El desarrollo de múltiples tecnologías con el propósito de interactuar con los dispositivos electrónicos implica un desafío para los equipos y modelos informáticos tradicionales
Hace apenas un mes y medio, con 88 años de edad, murió en Estados Unidos, de una insuficiencia renal, el profesor e inventor estadounidense Douglas Engelbart.
Su nombre, muy conocido en los medios científicos y tecnológicos, es apenas dominado fuera de esos ámbitos y, sin embargo, estamos quizá ante uno de los padres de la informática moderna, ya que creó, en la década de los 60, dos de los principales principios en los que se basa la computación: la interfaz gráfica o navegación de un sistema a través de ventanas, y el tan necesario y extendido ratón de computadora.
Tosco, de madera, con un solo botón rojo y apenas dos ruedas que controlaban el movimiento vertical y horizontal, el «X-Y Position Indicator for a Display System» (Indicador de posición X-Y para un sistema con pantalla), pronto fue bautizado en los laboratorios de la Universidad de Stanford, donde trabajaba Engelbart, simplemente como mouse, ratón en inglés, por la forma que tenía parecida a este animal.
En un principio el inventor pensó hacerlo para controlarlo con la rodilla. La razón era lógica: venía de ser operador de radares en la Marina de Guerra estadounidense y le preocupaba cómo mejorar la relación hombre-máquina.
Sin embargo, ya en la Universidad de Stanford, y con el desarrollo incipiente de la computación, todavía entonces a través de tarjetas perforadas y sin apenas teclados, la idea del mouse con la mano primó, aunque debió tardar más de 20 años en imponerse a nivel mundial.
Aunque ya estaba construido el primer prototipo a comienzos de los 60 del siglo pasado, no fue hasta 1968 que se presentó públicamente, en una conferencia donde también se enseñó la navegación por interfaces gráficas e incluso se realizó la primera conexión por videoconferencia de la historia.
Engelbart, quien muchas veces fue tildado de loco e incomprendido, debió esperar hasta el 27 de abril de 1981, cuando se lanzó al mercado Xerox Star 8010, la primera computadora cuya interfaz gráfica dependía del mouse.
Sin embargo, solo cuatro años más tarde fue que se popularizó definitivamente el invento con la aparición de la primera Macintosh, pues incluso Microsoft había fracasado antes, en 1982, cuando lanzó un ratón con dos botones en color verde y que costaba nada menos que 195 dólares.
El inventor norteamericano, si bien fue reconocido en vida con diversos premios y condecoraciones, nunca llegó a ser rico. Por el mouse, un negocio multimillonario dominado hoy en buena medida por la multinacional Logitech, solo recibió un cheque de diez mil dólares de la Universidad de Stanford, dueña de la patente.
Modelos y formatos de mouse hay para casi todos los gustos. De dos, tres y hasta cinco botones; por cable, inalámbricos, ópticos, de láser y hasta algunos como el trackball, donde solo es necesario mover una bola situada encima y no el mouse completo, muy usado en los sistemas de navegación marítima.
Pero en un mundo donde todo es cada vez más táctil, díganse computadoras de escritorio y portátiles, tablet PC, teléfonos celulares y hasta pantallas de cajeros automáticos, reproductores de sonido y video, entre otros dispositivos, tal parece que al mouse le van quedando pocos años de vida.
Las opiniones, no obstante, están encontradas. Si bien es cierto que el fenómeno del teléfono iPhone, de Apple —la misma que catapultó el mouse a la fama con su Macintosh— ha generado una furia por lo «táctil», todavía son mayoría los que prefieren la comodidad del mouse para interactuar con una computadora.
Las interfaces táctiles siguen teniendo algunos inconvenientes, como el hecho de ser difíciles de usar con los dedos en ocasiones, especialmente para aquellos que tienen la yema más gruesa. A otros les resulta incómodo que, al no ser transparente el dedo, no se puede ver lo que está debajo mientras se están moviendo cosas por la pantalla.
También son más agotadoras por los movimientos del brazo que exigen, y no son muy útiles para dibujar o escribir en ellas, acciones para las que el mouse y el teclado siguen teniendo la primacía, a pesar de importantes adelantos como los que introduce Windows 8, pensado casi totalmente para interfaces táctiles. Sin embargo, no ha podido dejar a un lado el uso del ratón de computadora.
Es en los teléfonos móviles donde las pantallas táctiles han tenido un mayor éxito, específicamente en los de tercera generación, pues si bien inconvenientes como la luminosidad o el pequeño tamaño todavía dan dolores de cabeza, sin dudas las potencialidades que brindan son mucho mayores.
El desarrollo de múltiples aplicaciones plasmadas en la pantalla de un móvil a través de íconos es algo ya común en el mundo de la telefonía celular, aunque todavía sea deuda pendiente en la mayoría de los equipos mejorar funciones como la de escribir con mayor comodidad.
Aunque un mundo sin mouse o ratón de computadora todavía está un poco lejos, a las interfaces táctiles también les están saliendo competidores cada vez más fuertes en el desarrollo tecnológico, como los sistemas basados en reconocimiento de voz o los que se sustentan en la lectura de gestos.
En el futuro, el mundo quizá sea táctil, pero sin tocar ninguna pantalla, como ya lo han demostrado diversos dispositivos, especialmente consolas de juego que se basan en el reconocimiento de los gestos del usuario para así lograr que estos, trazados en el aire, muevan en la pantalla íconos y ejecuten o cierren aplicaciones.
El otro campo en el que se avanza a pasos agigantados es el de los sistemas basados en la voz, que han mejorado mucho desde los hoy ya un poco rudimentarios sistemas Jaws, pensados como «lectores de pantallas» para personas con problemas en la visión, y que hoy se insertan cada vez con más fuerza en los dispositivos.
Un camino paralelo siguen las pantallas táctiles flexibles, con un desarrollo en ciernes, y que algunos ven como el futuro de los periódicos y revistas digitales, pues si bien los prototipos presentados hasta ahora son táctiles en su gran mayoría, podrían tener algunas innovaciones muy interesantes en el futuro.
La tendencia, por el momento, es tener varias opciones a la mano. El recién estrenado Windows 8 es una evidencia palpable. Tiene una interfaz gráfica pensada para ser manipulada de modo totalmente táctil, incluye el reconocimiento por voz de comandos y acciones, pero no por ello ha podido dejar a un lado al viejo e infaltable mouse.
Quizá ese sea, para el futuro inmediato, el mejor camino: la integración de diferentes formas de interactuar con los equipos, algo que no deberían perder de vista los desarrolladores de programas informáticos, incluyendo los cubanos.
Multimedias, softwares, aplicaciones y hasta programas criollos deben ser pensados para ser «tocados» e incluso «leídos», y no solo «señalados» con la ya clásica flechita del puntero del ratón, algo de lo que si bien ya hay tímidos ejemplos, todavía está lejos de los caminos por donde anda el mundo.
Se trata no solo de cambiar una tecnología por otra, sino de modificar una forma de pensar y hacer en la informática, algo a lo que estamos abocados para no quedarnos al margen del futuro desarrollo tecnológico mundial.