información y la comunicación.
Según estima la RELAJUR, las consecuencias del nefasto virus no están suficientemente difundidas en ese ámbito y son escasos los programas preventivos para las áreas rurales.
La entidad busca difundir información sobre el tema, capacitar recursos humanos como multiplicadores y, sobre todo, sensibilizar sobre el sida a ese entorno comunitario, donde es mucho más limitado el acceso a la terapia antirretroviral, por los costos asociados, aunque el problema es común para zonas urbanas pobres de los países subdesarrollados.
El precio de los medicamentos hace de las poderosas transnacionales farmacéuticas las grandes beneficiarias de esta pandemia, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el programa de Naciones Unidas contra el sida (ONUSIDA) prevén que para 2015 en América Latina y en el Caribe se llegará a la alarmante cifra de 3,5 millones de personas contagiadas.
El cuadro que emerge no es de los más halagüeños, pero hasta ahora algunos no parecen advertir la gravedad del problema.